Panel etico socio- político (Noviembre 2014) -- Benjamín Forcano

0
73

Enviado a la página web de Redes Cristianas

1.Raíz de la crisis nacionalista ? Benjamín Forcano
2. ¿Es democrático el derecho a decidir? ? Juan Claudio de Ramón
3.No me explico esta desafección ? Santiago Ramón y Cajal
4.La muralla de Jordi Pujol ? José Antonio Martín Pallin
5.Cataluña y el pensamiento mágico – Laura Freixas
6.¿CataluñaS? ¡Cataluña!- Xavier Vidal-Folch
7.El 9- genuino ? Josep Ramoneda
8.El mayor traidor (Rajoy) a sus votantes de Europa ? Roberto Centeno

1RAIZ DE LA CRISIS NACIONALISTA
Benjamín Forcano
Quiero ser claro: al igual que la crisis social, que a todos nos afecta, se dice ser económica; la crisis catalana, se dice ser nacionalista. Pero ni la una ni la otra tienen raíz en la economía o el nacionalismo. La crisis económica radica den la anulación de la Etica, con ausencia de unos valores universales que fueron sagrados, tales como la igualdad y la justicia, la solidaridad y el sentido comunitario de los bienes, que tienen como asiento la dignidad humana.

Exluida la dignidad humana como quicio de la convivencia humana, se pasa a reemplazarla por otros presupuestos: la primacía de la raza, de la nación, de la clase, de la religión, del género,?? encaminada a dominar e imponerse sobre la base del poder y del dinero. La llamada, pues, crisis económico-social y política es efecto de una crisis estrictamente ética. Al proyecto de organizar la convivencia sobre el principio de la dignidad de la persona, se lo suplanta por el principio de la desigualdad, justificadora de toda explotación de los unos por los otros.

Las naciones, como territorios donde nacen los seres humanos, han existido siempre, y no dejarán de existir en el futuro. Y siempre supimos que la categoría territorio, llámesele patria, nación o como se quiera, fue un valor accidental, variable y secundario, subordinado al valor primero de la persona.
La persona tiene una dignidad específica, que se extiende a todos los miembros de la especie humana, que la constituye en fuente de derechos y obligaciones y que hace que nadie pueda utilizarla como medio sino fin, en cualquier orden jurídico-político existente.

Siendo persona, se tienen derechos universales inviolables. No todos podemos ser españoles y alemanes, o españoles y chinos , o españoles y australianos, ni exigimos que nos reconozcan como tales, pero sí todos somos personas. Y estemos en España, Alemania, China o Australia se nos debe el trato de personas. Ningún ser humano es esclavo, robot o mercancía y todos- sea cuales fueren sus variables circunstancias de raza, nación, lengua, clase, cultura, etc?? – poseen el valor universal de la igualdad, opuesta a toda discriminación.
Pero, hoy, ideologías de carácter nacionalista, racista o clasista se empeñan en sobreponer los valores accidentales de patria, nación, lengua, cultura, religión o sexo por encima de la dignidad y derechos de la persona. Más que en el pasado, hoy existe una nueva conciencia cultural y ético-jurídica que facilita el intercambio de lo que nos es común y primario, debido precisamente a que todos somos personas.

Todo territorio, históricamente hablando, ha ido ido albergando una o varias lenguas, una o varias culturas, uno o varios derechos, una o varias políticas, dentro de una relación unitaria y plural, que no nos es dado compartir por igual con pueblos de otros territorios. Y esa relación unitaria y común, que se extiende a todos como personas, actúa y rige dentro del propio territorio como la primera a la hora de regular la convivencia.
Si, en esa red de unidad plural y diversa, falta el hilo central de la persona, pujarán por imponerse camuflados los reclamos de la carne y de la sangre,- de lo nativo, de lo racial, de lo particular??- con perjuicio o negación de lo universal de la persona, de su dignidad y derechos.

Lo primero que cuenta, pues, -siempre debiera ser así- es la hermandad y no la nacionalidad. Una y otra conviven juntas, -con una historia singular en cada caso- y nunca en los posibles conflictos se debe sacrificar lo primero a lo segundo. Y si preferimos lo segundo ?vivir aparte como nacionalistas distintos- lo haremos seguramente por razones que no defenderán por igual, la dignidad, el bien y los derechos de todos.
Este enfoque, intrínseco a una cultura cristiana, – por lo menos en Occidente- ha sido primigenio, por derivar de la enseñanza del Liberador de Nazaret: ??Quien acoge a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me acoge??(Mt. 25, 31-46), ?El que quiera ser primero entre vosotros, que sea el último y servidor de todos?? (Mc. 9, 35), ?Todos vosotros sois hermanos?? (Mt. 23, 8-9), ?Mi madre y mis hermanos son todos aquellos que cumplen con la voluntad de Dios, es decir, que obran con justicia y amor-?(Mr. 3, 31-35).

Jesús acaba de una vez con todo particularismo religioso, establece una vinculación estrecha entre el amor a Dios y el amor a los hombres de toda raza y nación, y asienta una unión consustanciaal entre la adoración a Dios y la práctica de la justicia entendida sobre todo como liberación de los empobrecidos.
Considero, por tanto, que la crisis nacionalista tiene como raíz la postergación de la persona ?su dignidad y derechos- supuesto de la ciudadanía universal. Supuesto que se oculta en el horizonte mental de muchos que gestionan el Bien Común, al desechar que , para una auténtica convivencia humana, lo primero de todo es tratarnos como personas, y si personas como hermanos, y si hermanos como iguales.
Benjamín Forcano

2
¿Es democrático el derecho a decidir?
Si el independentismo triunfara una parte de la ciudadanía resultaría perjudicada

JUAN CLAUDIO DE RAMON (14 OCT 2104)

Uno de los aspectos que más llaman la atención en la crisis territorial es la asunción acrítica y casi automática de la izquierda del famosoderecho a decidir. Toda la izquierda catalana y buena parte de la española ha sancionado como justo y necesario el recurso al referéndum para dirimir la cuestión catalana, como si fuera expresión de una democracia quintaesenciada que sólo orates antediluvianos son incapaces de sentir y apreciar. Cuanto más a la izquierda más claro parece el asunto, y así comprobamos que en su página 31 el programa de Podemos zanja la cuestión en una línea. Esta: ?Reconocimiento del derecho de los distintos pueblos de Europa a constituirse como tales y decidir democráticamente su futuro??. Esto es, el derecho a decidir como algo autoevidente, que no necesita explicarse ni justificarse. La Tierra gira, el agua moja y los pueblos pueden decidir. Sin embargo, no deja de sorprender la facilidad con la que se asume un principio cuya aplicación cabal a los distintos pueblos de Españapodría devolver a la península Ibérica a su estado de fragmentación política del siglo XIII, y no digamos a Europa, liando de nuevo la madeja de jurisdicciones privativas que con tanta paciencia y sobresalto la modernidad ha devanado y todavía no del todo.

