«Se necesitan políticas que no dañen a los más débiles»
«La crisis ha revaldo comportamientos de codicia colectiva». Escribe, Miguel M. Mendieta, a próposito de la gestión del sector bancario (bancos y cajas), hasta la crisis y, una vez manifestada, también en ella:
«Los gestores, protagonistas de estos dispendios y responsables de la mala gestión (tres cajas han sido intervenidas -CCM, Cajasur y Caja Mediterráneo- y otras tres han sido nacionalizadas -Novacaixagalicia, Catalunya Caixa y Unnim-) lejos de ser castigados, han recibido generosas indemnizaciones».
La indignación: ¿Me pregunto si esto no es lo común en el sector, ¡empresa privada dicen!, y ahora auxiliado por el erario público, o sea, nosotros? Los salvamos, para que no se caigan y nos arrastren, y nos roban «legalmente» mientras escapan de «las torres gemelas».
Y prosigue:
«El principal problema al que se enfrentan tanto en Novacaixagalicia, como en otras entidades financieras, es que los contratos que esgrimen los directivos para cobrar las compensaciones son perfectamente legales. «Encargamos informes jurídicos a varios despachos y todos ellos han coincidido en que los contratos se ajustan a derecho», explicaba recientemente José María Castellano, el nuevo presidente ejecutivo de Novagalicia Banco (la filial financiera de la caja). Por este motivo, la única vía que las cajas tienen para recuperar parte de la suma de las indemnizaciones es confiar en que los directivos rectifiquen, presionados por la alarma social y por las investigaciones abiertas por la Fiscalía Anticorrupción.
O sea, – comento-, que la legalidad democrática garantiza que nos roben, y nosotros tenemos que dar por bueno este atraco, si queremos ser probos ciudadanos de bien y no delincuentes que terminen en la cárcel por atentado contra el derecho.
Y por si fuera poco, si al menos callaran, pero no, no tienen conciencia del problema moral y social que protagonizan, no; creen que lo que falla es que se prejubilan demasiado pronto, con pérdida de sus conocimientos y productividad para nosotros, antes de tiempo. Vean esta perla:
«El debate no debería ser si nos escandalizamos más o menos por una indemnización», aseguraba recientemente Manuel Menéndez, presidente ejecutivo de Liberbank, una de las pocas entidades que no ha recibido apoyo público. «El debate debería ser si tiene sentido prejubilar a directivos con 55 años. Tal vez hacerlo tenga sentido económico, pero será, en cualquier caso, muy caro».
Qué no, D. Manuel, qué no; que el debate fundamental es que socialmente el sector financiero, toda su élite de gestores y agentes financieros, se ha revelado una estructura capitalista incontrolada y fraudulenta; que no es cuestión de buenas personas y competentes, sólo, sino de estructuras financieras y jurídicas que en su opacidad y descontrol nos han arruinado; ayer por el ladrillo, luego por los activos basura, mañana por los alimentos o las tierras, y más tarde, por las vacunas, el agua dulce o los derechos de emisión de CO2,… todo se traduce a títulos financieros.
No pueden entender, ¡no quieren hacerlo!, que de un papel de intermediarios financieros para la economía real se han convertido en una metástasis maligna por todo el cuerpo social. Cada uno en su nivel de responsabilidad, desde el Grupo Goldman Sachs, a las agencias calificadoras, Estándar Poor´s, Moody´s y fitch, y, así, sucesivamente, hasta la última Caja del país; con mayor riesgo o con menos, pero todas y todos, para sobrevivir en el mundo financiero han tenido que entrar por la misma senda de la mega-especulación. Es la ley de la selva financiera capitalista, y luego viene el derecho democrático, luego, cuando ya no hay margen en serio par la democracia justa, sino para una «legalidad a la medida de sus intereses». Es muy grave todo lo que se está sabiendo.
Escribe en este sentido el Pontificio Consejo «Justicia y paz», en un texto de Octubre de 2011, que debería ser de referencia en moral social cristiana, porque prolonga la CARITAS IN VERTITATE, y sobre todo, la hace tocar la realidad sin complejos:
«… ¿Pero qué es lo que ha impulsado al mundo en esta dirección extremadamente problemática incluso para la paz? Ante todo, un liberalismo económico sin reglas y sin supervisión. Se trata de una ideología, de una forma de «apriorismo económico», que pretende tomar de la teoría las leyes del funcionamiento del mercado y las denominadas leyes del desarrollo capitalista, exagerando algunos de sus aspectos. Una ideología económica que establezca a priori las leyes del funcionamiento del mercado y del desarrollo económico, sin confrontarse con la realidad, corre el peligro de convertirse en un instrumento subordinado a los intereses de los Países que ya gozan, de hecho, de una posición de mayores ventajas económicas y financieras».
«… A la base de las disparidades y de las distorsiones del desarrollo capitalista, se encuentra en gran parte, además de la ideología del liberalismo económico, la ideología utilitarista, es decir la impostación teórico-práctica según la cual «lo que es útil para el individuo conduce al bien de la comunidad».
«… En los años veinte del siglo pasado, algunos economistas ya habían puesto en guardia para que no se diera crédito excesivamente, en ausencia de reglas y controles, a esas teorías, que hoy se han transformado en ideologías y praxis dominantes a nivel internacional. Un efecto devastador de estas ideologías, sobre todo en las últimas décadas del siglo pasado y en los primeros años del nuevo siglo, ha sido la explosión de la crisis, en la que aún se encuentra sumergido el mundo».
«… También en el contexto de la complejidad de los fenómenos, la relevancia de los factores éticos y culturales no puede, por lo tanto ser desatendida ni subestimada. La crisis, en efecto, ha revelado comportamientos de egoísmo, de codicia colectiva y de acaparamiento de los bienes a grande escala».
«… La finalidad de la Autoridad pública universal, recordaba ya Juan XXIII en la Pacem in terris, es, ante todo, la de servir al bien común. Dicha Autoridad, por tanto, debe dotarse de estructuras y mecanismos adecuados, eficaces, es decir, a la altura de la propia misión y de las expectativas que en ella se ponen. Esto es particularmente verdadero al interno de un mundo globalizado, que hace a las personas y a los pueblos permanecer cada vez más interconectados e interdependientes, pero que muestra también el peso del egoísmo y de los intereses sectoriales, entre los cuales la existencia de mercados monetarios y financieros de carácter prevalentemente especulativo, perjudiciales para la «economía real», en especial de los Países más débiles».
«… Entre las políticas aparecen como más urgentes aquellas relativas a la justicia social global: políticas financieras y monetarias que no dañen los Países más débiles; políticas dirigida a la realización de mercados libres y estables y una distribución equitativa de la riqueza mundial incluso mediante formas inéditas de solidaridad fiscal global, de la cual se referirá más adelante.
«…. Los tiempos para concebir instituciones con competencia universal llegan cuando están en juego bienes vitales y compartidos por toda la familia humana, que los Estados, individualmente, no son capaces de promover y proteger por sí solos».