La frase es de Juan Pablo II y constituye la severa respuesta pontificia a la hecatombe que en el año 2002 se registraba en Estados Unidos, con la explosión de casos de pederastia. En ese contexto, Juan Pablo II convocó a un encuentro interdicasterial con los cardenales de Estados Unidos, reuniendo a 24 cardenales y obispos.
Al concluir dicho encuentro, el 23 de abril de 2002, el Papa dirigió un discurso donde manifestó aquella expresión, que ha quedado grabada en la memoria eclesial como una severa advertencia para los abusadores. ··· Ver noticia ···
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