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Para comprender la Secularización
La secularización trata del Estado y la sociedad regidos por criterios laicos, aunque respetando a las religiones por las que optan los ciudadanos que, en España, principalmente es por el catolicismo. La secularización es considerada negativa, cuando por prejuicios y/o por
abusos clericales interpretamos a la religión y hasta la propia creencia en Dios como “opio del pueblo”, es decir, contrarias a un verdadero humanismo.
Pero la secularización es positiva, cuando con espíritu crítico, rechazamos los aspectos alienantes de la religión al mismo tiempo
que aceptamos los aspectos beneficiosos de la espiritualidad, pues respetan, completan y fortalecen una cosmovisión humanista laica.
Luego es un asunto importante la separación de las religiones respecto a los Estados que les dan cobijo.
En la antigüedad, las religiones eran consideradas como parte integrante de los Estados, pero en las naciones modernas y democráticas permanecen separadas las religiones y las iglesias de los Estados; pues la religión, aunque puede ser provechosa para la sociedad, no parece que beneficie, ni al Estado ni a la religión, la unidad de ambas.
Evolución de la secularización en España
El sociólogo Alfonso Pérez-Agote distingue tres "oleadas" de secularización en el Estado Español, que presentan parecidos con las experiencias de otros países de Europa Occidental.
La primera oleada, iría desde el siglo XIX hasta el año 1940, ya acabada la guerra civil; estuvo caracterizada por el fenómeno del anticlericalismo, presente en distintos espacios políticos y sociales, incluso entre sectores creyentes.
La segunda oleada de la secularización va desde 1960 al 2000; se intensificaría en la década de los sesenta de la mano del cambio social y económico; ya en la década de los setenta con un cambio político. Tiene como figura paradigmática la "dejadez de la práctica católica", es decir, un declive de la participación en las actividades religiosas pero manteniendo la identidad cristiana, que se extendería a amplios sectores de la población.
Por ello, se observa desde 1980 al 2000, un descenso de la práctica litúrgica y espiritual. Algunos datos lo confirman:
en 1980: 54.1; en 1985: 47.1; en 1990: 40.9; en 1995: 32,4; en 2000: 32.0; y en 2005: 23,9.
La tercera y última oleada, se evidencia en el progresivo "abandono del catolicismo”, desde principios del siglo XXI hasta nuestros días; no solo de la práctica sino también de la cultura católica, especialmente en los jóvenes, que sería compatible con el aumento del pluralismo
religioso debido al incremento de otras opciones religiosas y espirituales en el contexto español.
Además de la influencia del ambiente cultural europeo en cuanto a la indiferencia y la minusvaloración de las cuestiones de fe, contribuye al alejamiento ciudadano del catolicismo ciertas imperfecciones eclesiásticas tales como: la pederastia, las inmatriculaciones, el
inmovilismo clerical, el patriarcado eclesial, la carencia de democracia en la Iglesia, el conservadurismo del clero, las costumbres anticuadas de la Iglesia, así como una mayor cultura crítica de la ciudadanía que nos lleva a considerar inadecuados ciertos pasajes bíblicos y dogmas eclesiásticos. Además, hoy día se estima beneficiosa la pérdida de influencia de la Iglesia en la cultura moderna.
España, siempre se ha distinguido entre los países europeas, por ser la nación donde, ante un fuerte dominio religioso, se ha fortalecido un firme anticlericalismo. El anticlericalismo es un movimiento histórico contrario al clericalismo, es decir, a la influencia de las instituciones
religiosas en los asuntos políticos.
El anticlericalismo se manifiesta: como crítica de los privilegios y de la corrupción de la Iglesia; por el auge de las concepciones liberales y seculares capitalistas que ponen su finalidad en el dinero y las riquezas; y por la influencia de los sistemas totalitarios comunistas donde se persiguen y bloquean las actividades religiosas de
las iglesias; así, en la medida que la Iglesia pierde poder político lo va recuperando el Estado.
Algunos hechos históricos, han influido poderosamente en la secularización de las sociedades, sobre todo en Europa, tales como: la Ilustración, la revolución francesa, la modernidad en las culturas y en las costumbres, la ideología secularizada de la socialdemocracia, así como en los avances científico-tecnológico; todos estos hechos van
mermando el poder cultural y hasta político de la Iglesia, al mismo tiempo que influyen en la pérdida de fe de los católicos.
Si en el Occidente culto, neoliberal y capitalista progresa la secularización, en Iberoamérica se mantiene mayoritariamente el catolicismo en su versión tradicional con una minoría de
cristianos progresistas, aunque combatido por las denominaciones evangélicas. Pero el cristianismo está creciendo en los continentes africano y asiático. Sin embargo, en la República Popular China, los creyentes ven limitada cualquier actitud relacionada con su fe y costumbres; aunque últimamente el Papa Francisco, al parecer, va logrando mayor permisividad a la Iglesia Católica en esa nación asiática donde la modernidad y el desarrollo avanzan con bastante celeridad.
