Pensamientos a vuelapluma sobre el artículo ‘España es un campo de batalla…’ -- Evaristo Villar

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Sólo unas precisiones a vuela pluma que se me ocurren ante la lectura del artículo aparecido en el New York Times titulado ‘España es un campo de batalla clave para el futuro de la Iglesia’

Referente a la visión «panorámica» que pretende reflejar el documento publicado en «The New York Times» sobre la actual situación española, yo no me siento muy cómodo en algunas de las impresiones que refleja. Por ejemplo, dice que durante la Guerra Civil Española «las fuerzas republicanas de izquierdas mataron a muchos clérigos», y no dice nada más. Como todos sabemos, se trata de un tema muy «sensible» en estos momentos. Y pienso que no se despacha diciendo generalidades. Porque da la impresión de que en este país los que mataron clérigos, durante ese lamentable episodio de nuestra historia reciente, fueron solamente las fuerzas republicanas de izquierdas.

Tendría que haberse documentado un poco más la periodista Rachel en autores como Santos Juliá o Casanova, que saben algo de esto. En estos momentos, cuando se trata de «recuperar la memoria histórica», en un país donde ha estado durante tanto tiempo prohibida, habría que ser un poco más precisos.

Pero me deja, si cabe, más desazonado el hecho de que a estas alturas siga habiendo periodistas en el mundo para quienes no corre el tiempo, siguen la cómodo costumbre de siempre, como si la realidad se hubiera fijado ya y detenido desde hace siglos. Me refiero a la imagen tan desproporcionada y desajustada que da de la Iglesia actual en España.

Prácticamente no hay más que una, «atada y bien atada». Es ella la única que tiene presencia pública y que puede hablar de tú a tú con la política y con la administración del país. Todo se juega en una especie de partida entre unas mitras que siguen mirando con nostalgia al pasado y un gobierno que le está resultando muy incómodo y hasta ofensivo. Como si la preocupación principal de este gobierno (ignoro ciertamente cuál puede ser) estuviera en emprender todo aquello que le agríe la existencia a la Iglesia y le remueva un suelo que ella ha dominado durante siglos.

Se trata de una visión ciertamente deformada. La Iglesia en España no es justamente así e intento pensar que tampoco son esas las preocupaciones mayores de los actuales gobernantes.

Ni Jiménez Losantos, Martínez Camino, con el Opus y demás movimientos de igual signo representan todas las opciones de Iglesia entre nosotros, ni Zapatero y Contreras representan todas las opciones políticas en este país.

Somos, gracias a Dios, mucho más plurales y diversos… Ya Raquel advertía, al enviarnos este escrito en inglés, que «nosotros no existimos». Y no sólo nosotros y nosotras sino prácticamente la inmensa mayoría de los católicos. Aquí, según la periodista Rachel, sólo existen jerarquías y una enorme masa (42 millones) de borregos… (¡perdón!).

Por todo esto, me siento incómodo ante esta forma de mirar la realidad: simple, cómoda e injustamente parcial.