Sospecho que el aval al derecho a decidir proviene de su asociación retórica con la democracia, entendida esta como voto de la mayoría. Si votar es bueno, el derecho a decidir es bueno. Eso explica que ciertos personajes populares, poco o nada nacionalistas, se sientan, en el brete de ser preguntados, obligados a apoyar el derecho a decidir del pueblo catalán, del vasco y de todo quisque pueblo. A nadie le gusta ponerse morado y ser regañado por falta de talante democrático, de modo que ¡ea!: sea yo demócrata y perezca el mundo.

Propongo por un momento hacer de lo evidente algo dudoso. ¿De verdad es democrático el derecho a decidir? Decir que no hay democracia sin ley, como se hace insistentemente estos días, está bien, pero no nos informa sobre la naturaleza del ideal democrático ni de si el derecho a decidir es compatible con aquel. Para saberlo habría que determinar correctamente la esencia de la democracia, que es rastreable en la historia. Así, recordamos que en la Grecia antigua la figura del ciudadano, aquel que puede participar en las asambleas, se identificaba con la del propietario. Era así porque los derechos políticos traían aparejados deberes guerreros y sólo el poseedor de rentas podía armarse a sus expensas.

Pero cuando Atenas se abrió al mar y creó una flota tuvo necesidad de una gran cantidad de mano de obra combatiente, lo que provocó la concesión de la dignidad ciudadana a los marineros. Este acontecimiento determinó la ampliación de los beneficiarios de la ciudadanía, que ya no eran tan pocos, mereciendo el nuevo sistema el nombre de democracia. Pues bien, esto era la democracia hace 2.000 años y esto sigue siendo hoy: la extensión de la ciudadanía a los no propietarios. De modo más general decimos: ?democracia es la ampliación de la ciudadanía a cualquier miembro de la comunidad en una previa situación de inferioridad política??. El programa democrático a lo largo de la historia ha sido este: el de anular situaciones de subalternidad ?mujeres, pobres y esclavos? ampliando así el grupo de los ciudadanos revestidos de plenos derechos políticos y civiles. La abolición de la esclavitud, el sufragio universal masculino y femenino y la creación de los mecanismos de provisión de bienestar son hitos de ese programa. Democracia, insisto, es decir: en nuestra ciudad no hay ciudadanos de primera y de segunda; la lengua, el género, la raza o el nivel de ingresos no justifican diferencias en el catálogo de los derechos. Que este ideal se vea a menudo incumplido en la práctica no lo ha derribado como el ideal al que nos hemos atado.

La lengua, el género, la raza o el nivel de ingresos no justifican diferencias entre unos y otros
Ahora bien, lo que nunca nadie ha pretendido es que la democracia consista simplemente en el método de la votación para tomar decisiones, ni que todas las decisiones se hayan de tomar por votación. Sobre lo primero, ya sostiene Aristóteles, uno de los tempranos estudiosos de la democracia, que también en las oligarquías se vota; sobre lo segundo, es patente que todos los Estados democráticos sustraen no pocas cuestiones del ejercicio del voto. A veces en razón de su complejidad técnica; a veces ?y esto es lo interesante? porque la decisión podría vulnerar el propio ideal democrático. No hace falta remontarse al polémico ejemplo de dictaduras que han venido precedidas de elecciones. Hay otros ejemplos más a mano de cómo a veces se adoptan decisiones en referendos con un resultado que nos cuesta asumir como democrático, como cuando la sociedad de California votó a favor de prohibir el matrimonio homosexual. Pregunto: ¿fue ese ejercicio del derecho a decidir ?esa suerte de autodeterminación de los heterosexuales respecto de los homosexuales? ejemplo de democracia?

Volviendo al caso que nos preocupa, es claro que el triunfo de la tesis independentista comportaría no una ampliación sino un recorte del grupo beneficiario de la ciudadanía. Los otros españoles perderían los derechos políticos que hoy comparten con los catalanes, pasando a ser extranjeros. Un paso tan extremo podría, con todo, estar justificado: si en España la desigualdad desfigurara de modo cierto el ideal de la ciudadanía compartida. Si los catalanes o los vascos fueran hoy ciudadanos de segunda, perjudicados y persistentemente preteridos, la empresa de la secesión estaría moralmente justificada y podría merecer el sello de democrática. Los que no compartimos esa tesis estamos legitimados para sospechar que lo que ocurre nada tiene que ver con la democracia, sino con oscuras pulsiones etnicistas que no osan decir su nombre (aunque a veces sean cristalinas, como en el caso de la líder máxima, Carme Forcadell).

Es, sencillamente, una lucha cultural promovida por un grupo considerable de ciudadanos catalanes que no desean ser españoles ?y no es de extrañar, porque para bastantes catalanes España ya es sólo esa vieja fea y ladrona de la que se burlan en TV3?, al punto que querrían forzar a los que sí lo son o así se sienten a elegir o marcharse. Es una minoría amplia que, por el expediente de no haber querido cambiar de conversación en tres décadas, quizá haya convencido a una mayoría rasa de lo correcto de un empeño amparado en más pretextos que razones.
Lo que ocurre tiene que ver con oscuras pulsiones etnicistas 
que se disimulan.
Pueden ganar o pueden perder, pero, en mi opinión ?que no pretendo infalible?, ni defienden ni representan el ideal democrático.

