Enviado a la página web de Redes Cristianas
Una cara es la de la instrucción y de los instructores, órganos unipersonales. La otra es la del juicio oral, la de los juzgadores órganos colegiados en los innumerables casos que nos preocupan. Que ambos espacios están sometidos a presiones sin cuento, lo sabemos; que los jueces instructores no tienen que ser héroes frente a las presiones, lo sabemos; que los tribunales resuelven cómodamente las presiones porque a la hora de resolver los cinco que componen el órgano decisorio una infamia, o absolver a quien la ha cometido, el voto particular de los disidentes no afecta a una resolución final eventualmente bochornosa, lo sabemos.
El caso es que entre unas cosas y otras la justicia española deja mucho que desear. Hace lo que se ha hecho toda la vida en este país por unas razones o por otras: ser implacable con los socialmente débiles, y permisivos hasta la náusea con los que tienen o han tenido poder arropados por los componentes del partido político o de la banda a la que pertenecen o han pertenecido.
Y todo eso lo sabemos porque una de dos, o en España tenemos una pléyade de medios de comunicación que mienten como bellacos (en cuyo caso la justicia debiera proceder de oficio contra ellos por libelos o calumnias) o dicen la verdad. Pues bien, si dicen la verdad y voto a bríos que la dicen, el país entero, el pueblo español entero, con los datos y relatos minuciosos aportados por esos medios tiene derecho a juzgar moralmente a cientos de protagonistas de delitos gravísimos causantes de estragos que alcanzan a todos y a menudo de una manera muy concreta a muchos otros; derecho a juzgarles a ellos, los indeseables, y a sus eventuales juzgadores en todas las fases del proceso. De manera que la afiligranada justicia ordinaria impartida para depurar la responsabilidad penal de dichos protagonistas, tiene que verse las caras con el parecer colectivo. Y mala o pésima justicia será si para no afectar a los intereses políticos del partido del gobierno o a los intereses económicos de grandes corporaciones y bancos, retrasa los procesos por dilaciones técnicas consentidas o condesciende con los presuntos culpables. La interpretación de las leyes penales es restrictiva en favor del reo, pero hombre, aplicarla restrictivamente cuando el reo es poderoso y en sentido amplio cuando el reo es común, es cuanto menos una bajeza moral.
Por otro lado, con los datos detallados que llegan en forma de información de esos medios al pueblo hay ya pruebas más que suficientes para meter en la cárcel a un batallón de políticos y a otro de cómplices, de testaferros y de empresarios. Con lo recopilado en la instrucción de la mayoría de los casos hay material para abrir ese juicio oral que llevamos esperando años que se cuentan ya por lustros o decenios. Y si aparecen nuevos motivos para acumular los cargos contra los procesados, procédase de nuevo contra ellos por esa causa pero estando ellos ya en la cárcel.
No hay derecho a que en un sistema que se califica a sí mismo de democracia, las tretas, los intríngulis y los retrasos maliciosamente buscados por los abogados de los imputados y permitidos por los funcionarios de la justicia, bloqueen la sustanciación de los procedimientos hasta desembocar unas veces en la prescripción de los delitos, otras en la prescripción de la acción penal y la mayoría de los casos en la nada del olvido. Eso no es justicia. Eso es un poder doblegado por los demás poderes, incluidos los de facto: políticos, económicos, bancarios y financieros. Así mal vamos…
Como las desviaciones de poder en la Administración del Estado son crónicas, la gestión política de los partidos se viene revelando desde el principio de la democracia muy destartalada y proclive a perpetuar los males sociales (a excepción de ese periodo orgiástico de casi veinte años) y la ciudadanía todavía está perpleja, si la justicia integrada por individuos formados severa y técnicamente para desempeñar su función falla al pueblo, ese poder será el mayor responsable de la deriva de una nación que jamás acabará de ser grande pese al sempiterno empeño de minorías nostálgicas de hacerla grande a la fuerza…
8 Octubre 2015