Enviado a la página web de Redes Cristianas
Recientemente han sido noticia las declaraciones de un joven de Bombay por afirmar que demandará a sus padres por haberlo tenido sin su consentimiento. Al parecer, al ser preguntado por su estado, aseguró estar vivo, pero lamentándolo, porque, aunque adora a sus padres, él no pidió nacer.
El planteamiento de este joven puede parecer excéntrico, pero tiene mucha enjundia. Pues, aunque este dilema sea irresoluble, ello no es óbice para que podamos reflexionar sobre el mismo; al fin y al cabo, somos seres pensantes y hasta con un resquicio de libertad, cuando las leyes naturales, como es el caso, no la impiden. Es, pues, una lástima que los padres que quieran tener un hijo no puedan preguntar a éste si quiere nacer, pero, ante esa imposibilidad, que al menos se hagan la pregunta a sí mismos.
Me alegro por quienes, por diferentes razones, celebran la vida; pero sufro por aquellos que, a su pesar, han sido arrancados del confortable mundo de la nada. La naturaleza es terca y tramposa en su empeño por propagar la vida, pero si fuéramos más responsables, limitaríamos o, mejor, dejaríamos de añadir alegremente eslabones a esta cadena interminable de sufrimiento.
/ Antoñán del Valle (León)