3
«No me explico esta desafección a España de vascos y catalanes»

Santiago Ramón y Cajal

«Deprime y entristece el ánimo, el considerar la ingratitud de los vascos, cuya gran mayoría desea separarse de la Patria común. Hasta en la noble Navarra existe un partido separatista o nacionalista, robusto y bien organizado, junto con el Tradicionalista que enarbola todavía la vieja bandera de Dios, Patria y Rey.

En la Facultad de Medicina de Barcelona, todos los profesores, menos dos, son catalanes nacionalistas; por donde se explica la emigración de catedráticos y de estudiantes, que no llega hoy, según mis informes, al tercio de los matriculados en años anteriores. Casi todos los maestros dan la enseñanza en catalán con acuerdo y consejo tácitos del consabido Patronato, empeñado en catalanizar a todo trance una institución costeada por el Estado.

A guisa de explicaciones del desvío actual de las regiones periféricas, se han imaginado varias hipótesis, algunas con ínfulas filosóficas. No nos hagamos ilusiones. La causa real carece de idealidad y es puramente económica. El movimiento desintegrador surgió en 1900, y tuvo por causa principal, aunque no exclusiva, con relación a Cataluña, la pérdida irreparable del espléndido mercado colonial. En cuanto a los vascos, proceden por imitación gregaria. Resignémonos los idealistas impenitentes a soslayar raíces raciales o incompatibilidades ideológicas profundas, para contraernos a motivos prosaicos y circunstanciales.

¡Pobre Madrid, la supuesta aborrecida sede del imperialismo castellano! ¡Y pobre Castilla, la eterna abandonada por reyes y gobiernos! Ella, despojada primeramente de sus libertades, bajo el odioso despotismo de Carlos V, ayudado por los vascos, sufre ahora la amargura de ver cómo las provincias más vivas, mimadas y privilegiadas por el Estado, le echan en cara su centralismo avasallador.

No me explico este desafecto a España de Cataluña y Vasconia. Si recordaran la Historia y juzgaran imparcialmente a los castellanos, caerían en la cuenta de que su despego carece de fundamento moral, ni cabe explicarlo por móviles utilitarios. A este respecto, la amnesia de los vizcaitarras es algo incomprensible. Los cacareados Fueros, cuyo fundamento histórico es harto problemático, fueron ratificados por Carlos V en pago de la ayuda que le habían prestado los vizcaínos en Villalar, ¡estrangulando las libertades castellanas! ¡Cuánta ingratitud tendenciosa alberga el alma primitiva y sugestionable de los secuaces del vacuo y jactancioso Sabino Arana y del descomedido hermano que lo representa!

La lista interminable de subvenciones generosamente otorgadas a las provincias vascas constituye algo indignante. Las cifras globales son aterradoras. Y todo para congraciarse con una raza (sic) que corresponde a la magnanimidad castellana (los despreciables «maketos») con la más negra ingratitud.

A pesar de todo lo dicho, esperamos que en las regiones favorecidas por los Estatutos, prevalezca el buen sentido, sin llegar a situaciones de violencia y desmembraciones fatales para todos. Estamos convencidos de la sensatez catalana, aunque no se nos oculte que en los pueblos envenenados sistemáticamente durante más de tres decenios por la pasión o prejuicios seculares, son difíciles las actitudes ecuánimes y serenas.

No soy adversario, en principio, de la concesión de privilegios regionales, pero a condición de que no rocen en lo más mínimo el sagrado principio de la Unidad Nacional. Sean autónomas las regiones, mas sin comprometer la Hacienda del Estado. Sufráguese el costo de los servicios cedidos, sin menoscabo de un excedente razonable para los inexcusables gastos de soberanía.

La sinceridad me obliga a confesar que este movimiento centrífugo es peligroso, más que en sí mismo, en relación con la especial psicología de los pueblos hispanos. Preciso es recordar ?así lo proclama toda nuestra Historia? que somos incoherentes, indisciplinados, apasionadamente localistas, amén de tornadizos e imprevisores. El todo o nada es nuestra divisa. Nos falta el culto de la Patria Grande. Si España estuviera poblada de franceses e italianos, alemanes o británicos, mis alarmas por el futuro de España se disiparían. Porque estos pueblos sensatos saben sacrificar sus pequeñas querellas de campanario en aras de la concordia y del provecho común.

4

La muralla de Jordi Pujol

No basta una disculpa del expresidente catalán. Tiene que restituir
JOS? ANTONIO MARTÍN PALLÍN 
 
Es muy probable que Jordi Pujol, en su juventud, tuviese la oportunidad de ver la versión teatral o cinematográfica de la obra de Joaquín Calvo Sotelo (La muralla,1954) que agitó las estancadas aguas del debate intelectual de una dictadura que ofrecía a sus súbditos un desolador panorama. El tema resultaba vidrioso para los esquemas morales y políticos de la época. Un militar del bando vencedor consigue, con malas artes, apoderarse de una finca que pertenecía a uno de los vencidos. Cuando llega el final de sus días le asaltan sentimientos de culpa que desea borrar para salvar su alma. Consulta con un confesor que con arreglo a la ortodoxia cristiana le dice que no basta con el arrepentimiento, es necesaria la restitución de los bienes a sus legítimos dueños. Comenta esta solución a su muy cristiana familia que se opone rotundamente a esta posibilidad.
El protagonista, que por cierto se llama Jorge, va dilatando su decisión y muere, en una escena de alto contenido melodramático, interpretada a su estilo por Rafael Rivelles, en medio de angustiosos lamentos ante su condenación inminente. La familia aliviada por el desenlace recupera la calma.

Es evidente que la fortuna de Jordi Pujol y su familia tiene, por lo menos, unos orígenes turbios. Ahora bien el desenlace no puede pasar por un simple arrepentimiento, porque su protagonista no es un miembro más de la comunidad. Ha encarnado, en la oposición a la dictadura y en su papel protagonista en la Transición democrática, el papel que las circunstancias históricas reservan a personajes con una especial aureola ante sus conciudadanos. Representa un símbolo del catalanismo tradicional y supo potenciar su carisma interno como elemento estabilizador de la inestable política nacional, cuando el partido gobernante carecía de la mayoría absoluta. Era decisivo, y eso lo llevó a creerse intocable, fuese cual fuese su papel en las actividades económicas que desarrollaba su entorno familiar.

