¿Está bien que la iglesia se meta en la cama y con la herencia de las personas que dicen que se aman? Si decimos que no, porque son derechos personalísimos que afectan a la vida privada de los individuos estamos diciendo una verdad a medias, porque la sexualidad en las cárceles y en el proceso militar afecta a terceros y ha sido históricamente violentada.
Por eso hace falta que las religiones y las organizaciones de derechos humanos acompañen y garanticen la dignidad inalienable de los que están en situaciones de franca vulnerabilidad moral.
En estas situaciones los curas debemos sentirnos ?en pie de guerra del lado del Dios??, de los excluidos, y en el caso de los Noble ayudando a los abuelos (los más pobres) a que recuperen a sus nietos, si esto fuera verificable.
Como dice el obispo Marino de la Plata, los homosexuales presentan un elevado nivel de depresión, de suicidios, de adicciones, de inestabilidad vincular, que requieren de parte de las iglesias cuidados especiales. Incluso las iglesias deberían estar más comprometidas y acompañar sus celebraciones, como las bodas donde sus historias de amor adquieran plausibilidad y calidad social.
Las iglesias padecen del síndrome de Estocolmo, cuando adoptan la postura de los presos y se mimetizan buscando para los homosexuales pabellones especiales con un estatus jurídico diferente. Allí, como dice el cardenal, debemos declararnos en guerra con todo lo que es contranatural, como los matrimonios sin amor y las adopciones post ultrajes y desapariciones forzadas.
Por último, a los que dicen que las iglesias deben meterse en la vida privada de los individuos, hay que decirles que también es una verdad a medias, porque nunca se fue de las alcobas de la gente, culpándonos o premiándonos por nuestras elecciones. Eros y tanatos como dice ?Enrique iglesias?? son casi un experiencia religiosa.
Cuando hay políticos y sociedades pocos productivas y sin trabajo, se organizan cárceles sin trabajo y ponen allí a la mujer sin trabajo, que dejan de ser buscadas y son abandonadas por los suyos por no ser parte del imaginario colectivo de madres cuidadoras o de objetos sexuales. Esa situación conduce a la construcción de un estilo de vida de corte lésbico.
Será prudente entonces, que los que somos capellanes en aquellas cárceles busquemos los canales para que aquéllas mujeres se gratifiquen con el trabajo, l arte, la música, el ocio espiritual y la visita afectiva si fuera posible previa a la detención, para que la expresión afectiva sexual entre internas no sea la única gratificación posible. Es esperable que las ayudemos a salvar sus parejas, cuando eran heterosexuales u homosexuales esporádicamente, y a recomponer el vínculo con los hijos, a veces tan precario.
La homosexualidad que adviene en aquellas estructuras es gratificante como los seminarios menores, pero deviene de una insanía psíquica social que conmina a las mujeres a hacer elecciones de género compulsivas.
Cuando la religión se asienta en la sabiduría popular es un buen filtro para repensar los desvíos.
Las iglesias son sanas cuando muestran su beligerancia ética con las adopciones del proceso militar, por ejemplo, y son benignas con las minorías sexuales que ya adoptan o se ofrecen para hacerse cargo de los hijos del abandono. El gran aporte de las izquierdas religiosas fue ayudarnos a ver que dios estaba en el discriminado boliviano, mestizo, o minoría sexual por esos ?Otros?? como enseño Jesús seremos juzgados.
El merito de las derechas creo que ha sido ver lo diabólico y el pecado de algunas mediaciones pobres en biodiversidad estructural. Los seminarios menores como lo demuestra Almodovar no han servido para educar niños afectivamente ni para adoptar a chicos pobres. Tienen razón las derechas cuando dicen que algunas homosexualidades son tan diabólicas y antinaturales como algunas heterosexualidades de pueblos muy tradicionales y que hacen hoy hablar del síndrome ?general Villegas??. Buscar en el diseño un ámbito adecuado para los niños abandonados tendría que ser un tema de urgencia y de consenso de izquierdas y derechas. Ya nadie se queda tranquilo porque halla solo papa y mama.
La verdadera religión es la que nos enseña que Dios es el otro y la que ayuda a caminar con dignidad a todo hombre. Como dice el Dalai Lama, la mejor de ellas es la que nos hace menos resentidos, más humanos y más solidarios.
Padre Leonardo Belderrain. Doctor en Bioética
Capellán unidad 24 sistema penitenciario Bonaerense te 0221-4731674