Religión Digital
A la Conferencia Episcopal, que controla la ortodoxia de la doctrina católica de una forma parecida a como se controla la calidad de la ternera gallega, no le gusta la teología que leemos y disfrutamos los cristianos, ni la que está escrita para servir al hombre que quiere sentirse acogido por Dios. Los teólogos que les gustan a los obispos son los que nadie lee, los que escriben abstrusos artículos que solo sirven para acceder a cátedras otorgadas al servicio del statu quo, y los que son capaces de utilizar los ordenadores más sofisticados para regresar a toda velocidad hacia la huera retórica neoescolástica que divorció al pueblo de Dios de la burocracia sacerdotal dominante.
Por eso mantenían marginado de la enseñanza oficial al teólogo Torres Queiruga, y por eso quieren condenar sus libros -como si la Academia de Bellas Artes condenase la obra de Velázquez- ante los fieles más adictos al régimen episcopal. Porque Andrés Torres Queiruga es creyente y sacerdote antes que teólogo, y porque, lejos de poner su saber al servicio de su carrera profesional e irse a las cátedras de Roma o de Alemania, optó por quedarse con su gente, escribir en su lengua propia, enseñar en la Universidad de Santiago y hacer una teología al servicio de la oración y de la fe.
Y esa teología, que quiere hablarle a la gente de hoy, le da mucho miedo a los que, interpretando su función pastoral de la forma más pobre y vulgar posible, quieren conducir el rebaño de Dios utilizando el cayado, la honda y los perros entrenados para reducirnos al aprisco.
A Torres Queiruga, que vive la Iglesia de forma muy comprometida, le dolerá mucho la condena que van a endilgarle los obispos. Pero, más allá de ese disgusto, Torres Queiruga tiene que saber que su teología está entre las mejores que se hacen y enseñan en Europa, y que, lejos de quedar mermado en su autoridad intelectual y en su ejemplaridad sacerdotal por este incomprensible decreto, será convertido en un símbolo de la tribulación que domina la Iglesia en este tiempo de cambio.
A Andrés, mi amigo, no le gustará que diga estas cosas, porque los dos sabemos, en pura caridad, que los ritmos del cambio se retrasan a causa de su complejidad y de las inercias establecidas. Pero yo no estoy dispuesto a aceptar que la Iglesia no tenga cosas más importantes que hacer que convertir en heterodoxo a quien no lo es, y a quien solo pretende impedir que la teología hecha al servicio de Dios sea sustituida por la teología hecha al servicio de las burocracias episcopales. Por eso estoy seguro de que Torres Queiruga será más leído que nunca, y que mantendrá entre nosotros el prestigio y el liderazgo moral que mereció con su vida antes que con su obra.
Xosé Luis Barreiro (La Voz de Galicia)