Pensó que cualquier irregularidad le estaba permitida. En 1984 estalló el escándalo del caso de la Banca Catalana. El entonces fiscal general del Estado, Luis Antonio Burón Barba, autorizó la presentación de la querella criminal por apropiación indebida, estafa y falsedad, que habían redactado los fiscales de Barcelona Villarejo y Mena.
Su reacción fue furibunda y grandilocuente. No se le estaba persiguiendo como banquero sino como encarnación de la Cataluña tradicional. Sin embargo, las claves que manejaba no explicaban la naturaleza del suceso. El Gobierno era socialista y los fiscales, de intachable trayectoria democrática. No solo la prensa y la opinión pública catalana se volcaron en la campaña victimista, también los sectores tradicionales del españolismo se pusieron paradójicamente a su lado y arremetieron contra los fiscales por sus conocidos antecedentes políticos de izquierdas. Sin embargo, los hechos eran difíciles de rebatir. La presión sobre el Gobierno socialista surtió efectos. El fiscal general del Estado decidió dimitir pero no consiguió que se diera orden de retirar la querella. El Pleno de la Audiencia Territorial de Cataluña, no sin disidencias minoritarias, archivó la causa.

El político ha reaccionado con insolencia, soberbia y prepotencia
El asunto judicial estaba zanjado, pero sus secuelas marcaron las costumbres políticas de nuestro país. Confirmada la impunidad de actividades delictivas, como cobrar comisiones por adjudicación de obra pública, la corrupción se instaló en la vida pública y la ética se batió en retirada.
Cuando se descubren sus actividades corruptas, Jordi Pujol reacciona con insolencia, soberbia y prepotencia. Cuando un personaje que tiene una aureola de estadista y referente político, queda al desnudo, la única salida digna pasa por restituir el producto del saqueo de las arcas públicas si quiere recuperar la dignidad perdida.

Su reacción, hasta el momento, ha sido la habitual en personas que se mueven por mundos de ese tipo. Procurarse, como es lógico, un buen abogado y exprimir al máximo todas las garantías del sistema. La reacción de querellase contra la Banca Andorrana, que posiblemente facilitó a la policía datos económicos, es simplemente bochornosa. Esgrimir las barreras de la privacidad y despreciar la transparencia es contradictorio con su imagen pública y con las obligaciones de una estadista. Está en su derecho, pero por mucho que consiga anular pruebas por falta de requisitos formales, las cuevas de Ali Baba siguen siendo un recinto de ladrones.

El estrambote final lo ha puesto, como en la obra La muralla, la familia. No solo la natural, también la política. Haber demorado su comparecencia en el Parlament catalán es una condescendencia que destruye la credibilidad institucional. Para que nada faltase, en el Parlamento nacional el partido gobernante le echa un capote oponiéndose a que el ministro de Hacienda facilitara datos sobre la amnistía fiscal. Esgrimir leyes previstas para las relaciones entre los particulares y la Administración tributaria como escudo en la sede de la soberanía nacional es, sencillamente, grotesco y desolador. ¿Dónde estuvieron los letrados de la Corte para informar de que la excusa no es posible ante una petición de los grupos políticos? Creo que no se ha calculado debidamente su repercusión externa. Los demócratas de la Unión Europea no pueden entender la sumisión de los valores constitucionales y la cultura democrática ante un asunto de esta envergadura política. Alguien piensa seriamente que un político extraído de ese caldo de cultivo puede presidir el Eurogrupo. ¿Conservamos alguna credibilidad y decencia democrática?
Señor Jordi Pujol, restituya. Es su única salida y su último servicio a la regeneración democrática por la que luchó en su juventud. El arrepentimiento no es suficiente.
José Antonio Martin Pallín es abogado, magistrado emérito del Tribunal Supremo y comisionado de la Comisión Internacional de Juristas (Ginebra).

5
Cataluña y el pensamiento mágico

El independentismo promete el paraíso en la tierra sin ningún coste

LAURA FREIXAS 27 SEP 2014
En un asombroso artículo publicado hace poco, un teólogo católico advertía del ?riesgo de una casi identificación práctica del cielo cristiano con un ideal político o nacional concreto??, es decir, la independencia de Cataluña (Salvador Pié, La Vanguardia, 1-9-14). ¿Exagera?… Les sugiero que vayan a ver una película que acaba de estrenarse, L’endemà (o busquen en Internet el vídeo Los García, Cataluña y el futuro de todos, cuyo mensaje viene a ser el mismo), y verán a qué se refiere.

Dirigida por Isona Passola, presidenta de la Academia Catalana de Cine, financiada por más de 8.000 personas mediantecrowdfunding y subvencionada por la Generalitat y TV3, L’endemà(?El día siguiente??) es un documental que pretende, dice, ?aclarar las dudas de los indecisos?? sobre la conveniencia de un Estado propio. Consiste en entrevistas a jueces, escritores, economistas y otros profesionales, que nos describen cómo será la Cataluña independiente. He aquí algunas de sus predicciones: ?Habrá más plazas en las guarderías??; ?Más inspectores fiscales??; ?Más jueces y mejor formados??; ?Una economía productiva, no especulativa??; ?Seremos la California de Europa??; ?El periodismo será más plural e independiente??; Nuestro presupuesto anual aumentará en ?16.000 millones, o sea cuatro veces más de lo que hemos recortado????

Es difícil, llegados a este punto, resistir la tentación de la ironía (??y nos bañaremos en piscinas de monedas de oro, no vamos a ser menos que el Tío Gilito) pero intentemos preguntarnos en serio en qué consiste la propuesta de L’endemà, es decir, el programa de la independencia.
Regularmente aparecen en la prensa catalana cartas de lectoras y lectores inquietos ante los interrogantes que plantearía la transición hacia un Estado propio: ¿qué pasaría con la deuda? ¿con las pensiones? ¿con la Unión Europea?… Ni que decir tiene qué responde L’endemà a todas esas preguntas: Catalunya permanecerá en la UE, por supuestísimo; las pensiones no solo se pagarán sino que subirán un 10% (sic), y en cuanto a la deuda, ¿qué deuda?, es el Reino de España quien la ha firmado, allá ellos. Muy bien, supongamos que nos lo creemos. Pero resuelta la transición, subsiste la pregunta: ¿transición hacia qué?