Las características de las comunidades
Las comunidades cristianas, se han caracterizado por asumir una espiritualidad integrada por varias dimensiones, tales como: la cristológica, donde nuestra fe se ha centrada en Jesús
de Nazaret histórico, manteniendo las concepciones humanitarias y misericordiosas que se desprenden del Evangelio, sin devociones particulares a los santos; que es fomentada en las
actividades comunitarias, en los encuentros formativos e informativos y en las asambleas eucarísticas laicales y participativas, ya sea en parroquias o en movimientos cristianos progresistas; ello nos ha movido a estimular un espíritu solidario y universal con la clase
trabajadora y con los pueblos en vías de desarrollo.
La socio-política liberadora -donde más tarde se incorporó la medioambiental y la feminista-, que ha impulsado a la mayoría de los miembros a una diversidad de compromisos centrados en el valor supremo del amor, tales como: los familiares, los comunitarios, los humanitarios, los sindicales, los políticos, los democráticos, los femeninos y los ecológicos, para concretar el Reino de Dios en una nuevo
mundo justo, pacífico y fraterno.
Por último, la secularización, con la intención de lograr una
sociedad laica, en donde ambas instituciones, iglesias y Estados, han de reformarse al servicio del bien común, así como deben permanecer soberanas en sus respectivos ámbitos, pero respetuosamente relacionadas para mejor servir a la ciudadanía.
Desde el principio, nuestra espiritualidad fue crítica con la institución eclesial conservadora y, por influencia del Concilio Vaticano II, nos encontramos abiertos a otras cosmovisiones tales como la de la laicidad, el ecumenismo y la interreligiosidad; la defensa de los oprimidos y de
las bienaventuranzas, la teología de la liberación y la concepción democrática, así como la necesaria implantación de los derechos humanos en la sociedad española.
No cabe duda que en las comunidades de base en España, hemos optado por el Evangelio minusvalorando la religión; hemos favorecido la laicidad de la sociedad rechazando la sacralidad de la misma; asumimos el Reino de Dios que se manifiesta en los movimientos solidarios; por último, consideramos necesarios para la realización de un mundo mejor tanto el
diálogo como la actividad conjunta entre cristianos y ecosocialistas.
La secularización en las Comunidades
Ante el proceso de secularización de la sociedad y ante los escándalos de la Iglesia entre los que se encuentran: la congelación del Concilio Vaticano II realizado por el papa Juan Pablo II, la marginación y el rechazo de bastantes obispos y sacerdotes a un cristianismo progresista, el patriarcado eclesial con la evidente marginación de la mujer en el sacerdocio y en los puestos de responsabilidad, así como al modo impositivo y conservador de ejercer el sacerdocio por el
clero católico, han motivado que bastantes creyentes de las comunidades de base han ido suavizando su firmeza cristológica y relativizando las prácticas eclesiales y eucarísticas; incluso algunos valoran escasamente la participación, en las eucaristías comunitarias.
Ahora bien, basándonos en el papa Juan XXIII, para renovarnos en las comunidades cristianas habrá que partir de la fidelidad al Evangelio de Jesús de Nazaret, al Concilio Vaticano II y a la Teología de la Liberación, así como a los principios fundamentales de las Comunidades;
al mismo tiempo que nos adaptamos a los signos de los tiempos; es decir, los signos sociales, económicos, políticos, culturales, y religiosos en los que se manifiesta el Espíritu Santo.
Entre ellos, destacan la cosmovisión democrática y participativa; la secularización social; la opción por la clase trabajadora y por los empobrecidos; el avance del fenómeno del feminismo; la
lucha por evitar el cambio climático, el compromiso político por la justicia, la paz y la igualdad; y la renovación de la Iglesia, al mismo tiempo que mantenemos el espíritu profético por la
fraternidad, la libertad y la igualdad entre las personas y los pueblos.
Sin embargo, todos y todas los que participamos en las comunidades, motivados por el Evangelio, los profetas y los teólogos progresistas, también por la influencia de las izquierdas políticas, rechazamos el capitalismo por brutal y neoliberal como sistema de explotación de
las mayorías para beneficio de las minorías; el capitalismo es un sistema de muerte, mientras en el Reino de Dios, Jesús infunde vida y verdad, justicia y fraternidad.
Son iluminadoras las palabras del papa Pablo VI que, al referirse al sistema económico imperante en el mundo, más o menos dice: hay que distinguir entre los avances científicos y económicos, con el nefasto sistema que lo acompaña. Asimismo, el papa Francisco condena al
capitalismo como perverso, pues este sistema económico mata.