El Maestro tendió su mirada serena sobre el inmenso gentío, impaciente por escuchar sus palabras y, con leve gesto, indicó que la multitud podía tomar asiento. Todas las miradas estaban fijas en ?l y, con tono grave y pausado, comenzó a hablar así:
– Uds. han oído decir que Dios siempre castiga los pecados de los hombres, pero yo les digo que Dios nunca castiga, ni en éste, ni en el otro mundo.
– Uds. han oído decir que al cielo solo van las personas buenas,
pero yo les digo que Dios nos acoge a todos desde nuestra propia miseria.
– Uds. han oído decir que Dios es un juez justo, severo e implacable,
pero yo les digo que Dios es un Padre lleno de ternura y misericordia.
– Uds. han oído decir que la salvación la gana cada uno con sus propios méritos,
pero yo les digo que todos nos salvamos por la total gratuidad de Dios.
– Uds. han oído decir que el infierno es un lugar de tormentos y de eterna condenación,
]pero yo les digo que el infierno, como lugar físico, no existe.
– Uds. han oído decir que la justicia de Dios es la que condena a los pecadores,
pero yo les digo que el castigo eterno es siempre una opción personal libre.
– Uds. han oído decir que Dios rechaza y se aparta del pecador,
pero yo les digo que somos nosotros quienes nos apartamos de Dios.
– Uds. han oído decir que el que cumple con todos los mandamientos se salva,
pero yo les digo que Dios mira el corazón, no las leyes.
– Uds. han oído decir que fuera de la Iglesia no hay salvación.
pero yo les digo que la misericordia de Dios es mayor que la Iglesia.
– Uds. han oído decir que lo más importante es el amor a Dios,
pero yo les digo que sólo llegamos a Dios a través del amor al prójimo.
Cochabamba, agosto del 2007
Nota:
(1) Leyendo detenidamente el «Documento de Aparecida», recientemente echo público, podemos constatar la insistencia de nuestros Obispos en que la evangelización y, en concreto, la predicación, sean, en un primer momento, «kerigmáticas», es decir, una proclama, un anuncio sintético de la «Buena Noticia» de salvación que Jesús nos garantiza con su Muerte y su Resurrección. Un Mensaje lleno de esperanza y confianza en ese Dios de Jesús que nos perdona, nos acoge y nos salva. Lamentablemente, muchas veces, se ha pretendido evangelizar con mensajes abiertamente «anti-kerigmáticos».
En la reflexión que presentamos podemos apreciar el «anti-kerigma» en la primera parte de la frase y el «kerigma» en la segunda parte.