Hacia una sociedad próspera, democrática y moralmente ejemplar, deducimos de L’endemà. Sí, claro, pero ¿no aspira a eso mismo todo el mundo, cualquiera que sea su credo, su nación, su opción política? La cuestión es qué medidas concretas, económicas y políticas, aplicar para conseguirlo. Parece bastante difícil concebir un programa capaz de conducirnos a una situación tan ideal; y más difícil todavía teniendo en cuenta que deberían llevarlo a cabo partidos tan dispares ?pero hoy aliados en la propuesta independentista? como uno, Convergència, fundado por un banquero (Pujol) en un convento (Montserrat), y otro ?asambleario, socialista, económicamente sostenible y no patriarcal??, la CUP.
En la mejor tradición milenarista, la Generalitat insinúa profecías
Se trata, en fin, de la cuadratura del círculo. Y como aplicando el pensamiento racional es imposible convertir un círculo en cuadrado, el independentismo ha optado por sustituir la razón por otra cosa: el pensamiento mágico.

Cualquier nación, es cierto, utiliza elementos sagrados o mágicos (himnos, fechas, banderas) para dar calor emocional a algo tan frío como es un modelo de organización territorial. Pero el independentismo va mucho más allá. Multiplicando la frecuencia e intensidad de su uso, juega a fondo la carta irracional, en detrimento del debate de ideas. Este consistiría por ejemplo en preguntarse (como lo ha hecho Victoria Camps) si la mejor manera de fomentar el catalán es convertirlo en lengua oficial exclusiva de un Estado. Habría que investigar, ofrecer cifras, ejemplos (el caso de Andorra), razonamientos?? En vez de eso, el independentismo prefiere un mecanismo mucho más sencillo y que se está demostrando eficacísimo para movilizar a las masas: prometer paraísos y azuzar emociones.

No se trata de cuatro exaltados: Es la Generalitat la primera en recurrir sin vergüenza a la manipulación sentimental. Así, conmemora una fecha asociada a la guerra, 1714, cuando podría elegir otras que simbolizan la convivencia y que son sin duda alguna más relevantes para la Cataluña de hoy, como 1977: al fin y al cabo vivimos bajo la Generalitat, restablecida ese año, no bajo el Decreto de Nueva Planta. Nos lanza mensajes subliminales, como este del cartel que preside el Born, convertido en templo del independentismo: ?1714-2014: Viure lliures?? (?Vivir libres??, como si no lo fuéramos), o el que titula una exposición sobre el asedio a Barcelona en 1714: ?Fins aconseguir-ho!?? (?¡Hasta conseguirlo!??). Evoca a los catalanes fusilados por Franco (exposición «Cinc sentències de mort»), olvidando convenientemente que algunos de los mayores políticos (Cambó, Samaranch), escritores (Pla, D’Ors), artistas (Dalí)?? que ha dado Cataluña fueron franquistas hasta la médula. Retrata a Mas en un gesto que imita el de Moisés (pasado por Hollywood), bajo el lema épico ?La voluntat d’un poble??; El mismo Mas se dedica a avivar pasiones ?y no las más constructivas? hablando de las ?humillaciones y desprecios?? que supuestamente recibimos. En la mejor tradición milenarista, la Generalitat insinúa profecías (?Ara, la Història ens convoca??, lema oficial del tricentenario), insiste en misteriosas concordancias: 1714-2014; 11-9 (Diada), 9-11 (el referéndum); y llega a extremos tan pueriles como el detalle de que el mástil de la senyera situada junto al Born mide 17,14 metros.

Con razón se inquieta nuestro buen teólogo: el independentismo le hace la competencia. Al igual que algunos los proyectan en Dios y el paraíso, otros están proyectando en el Estado propio, como en una pantalla en blanco, todos sus sueños, sin las molestas trabas que al deseo pone la realidad. ¿Los costes de le independencia? Nulos: ?estaremos mejor, sin perder nada??, asegura uno de los entrevistados en L’endemà. ¿La escasez, base, por definición, de toda economía? Borrada de un plumazo: con 16.000 millones más (los que supuestamente nos expolian), habrá dinero para todo. ¿El conflicto, propio, por definición también, de la vida en sociedad? Resuelto con un golpe de varita mágica: en L’endemà los no independentistas simplemente no existen; en toda la película no aparece ni uno

Y así, exaltados por la unanimidad, arropados por el calor de las masas, uniformados de rojo y amarillo, confortados por la certeza de la propia bondad inmaculada, convencidos de que el Mal no es cosa nuestra, sino de un ente maléfico llamado España, que nos venció, nos fusiló, nos oprimió, nos expolia, nos desprecia, nos humilla y tiene la culpa de todo, embobados por himnos y banderas, adormecidos por la repetición de consignas y gritos de rigor, confiando ciegamente en un endemà que será Jauja, vamos siguiendo en fila, alegremente, a ese que toca la flauta.
Laura Freixas es escritora. Su último libro publicado es Una vida subterránea. Diario 1991-1994 (Errata Naturae)

6
¿Cataluñas? ¡Cataluña!

Hay mucho por hacer. No podemos perder más tiempo: pónganse manos a la obra

XAVIER VIDAL-FOLCH 9 NOV 2014
Mañana todos deben ser iguales. Los catalanes que participen hoy en lo que creen un festival democrático ?serán muchos? y los que rechacen acudir a lo que entienden como engañosa pantomima ?también muchos, seguramente más?. Todos iguales. Todos respetables, consideremos nobles o villanos sus impulsos, propósitos e ideas.
A partir de esta noche, la tarea más urgente del Gobierno de la Generalitat deberá ser restablecer el diálogo y la negociación con el Gobierno central: también a la inversa. Volver a la política es la tarea de Artur Mas, porque el resultado de hoy no será un mandato, no puede serlo de una votación informal, amateur y excluida de la legalidad. Y porque entonces, lo necesario es quebrar la parálisis a la que conduce la infértil dinámica movilización-silencio.
Y lo es de Mariano Rajoy porque el problema no se encauza con la sola ?aunque indispensable? apelación a la rule of law. Ni tampoco con la inversa invocación solitaria a votar. Democracia es la fusión de principio de legalidad y principio democrático. A partir de ya, acaben con la costumbre de tomarla en porciones.

