El Panamá América, 28 de junio de 2008
El sector agrícola panameño está inmerso en una crisis histórica existencial. Las causas o los orígenes de la misma no son, como pretenden hacer ver algunos, el aumento del petróleo, la situación ambiental o la crisis económica mundial. Estos factores recientes vienen a hacer más crítica y notable el problema local, pero no son la causa verdadera. Hay países pequeños con sectores agropecuarios productivos y eficientes, con una investigación agrícola productiva y útil, con autosuficiencia en alimentos y que, además, exportan.
Ahora, después que la crisis es evidente, son numerosos los que proponen y plantean medidas de salvación y remedio. Nunca hicieron estas propuestas a tiempo cuando la crisis era evidente y se podía manejar, ya que muchos formaban parte del sistema responsable de esa crisis. Además, en su mayoría, son propuestas demagógicas y absurdas, hechas desde oficinas refrigeradas.
Algunos, que no sabría decir si son demasiado ingenuos o demasiado astutos, pretenden que con subsidios millonarios al sector agropecuario, se resolvería la crisis de la producción de alimentos. Realmente sólo resolvería el problema económico de unos cuantos importadores, a cambio de un estado político de ficción económica, como lo es el programa Compita, y las importaciones privilegiadas no-compita de algunos avivatos.
Se engañan los que creen que el problema es administrativo y también los que creen que es sólo de investigación y tecnología. A la fecha, 20 años de investigación agrícola no han proporcionado nada realmente útil al sector agropecuario, lo que es indiscutible, ya que los hechos, la realidad nacional axial lo demuestra sin dudas. Más dinero invertido en esta maquinaria improductiva sería dinero quemado inútilmente.
Existen dos causas reales de la crisis del sector agropecuario: 1) Una política económica equivocada hacia el sector. No se protegieron adecuadamente los insumos de la producción agropecuaria, y éstos se dispararon a más del 300%, incluyendo el diésel y fertilizantes. Los costos de producción subieron a niveles no factibles sin un aumento equivalente del producto. Las importaciones de productos más baratos, colocados en el mercado a un precio menor que los locales (Compita, etc.) provocaron la retirada del sector productivo local de un porcentaje importante de agricultores. Paralelamente, el Gobierno promueve y estimula a que los agricultores dejen de plantar granos básicos y hortalizas para que produzcan rubros «exportables», como melón, sandía, piña, zapallo, etc. Con esto se reduce aún más la superficie plantada con alimentos básicos.
Al disminuir la oferta y aumentar la demanda, los precios se disparan y la canasta básica supera ampliamente el salario mínimo, lo que es una señal inequívoca de una grave crisis socio-económica.
La otra causa es el factor humano. Es evidente que el Gobierno tiene que cambiar el sistema, que ha fallado desastrosamente. Si no lo hace, ninguna cantidad de dinero, ni de equipo, podría remediar la situación. Nuestra investigación agropecuaria debe generar insumos (variedades, semillas) y tecnologías verdaderamente nuevas y útiles, que contribuyan a mejorar la producción y productividad de cada cultivo. Para esto, el IDIAP debe pasar por una reingeniería total, que lo convierta en un instituto de investigación, en el que trabajen científicos investigadores, sujetos a auditorías técnicas y administrativas constantes en la producción de resultados útiles y provechosos.
Hasta ahora, lo que se ha hecho al respecto es muy poco y demasiado tarde
eesquivel_rios@hotmail.com
(Información recibida de la red mundial de comunidades eclesiales de base)