«La ignominia de la Humanidad es la pobreza, pero el populismo no resulta ninguna solución» «La justicia no es dar a cada uno lo suyo, sino entregar a cada uno lo que necesita para vivir con dignidad»
Dejó el viejo palacio y las alfombras por la misión y la ayuda al desheredado. Nicolás Castellanos, leonés y obispo dimisionario de Palencia, practica el mensaje evangélico en Bolivia. Palabra y obra. Allí (en Santa Cruz de la Sierra, en el barrio de Plan 3.000, donde reside desde enero de 1992) erigió la Fundación Hombres Nuevos, que preside. Escuelas, comedores… Dar dignidad al pobre: a través de la educación y el trabajo. Es activo, llano, directo. La vocación sacerdotal tiene, en este caso, una vocación social. Predica con el ejemplo. Su labor fue reconocida con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998.
JES?S HERNÁNDEZ. – ¿Nicolás Castellanos, que prefirió el ser al tener, es un samaritano del siglo XXI?
– Todos los creyentes y seguidores de Jesús debemos ser samaritanos. Es lo que define a la Iglesia. Yo intento ser samaritano en un mundo muy empobrecido.
– ¿Predicar con el ejemplo es la mejor pastoral?
– Sí. Porque son más necesarios los testigos que los maestros.
– Las labores de la Fundación Hombre Nuevo, en Santa Cruz. Quince años. Mucho hecho y mucho por hacer. Sobre todo, en el campo educativo. ¿Qué distingue a los valores evangélicos de otros valores (más laicos)?
– Si son valores, ya son evangélicos. La solidaridad, el compartir, el perdón, la compasión…son valores cristianos. Todo valor auténtico también lo es cristiano.
– Escuelas, comedores… Se trata de mejorar la calidad de vida de los más pobres. ¿La primera obra de misericordia es enseñar al que no sabe o dar de comer al hambriento?– Las dos tienen primacía. Nosotros siempre partimos de un proyecto integral. Asumimos la persona del pobre, y éste tiene que satisfacer todas las necesidades: físicas, espirituales y biológicas. Si es creyente, hay que ofrecerle un templo; si el niño carece de escuela, hay que construir un centro educativo; si tiene hambre, hay que darle de comer. Sin embargo, debe buscarse la promoción integral de la persona.
– «Tanto tienes, tanto vales». La cultura de la solidaridad no pasa, con frecuencia, de buenos propósitos. Ante una nueva situación, ¿también nuevos valores?– No. Los valores siempre son los mismos. Lo importante es que nuestras actitudes se conviertan y seamos capaces de apostar por todos. Y no de manera teórica, sino práctica. Un Premio Nobel de Economía afirmaba recientemente que la extrema pobreza podía desaparecer en el mundo en veinte años si los políticos, las instituciones, las empresas, las personas diéramos el uno por ciento de nuestro presupuesto… Importa la existencia de una sensibilidad de solidaridad.
– ¿Cuál es la riqueza de los pobres?… ¿Sólo su dignidad?
– Ah, ése es el mensaje. Si vamos al mundo de los pobres, debemos acudir con una actitud de ser condiscípulos en la misma escuela. Llevo 17 años en un barrio marginal, entre los humildes, y es más lo que aprendes que lo que enseñas. En mi zona, unos hijos quedan sin padres y, entonces, son repartidos entre los vecinos. Y los tratan igual que a los suyos. Eso es solidaridad y compartir riqueza en la pobreza.
– ¿Estar con los pobres también es ponerse, evangélicamente, de parte de los pobres?– Sí, sí… Tú nunca vas a ser pobre como ellos. Por eso te piden que seas solidario con sus causas. Lo primero de todo es amar, escuchar, estar cerca, dialogar… Y, juntos, buscar soluciones. Nosotros aplicamos un principio: nada para el pobre, sino todo con el pobre. Allí no regalamos nada. Todo el mundo tiene que comprometerse, que implicarse y, en unión, indagar remedios a los problemas de salud, de educación…
– ¿La pobreza es la peor de las dictaduras?– La ignominia de la Humanidad es la pobreza. Es la dictadura mayor. Yo vivo en medio de gente que pasa hambre, y es una dictadura que causa un gran daño. Nuestro sueño es, desde el Evangelio, que todas las personas del mundo puedan hacer tres comidas al día, como los demás.
– ¿Acaso el populismo político no se aprovecha de esa situación?
– Efectivamente. Esos populismos no resuelven nada. Porque no tienen en cuenta la dignidad de la persona, quieren hacer un discurso único (para que unos pocos se aprovechen y los demás sigan sumidos en la pobreza y en la miseria). No tiene sentido que la gente pase hambre. Qué revolución es ésa. El populismo no es ninguna solución.