Ocurra lo que ocurra hoy, cométanse los desafueros que se cometan ?siempre que sean dentro de un orden?, los meros fueras de juego del nacionalismo catalán ¿deben bastarle al nacionalismo español para inhibir el diálogo? Más que diálogo. Si el ultramontano José María Aznar estableció negociaciones formales directas con los terroristas de ETA (entonces les acarició llamándoles Movimiento Vasco de Liberación Nacional), ¿por qué el conservador tranquilo que es Rajoy no podría sentarse a la mesa con Mas, incluso con eldesobediente Mas? ¿Por terror a los Jiménez Losantos y demás beneficiarios de los tarjeteros negros de Caja Madrid, esa perfumada sucursal del aznarismo?

Artur Mas ha dañado a la Generalitat y a la cohesión de la nación catalana
Todo eso es esencial, aunque debiera ser obvio. Mientras Rajoy y Mas estén en sus puestos vienen obligados a pugnar por trenzar una lealtad federal entre instituciones que son nuestras, y de las que son meros inquilinos.
Pero si eso, recuperar la fluidez institucional para desenquistar el drama y devolverlo a problema, es lo más urgente, hay alguna tarea pendiente en la cuestión catalana mucho más trascendental.

A saber, rebobinar el proceso de euskaldunización de la política catalana perpetrado en los últimos años. Nada que ver con la violencia, no. Pero bastante con el lenguaje equívoco destinado a engañar a los ciudadanos al ablandar su significado para hacerlo más digerible (?consulta?? por referéndum; ?derecho a decidir?? por autodeterminación; ?Estado propio?? por independencia…), muchos de ellos importados de los años del peor vasquismo.
Más grave aún que el lenguaje es la transmutación que han ido experimentado los partidos catalanes. La Nación catalana era una construcción de ciudadanos portadores de identidades superpuestas; de una ?identidad integrada por múltiples pertenencias?? (Amin Maalouf, Identidades asesinas, Alianza, 1999). Era más bien la herencia de la tradición republicana francesa, frente al nacionalismo vasco hegemónico, de raigambre etnicista, orgánico, plasmación de un ?espíritu?? (volkgeist) superior a sus habitantes, a la alemana.

Con su catalanismo transversal, fraguado en el mestizaje de identidades compartidas, los partidos de la izquierda, el PSUC y luego Iniciativa, y el PSC, prestaron un servicio impagable a todos. Aunaron a gentes de orígenes geográficos y sociales diversos en una comunidad nacional cohesionada. Evitaron el apartheid escolar de otros lares, liderando la defensa del catalán vehicular y la dignidad de todos.
Hay que restaurar los valores conspicuos del catalanismo:  pactismo, respeto, ley, cosmopolitismo 

También el nacionalismo convencional contribuyó en parte a ello, al insistir en que el catalán lo era por espacio y vinculación: ?Es catalán quien vive y trabaja en Cataluña??, decía Jordi Pujol de día. Aunque de noche talibanes como Marta Ferrusola denostaban a los inmigrantes. Y racistas como Heribert Barrera (el patriarca lepeniano y pro-Haider de Esquerra) añadían que ?los negros?? tienen un cociente intelectual ?inferior al de los blancos??.
La transversalidad tan arduamente alcanzada, la identidad plural, la unidad cívica de la ciudadanía catalana han sufrido un embate sin parangón. Esta vez no por temas migratorios, sino de futuro político global. Y también de sentimientos: aquí una identidad exclusiva; allá, la otra. ¿Y enmedio?

Al reemplazar la cohesión social por el falso unitarismo de los soberanistas; al cebar al independentismo disfrazándolo de mero ejercicio del derecho a decidir; al yugular la neutralidad de su Administración forzando a los funcionarios al patrioterismo; al despotricar o ningunear a los unionistas y minusvalorar a los federales, condenado a la apatridia a los desafectos e inhibiéndose ante despreciables linchamientos (Raimon, Quim Brugué, Encarna Roca); al desafiar desde la maroma, no solo a la Constitución, sino también al Estatuto y a sus propias leyes, Artur Mas ha dañado más a la Generalitat y a la cohesión de la nación catalana que cualquiera de sus antecesores. Quizá salvo el ignaro canónigo Pau Claris en la rebelión de 1640.

Y ha engrasado así la maquinaria de destrucción del transversalismo, que tanto ha dividido a los partidos de izquierda. Y que al cabo amenaza (el virus siempre acaba llegando) con destruir el suyo, por si la contribución de los Pujol-Ferrusola, por sí sola, no bastase. Ha convertido una Cataluña, armoniosa en su pluralidad, en varias Cataluñas estancas y monolíticas que empiezan a emerger como enconadas entre sí.
Por eso tiene ahora Mas una magnífica ocasión de rectificar. De restaurar los equilibrios de la sociedad catalana y los valores conspicuos del catalanismo: pactismo, respeto, cosmopolitismo, ley. ¿Para qué? Para afianzar y aumentar el autogobierno. Y para acordar la corrección de aquello en que la cuestión catalana es también el problema español.

¿Lo es? Sólo una píldora: la legislación española desde 1978 la fabricaron principalmente el PSOE y el PP, casi por mitades. Pero en ambos casos, quizá al 90%, con el concurso de CiU. ¿Es ese un Estado enemigo de los nacionalistas catalanes? ¿Acaso son estos enemigos de sí mismos?
Y, sin embargo, en estos cuatro decenios, ninguna de las instituciones comunes de primer rango (Gobierno, Congreso, Senado, Tribunal Constitucional, Supremo, de Cuentas, Consejo de Estado) la presidió un catalán, salvo el leridano Landelino Lavilla, que no procedía de la política catalana.
Hay mucho por hacer, no solo en lo político. No podemos permitirnos perder más tiempo. Pónganse manos a la obra.

