Esta frase proviene del libro ?Teoría King Kong??, de Virgine Despentes (2006), y la autora hace referencia a la mentalidad de un violador y a cómo percibe la agresión sexual, ¿divagaciones de una escritora irreverente y punk? Desafortunadamente casos como el de la llamada ?Manada?? dan actualidad a afirmaciones como esta.
Este caso u otros como los que se encuentran detrás el del movimiento #Metoo, surgido a partir de las denuncias por acoso sexual en contra del poderoso productor de Hollywood Harvey Weinstein, nos llevan a reflexionar sobre la existencia de la llamada ?cultura de la violación??
¿Una violación es un resultado aleatorio como el de otros delitos? ¿??El flirteo insistente o torpe no es un delito, ni la caballerosidad una agresión machista??, como afirman las detractoras francesas de #Metoo? ??No es no, Madrid libre de violencias machistas??, campaña del Ayuntamiento, ¿no a qué?
Si hay algo en común en todas estas declaraciones es la evidencia de que, detrás de una violación, existe un problema social y cultural que está relacionado con las actitudes sociales sobre el género y la sexualidad. Efectivamente, a diferencia de lo que ocurre en el caso de otros delitos como el terrorismo o el asesinato, en torno a una violación existen discusiones en torno a la culpa de la víctima, incluso por parte de las autoridades, por no haber huido a tiempo, por someterse, o por rehacer su vida después. Existen expresiones de trivialización de la violencia sexual, relacionadas, por ejemplo, con la indumentaria de la víctima, o incluso su negación si no se ajusta a los estereotipos de una violación violenta.
Basta citar como ejemplos el mismo caso de la ?Manada??, donde un magistrado a cargo admitió como prueba el seguimiento que un detectivo hizo a la víctima durante los meses posteriores a la violación, a petición de uno de los acusados, para probar que llevaba una vida normal. O el de la juez de Vitoria que en 2016 fue capaz de preguntar a una mujer violada si cerró bien las piernas, destacando que se trataba de una magistrada precisamente de la jurisdicción de violencia de género, como denunció la asociación Clara Campoamor.
En esta misma línea, la información que generalmente se puede obtener en las escuelas o agencias públicas da un énfasis a las técnicas de ?cómo no ser violada??, en vez de ?cómo no ser violador.?? Esto es problemático por el estigma creado y dirigido contra las víctimas, en detrimento de la responsabilidad de los violadores.
La definición de la Real Academia Española de ?patriarcado??, en su acepción sociológica, es la de organización social primitiva donde la autoridad es ejercida por un varón jefe. El concepto se ha extendido a las organizaciones sociales en las que existe un desequilibrio de poder entre varones y mujeres, en favor de los primeros. La división sexual del trabajo (con las mujeres a cargo del trabajo no remunerado y de los quehaceres domésticos, o de los empleos de bajo sueldo), y la falta de independencia económica, dan lugar a que los hombres puedan apropiarse, por medios pacíficos o violentos, de la fuerza productiva y reproductiva de las mujeres. Desde esta perspectiva, la vinculación del sistema patriarcal con la violencia doméstica y el acoso sexual es bastante evidente.
La misma problemática está detrás de situaciones como los recientes escándalos sexuales que han protagonizado ONGs o los cascos azules de Naciones Unidas, mezcladas además con una evidente discriminación de raza. También es el caso del turismo sexual. ¿Realmente se puede sostener que la toma de conciencia sobre la violencia sexual contra las mujeres favorece posiciones en contra de la libertad sexual?
En el fondo se trata en todos los casos de la normalización de conductas violentas que, a su vez, sistematizan la división de poder entre hombres y mujeres. ¿Resulta excesivamente radical esta conclusión? ¿Sería injusto pensar que los hombres son conscientes de que ellos sí pueden sentirse poderosos por la calle, sin necesidad de mirar detrás de su hombro, gracias a un «statu quo» inicuo que determina que son las mujeres quienes deben tener cuidado?
No es no, y eso es válido para cualquier forma de violencia o expresión de desigualdad entre víctima y victimario.