– Benedicto XVI habla de una «ideología del bienestar». Por el contrario, si se mira a algunas zonas del Tercer Mundo, parece que también existe una ideología de la necesidad.
– Hay que hablar más del bien-ser que del bien-estar. Eso es fundamental. Lo mismo que el ser es antes que el tener. Nosotros hemos de ir a esa cultura del bien-ser, que después se proyecte en obras, gestos, signos de solidaridad, para que se realice la justicia. Porque la justicia no es dar a cada uno lo suyo, sino entregar a cada uno lo que necesita para vivir con dignidad.
– ¿Los pobres de Bolivia son menos pobres con Evo Morales?
– Por desgracia, no. Te expongo dos ejemplos. Hace 4 ó 5 meses, con un «boliviano» -moneda que equivale a la décima parte de un euro- podían comprase seis panes. En la actualidad, sólo se adquieren tres. El arroz es el producto-base de la alimentación. Un kilo valía 4 «bolivianos» hace quince días. Ahora cuesta 10… Eso quiere decir que ahora se vive peor que antes.
– El ignorante es más fácilmente manipulable. Porque así se nota menos el chanchullo y la injusticia. ¿Los gobiernos practican mucho esa política?– Hay un millón de niños sin escolarizar en el país. Y el 14 por ciento de la población se halla en la categoría de analfabetos absolutos. Los funcionales representan el 42. Parece que a los gobernantes y a la clase pudiente les interesa que el pueblo sea ignorante, para manipularle mejor. Un pueblo culto, preparado, resuelve los problemas económicos y sociales. Si no lo es…
– ¿Está justificada la emergencia de los movimientos indigenistas?– No pueden seguir en la opresión en la que han vivido durante tanto tiempo. Hace falta una política que tenga en cuenta a las distintas etnias para que esas personas puedan subsistir dignamente. Y sólo hay una manera para que el indígena deje de ser indigente: producir riqueza y, después, distribuirla bien.
– ¿Los líderes indigenistas, los líderes populistas tienen algo -algún tic- de fundamentalistas?
– Puede ser. Pero tiene su explicación: siempre han estado aplastados. Es lógico. Y eso sólo se resuelve con la educación, la cultura y la elevación de la autoestima.
– Inversiones de empresas multinacionales en países subdesarrollados. ¿Siempre ganan unos y otros?– No. La primera reforma de Evo Morales fue positiva, porque no hay derecho a que las multinacionales se lleven -parece que se llevaban- el 82% y sólo dejen el 18. Ahora las cosas se han nivelado. Si una empresa va a un país, es porque quiere ganar. Pero que su acción tenga un efecto liberador, productivo para la nación en la que se asienta.
– La Iglesia es una y diversa (en sus espiritualidades). Eso la fortalece más que la debilita. Sin embargo, da la sensación -en la jerarquía- de que existe miedo al pluralismo.
– Yo también percibo eso. Da la impresión, al menos en España, de que existe miedo al pluralismo. Y no es cierto. El Concilio Vaticano II nos da un principio de inspiración agustiniana, que señala: «Unidad en lo esencial; en la duda, libertad; en todo, caridad». La Iglesia apostólica, de los primeros siglos, era una y diversa. No hay que tener miedo al pluralismo. Es más: las diversidades son un enriquecimiento si están orientadas hacia la unidad.
– Da la sensación, también, de que a veces a la Iglesia le cuesta comprender la realidad.
– Desde mi experiencia, creo que no. Sin embargo, puede dar la impresión de que no somos realistas, de que carecemos de la sensibilidad para captar los nuevos signos de esta época. Estos, así lo pide el Concilio, deben ser interpretados a la luz del Evangelio, para que podamos ofrecer respuestas a las grandes interrogantes de la vida y de la muerte. Ahí existe una cuestión de discernimiento. Y éste se hace a base de mucha oración y, también, de mucho diálogo. Y dialogar no es solamente dar nuestra opinión, sino escuchar el criterio de los otros. Parece que hemos olvidado el dicho clásico: «Vox populi, vox Dei». Hay que recuperar la voz del pueblo, todos hemos de dejarnos interpelar. El Espíritu habla a través de los pastores y, también, de los laicos.
– Y produce la misma sensación: la Iglesia europea «ha burocratizado» a Dios. ¿Es una falsa impresión?– En el Sur, Dios es alguien para la gente. Aquí, en Europa, se trata de un ser lejano, distante. En la cultura actual, parece que molesta y estorba. Y, sin embargo, es el que apuesta por el hombre y, sobre todo, por los pobres.