7
El 9-N genuino
El muro de Berlín era para no dejar salir, los muros actuales son para impedir entrar

JOSEP RAMONEDA 9 NOV 2014
Que nuestras cuitas particulares no nos hagan olvidar el verdadero valor de cada fecha. El 9-N de 1989 inesperadamente se abrió el muro de Berlín, sin que ningún gobernante diera una orden expresa. Tan impensable era lo que estaba pasando que cuando miles de personas del Este estaban ya cruzando el Muro, muchos de sus conciudadanos, en sus casas, seguían sin creer que pudiera llegar este momento. Se dijo que aquel día acabó el siglo XX, que ha sido llamado también como el siglo de América. Estados Unidos imponía su dominio y salía triunfante de la Guerra Fría. Pero la caída del Muro fue una inundación, en expresión de Iván de la Nuez, que alcanzó a todos. Algunos proclamaron precipitadamente el fin de la historia, como si bajo la hegemonía del modelo liberal occidental hubiese llegado el momento de sustituir la política por la administración de las cosas. Nacía un ciclo histórico que quizás empezó a escribir su final a partir de la crisis de 2008.

De aquella inundación emergieron nuevos parámetros para estructurar las sociedades europeas. La utopía cambió de lado. Se eclipsaron las fantasías revolucionarias y, en cambio, se desplegó la creencia en que una economía globalizada de la mano del poder financiero no tenía límites. El mundo al revés: el dinero construyendo un mundo a su medida, cada vez más alejado de la realidad, los movimientos sociales dejando de pedir la luna y reclamando soluciones concretas para garantizar una vida digna a las personas.

Nos dijeron que la crisis era una oportunidad para cambiar las cosas. Pero la terapia ha sido brutalmente destructiva
La política institucional quedó fragilizada por su falta de autonomía respecto del capital y por su incapacidad para defender el interés de la mayoría. El hundimiento de la socialdemocracia europea selló el cambio de modelo. La caída del Muro facilitó la consolidación de la hegemonía conservadora, con sus efectos desocializadores y su reduccionismo economicista. Y la socialdemocracia perdió la capacidad mediadora que había sido su fuerza, para acabar adosada a la derecha. El poder económico no sentía presión alguna que le obligara a hacer concesiones

A pesar de su triunfo en la Guerra Fría, Estados Unidos ha ido perdiendo su hegemonía de pueblo escogido, arruinada en guerras absurdas, y desafiada por la venganza de las potencias antaño humilladas. Vuelve Rusia, vuelve China, vuelve India. Celebramos la caída del Muro como lo que fue, un momento de apoteosis de la libertad, y, sin embargo, desde entonces los muros se han multiplicado en todas partes, con una diferencia: el muro de Berlín era para no dejar salir, los muros actuales son para impedir entrar

En fin, la crisis económica ha revelado la realidad que se escondía debajo de la utopía neoliberal: el crecimiento exponencial de las desigualdades; el endeudamiento como instrumento de control social; y una globalización que fragmenta más que agrupa.
Nos dijeron que la crisis era una oportunidad para cambiar las cosas. Pero la terapia ha sido brutalmente destructiva. Por fin, la ciudadanía empuja. ¿Se abrirán los blindados espacios de la política oficial?

8
Rajoy: el mayor traidor a sus votantes de Europa
MI?RCOLES 01 DE OCTUBRE DE 2014 23:00
 
Por Roberto Centeno*
Si alguien en su ceguera todavía tenía alguna duda sobre la mendacidad y la total perversión política y moral de Mariano Rajoy, creo que la pasada semana se le habrá caído la venda de los ojos. Rajoy es la segunda plaga bíblica después de Zapatero que asola este desgraciado país. Es igual pero en pusilánime, y además está yendo mucho más lejos en la destrucción económica, política y moral de la nación española. A lo que se añade la destrucción de la más sólida estructura social que España ha tenido jamás basada en una amplia clase media que pasó del 24% en 1936 al 56% en 1975, que hoy ha caído al 43% y está siendo sustituida por una sociedad tercermundista dual. Rajoy ha demostrado que es una persona sin principios ni valores a quien solo importa el poder. Y con tal de mantenerlo no duda en traicionar a sus votantes, a su Patria y a quien sea menester.

Zapatero era un indocumentado, un sectario y un radical. Tan indocumentado que osaba negar la existencia de España, una de las unidades políticas más antiguas del mundo, algo propio de un iletrado o un demente. Tan ignorante que nunca supo, ni él ni Solbes, por qué España crecía en los primeros años de su mandato y mucho menos por qué se hundía después. Tan demente o tan felón que dijo que aceptaría cualquier Estatut que viniera de Cataluña. Pero Zapatero nunca traicionó a sus votantes. Rajoy era diferente, su gente sabía perfectamente lo que había que hacer para salir de la crisis: bajar impuestos y no gastar más de lo que se ingresa. No pactar con terroristas, ilegalizar sus franquicias y hacer cumplir la Constitución y la Ley. Esto lo dijo y prometió por activa y por pasiva. Ha hecho justo lo contrario.

Traidor a sus votantes y traidor a España
Empecemos por la pasada semana. Su última gran traición, una traición sin excusas ni paliativos a su programa electoral y a sus votantes, ha sido la retirada de la nueva ley del aborto y la confirmación de la monstruosa ley de Zapatero-Aído, que permite como en ningún otro país civilizado el asesinato indiscriminado de los no nacidos de hasta ocho meses. Una ley que el propio PP recurriría ante el Constitucional por estimar que vulneraba derechos fundamentales de las personas, ¡y que ahora se traga íntegra, en lugar de derogarla y volver al menos a la ley de Felipe González y Aznar, con algunos retoques para evitar coladeros! Rajoy insulta además a la inteligencia de los españoles afirmando que necesita mayor consenso, cuando ha aprobado la mayoría de leyes sin consenso alguno y la sectaria pareja ZP-Aído se pasarían el consenso por ahí.

