Cuenta Paulino Guerra en Norte de Castilla que monseñor Nicolás Castellanos recibió ayer en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) la Medalla de Oro del Trabajo con un combativo alegato contra la pobreza. En presencia de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, que le entregó la medalla en el Teatro de la Ciudad de la Alegría, el que fuera obispo titular de Palencia, reclamó devolver el protagonismo a los pobres, enfatizando que «el pobre tiene derecho a una vida digna, al ocio, a la salud, a la educación, igual que los ricos». En un discurso posterior, De la Vega, lo definió como «una de esas personas imprescindibles».
Tras dejar el obispado de Palencia en 1992, monseñor Castellanos empezó a trabajar como misionero en el denominado Plan 3.000, en una zona de la periferia de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), que integra a más de 80 barrios. Ha impulsado con ayuda de la cooperación española la construcción de la Ciudad de la Alegría, un complejo cultural que cuenta con polideportivos, piscina, Universidad, Iglesia, la Escuela Nacional de Teatro. También ha promovido la construcción de escuelas, comedores, centros para niños desnutridos, así como una orquesta para niños y una escuela de gimnasia rítmica.
Ayer, durante la entrega de la Medalla de Oro, el obispo Castellanos en tono enérgico narró brevemente la obra realizada, dando cuenta de la grave situación que atraviesa Bolivia, donde según dijo, con una población total de 9 millones de habitantes, hay un millón de niños sin escuelas. La fundación que preside ha construido 35 escuelas, 3 universidades y un hospital.
También se refirió a la grave situación de los niños callejeros, explicando que sólo en la provincia de Santa Cruz hay entre 13.000 y 15.000 niños que viven en la calle.
La utopía como motor
El obispo Castellanos situó la utopía como el motor de su actividad. «Todo es fruto de la utopía», dijo, y tras citar a Galeano, indicó que si «das dos pasos, la utopía se desplaza dos pasos y si te paras, se para la utopía». También citó a Martin Luter King, para reclamar que algún día todos los habitantes del planeta puedan hacer tres comidas, y a Jesucristo como fuente de la libertad y la justicia.
Finalmente, pidió apoyo a las instituciones españolas para poder levantar en El Alto, una localidad próxima a La Paz, otra Ciudad de la Alegría, a imitación de la construida en Santa Cruz, y para otro proyecto con la malaria en una zona de indígenas.
Tras la intervención de Monseñor Castellanos , tomó la palabra la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, quien con palabras de halago, elogió la obra del obispo, subrayando que el deseo de construir un mundo mejor, tiene premio: ver ojos llenos de esperanzas.
Asimismo, lo definió como «una de esas personas imprescindibles»que luchan por las personas que lo necesitan. También citando al escritor Ernesto Sábato, destacó que no resignarse para mejorar la Humanidad y luchar contra la pobreza, es un deber moral de todos.