– La Roma vaticana o el Tercer Mundo: ¿dónde huele más a Evangelio?– Qué complicado… En el Tercer mundo, aquello huele a Evangelio. Allí se vive, hay experiencia de Evangelio. La Iglesia tiene tanta credibilidad en Bolivia porque las religiosas, los sacerdotes y los obispos están comprometidos con el pueblo. Un diputado de aquel país, equivalente ideológicamente a IU en España, me decía que si la Iglesia abandonara todas sus obras, el Estado boliviano se quedaba sin proyecto social. La cercanía y la pasión por los pobres y la justicia en el mundo tienen que definir al cristiano.
– ¿Cristo estaría contento con la actual jerarquía eclesial?
– Qué quieres que te diga… Todos los obispos son santos y buenos. Habría que preguntárselo a Dios.
– ¿La Memoria Histórica puede reabrir heridas, como apuntan algunos de sus ex compañeros de Episcopado?
– Yo creo que ha sido muy positivo el discurso del presidente de la CEE. Considero que debe recuperarse aquel talante de Tarancón: de dialogar, de escuchar, de buscar juntos soluciones a los problemas. Y, también, intentar que no se abran heridas, porque eso no conduce a nada… Me parece muy bien lo de pedir perdón, como lo ha hecho monseñor Ricardo Blázquez. No hay que buscar las confrontaciones.
– Sin diálogo no hay concordia. Reconciliación. República y Guerra Civil. La Iglesia debe pedir perdón. ¿La izquierda también debe hacer lo mismo por el asesinato de sacerdotes y religiosos?
– Todos. Eso no es propio ni de izquierdas ni de derechas. La persona que comete un error debe ser humilde para pedir perdón… En este caso, un perdón mutuo.
– ¿Todavía se mira hacia atrás con odio?
– Ultimamente se ha abierto ahí… Yo creo, sin embargo, que las generaciones jóvenes lo tienen olvidado. La gente mira más al futuro que al pasado.
– ¿Por qué se acepta tan mal la verdad del otro?
– En el fondo, por falta de madurez humana. Nos hallamos sumidos en nuestro egocentrismo, y creemos que estamos y poseemos toda la verdad. No nos percatamos de que el otro tiene la suya, y que se debe dialogar con esa verdad. Porque juntos llegaremos a una verdad más completa.
– ¿Tiene la sensación de que el socialismo español es anticlerical?
– Personalmente, creo que no. Hemos realizado grandes obras
sociales con gobiernos de ese signo político. Disponemos de grandes obras sociales donde han participado ayuntamientos de una y de otra parte.
«Trabajar por los desheredados, decir al rico que tiene que compartir, es revolucionario»
– ¿Por qué dimiten tan pocos obispos y cardenales?
– Cada uno actúa conforme a su carisma. Yo escuché un día la llamada del Señor para ir a la misión. ¿Y por qué un obispo no va a tener una vocación misionera, como otro sacerdote, religioso o laico?
– Usted es de los que dicen lo que piensan. Es crítico con oligarquías y oligarcas. Y así no se hacen amigos entre las autoridades.
– Cuando ven que tú luchas por reducir las fronteras y buscar llegar al corazón del Evangelio -que los pobres estén en el centro de la mesa-, lo comprenden y colaboran. Hay que recordar aquel pensamiento de los Santos Padres: «No sólo hay que compartir lo superfluo, sino que hay que compartir incluso lo necesario». Y esta voz profética, crítica, hay que decírsela a unos y a otros.
– Cristo fue un gran rebelde. ¿Decir eso es un pecado grave…o sólo desconocimiento?
– Desconocimiento. Donde hay amor existe revolución. Y Cristo es el gran profeta del amor, que trabajó y luchó por la vida de todas las personas. No excluyó a nadie, pero le dio preferencia a los pobres. Por eso trabajar por los desheredados, decirle al rico que tiene que compartir -que no puede quedarse satisfecho en su bienestar- es revolucionario.
– ¿Qué le aproxima a la Teología de la Liberación?
– En Hispanoamérica, no hay otra Teología. En el Norte, con una sociedad satisfecha, del bienestar, nos preguntamos: ¿cómo hablar de Dios a los ricos? En el Sur, por el contrario, tenemos que interrogarnos: ¿cómo hablar de Dios a los pobres? La Teología de la Liberación intenta responder a esa última pregunta.
– ¿Le pide a Dios no caer en la tentación de…?– …Del individualismo, de la insolidaridad, de no adquirir conciencia de que los problemas del mundo pueden y deben tener solución entre todos.