Pero lo más pavoroso han sido sus motivaciones. A Rajoy le importan un pimiento los miles de niños no nacidos que van a ser asesinados con la cobertura legal de la ley más inhumana del mundo civilizado. Le importan un pimiento la moral y las promesas hechas a sus electores, a los que ignora porque piensa que solo pueden votarle a él. ?nicamente le importa el poder. Su gran oráculo Arriola, que ha asesorado a todos los mediocres del PP en los últimos 20 años, a quienes explica siempre por qué no se cumple nunca lo que él les había asegurado que se iba a cumplir, le ha dicho ahora que el retirar la nueva ley del aborto le proporcionará más votos de los que le quitaba. No arrancará un solo voto a la izquierda y ya se está produciendo una desafección masiva en el PP. Y aquí hay que gritar un olé al obispo de Alcalá al llamar a no votar más al PP y sí a un partido que defienda los valores cristianos, ante el vergonzoso silencio de la Conferencia Episcopal, que, a la espera de un canal de TV, mete los valores cristianos bajo la alfombra.

Y por si esto no fuera ya bastante, nombra ministro de Justicia a Rafael Catalá, un total ignorante en cuestiones jurídicas, dispuesto a bajarse los pantalones ante el separatismo catalán y a cargarse la Constitución para adaptarla a la ?sensibilidad?? de 3 millones de catalanes en contra de la de los 43 millones restantes. Es lo mismo que si un ministro propusiera cambiar el clima para no herir la sensibilidad primaveral de los alérgicos. Para este irresponsable lo importante no es que se cumpla la ley y que esta sea igual para todos los españoles, nada más lejos. Está encantado de que los separatistas no la cumplan, de la prohibición de ser escolarizado en castellano y de la persecución de todo lo español. Siendo secretario de Estado de Infraestructuras cuando ocurrió el accidente del Alvia, que costó 80 muertos y 140 heridos, no hizo absolutamente nada por depurar responsabilidades, solo mintió en todo y a todos. Encomendar a este temperamento ideológico y cínico la Administración de Justicia es tanto como confiar la sanidad pública a un curandero de sensibilidades.

Y luego ya el acabose. La forma en que este pusilánime ha dejado pudrirse el tema catalán puesto en marcha por el Estatut de Zapateroha sido tan manifiestamente desastrosa que ha caído cuando menos en el delito de colaboración tácita, pero inequívoca, de conspiración para la sedición de Cataluña. Es decir, un gravísimo delito contra la estabilidad y seguridad del Estado español. Rajoy ha cerrado los ojos desde el principio al flagrante incumplimiento de la ley constitucional por los separatistas, sin mover un solo dedo para garantizar su cumplimiento como era su obligación como presidente de la nación. Tan acostumbrados estamos a su desidia y a su irresponsabilidad en la defensa de la unidad de España que a nadie extraña hoy que haya mirado hacia otro lado mientras los separatistas iniciaban una escalada verbal y de hechos consumados para la separación.

Si no había otro remedio lo habría sabido dos meses antes, y en consecuencia mintió conscientemente a sus electores para conseguir el poder. Igual que hoy con los fraudulentos PGE-2015, el engaño más grande jamás contado. Prevé que los gastos superen a los ingresos en solo un 15%. Y ocurre que, según los datos de Contabilidad Nacional a julio 2014, ¡los gastos del Estado superaban a los ingresos en un 45,6%! ¿Va a cambiar la situación cuando el crecimiento se haya hundido en el tercer trimestre o a gastar acaso menos de lo que ingresan el resto de Administraciones para compensar? La falsedad de las cifras es asombrosa.

Pero es que había algo peor: ¿cómo nadie que no sea un tramposo de la peor especie puede afirmar sin que se la caiga la cara de vergüenza que en un presupuesto de gasto de 470.000 millones de euros, donde solo 36.000 millones son duplicidades entre Administraciones, es imposible recortar 6.000 millones de euros? Pero esa sería su línea de gobierno desde entonces: el nepotismo más descarnado jamás conocido. Colocó a más de 100.000 ineptos de su partido en solo tres meses, muchos con sueldos que superan los 60.000 euros anuales. Sobre este gasto tan disparatado como despótico dijo ?eso ni se toca??.

Se tocan las becas, se toca el gasto social, se condena al hambre a cientos de miles de niños recortando las ayudas comedor, pero el gasto de los enchufados, los suyos y los de toda la casta política, ?ni se toca??. En la misma línea prometió en campaña reducir a la mitad las 3.600 empresas públicas, ese cáncer donde parasitan más de 400.000 enchufados, con una deuda que supera los 50.000 millones y de cuyo gasto nadie explica nada. Solo ?cerraría?? unas decenas. Pero, ¿cómo?¿Poniendo a estos parásitos en la calle? En absoluto. Fusionándolas con otras.

Prometió ilegalizar todas las franquicias de ETA a las que Zapatero, en un acto rayano en la alta traición, entregó el poder en Guipúzcoa. No solo no lo hizo, sino que siguió negociando con ETA. Igual que su predecesor, renunció a aniquilarla, que es lo que han hecho todos los Gobiernos europeos con sus organizaciones terroristas. El caso Bolinaga sería la culminación de su cobardía insuperable y de su traición no solo a sus electores, sino sobre todo a las víctimas de estos asesinos. Se infló a decir por activa y por pasiva que ?no se puede gastar más de lo que se ingresa, eso es un auténtico disparate??, en referencia al creciente endeudamiento del Gobierno socialista. Lo que hizo en realidad fue pavoroso: endeudar en más de 400.000 millones de euros, la mayor cifra de nuestra historia económica y doble de la del indigente mental, destruyendo así el futuro de varias generaciones de españoles. Esto no es solo otra traición, esto es de juzgado de guardia. Y este año se incurrirá en un déficit mayor aún que el de 2013.

Y todo ello con qué fin. Para salvar de la ruina a un sistema financiero incompetente y corrupto que tendría que haber sido cerrado en un 50%.Para salvar de la ruina a varios de los grandes oligarcas del Ibex. Y para mantener en funcionamiento un modelo de Estado inviable y corrupto, base de su poder, donde la parte más escandalosa son las duplicidades entre Administraciones que siguen intactas, los miles de coches oficiales, las oficinas de lujo y los dos millones de empleados públicos nombrados a dedo por la casta política. Para financiar todo esto, recortaría brutalmente el gasto social y elevaría los impuestos estatales, autonómicos y municipales a un nivel confiscatorio, mientras permitiría a los monopolios (gas, electricidad, productos petrolíferos) elevar los precios de sus productos y servicios al nivel más alto de Europa.
*Economista
Fuente: El Confidencial