Los bebés vienen, según dicen, con un pan bajo el brazo. ¿Qué tal que cada ciudadano, cada ciudadana llegara con un salario, una renta bajo el brazo? Lo de los bebés es una metáfora, pero lo de la ciudadanía en general es algo más tangible; es una utopía. Es decir, algo que no tiene lugar todavía, pero que tiene a mucha gente empeñada en que lo tenga.
Entre ese gentío que trabaja por hacerle lugar está en nuestro país la Red Renta Básica (www.redrentabasica.org), que los días 22 y 23 de noviembre pasado celebró en Barcelona el VII Simposio sobre la renta básica. El encuentro reunió a unas 120 personas que trabajaron intensamente sobre los diversos aspectos (filosóficos, económicos, políticos, sociales) y las múltiples implicaciones que la propuesta tiene, y de lo que dan una idea los títulos de algunas de las mesas redondas: Derechos humanos y renta básica, Mujeres, inmigración y renta básica, Mercado laboral, derecho al trabajo y renta básica, entre otros.
La renta básica
La definición oficial explica que «la Renta Básica (RB) es un ingreso pagado por el Estado a cada miembro de pleno derecho de la sociedad o residente, incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre, o dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quién conviva». Es decir, un pan bajo el brazo, que corresponde por el mero hecho de ser ciudadano o ciudadana.
Nótese que lo paga el Estado; es decir, tiene carácter público, y no está vinculado al desempeño de ninguna función o contraprestación de trabajo, ni a ninguna circunstancia personal de nivel de ingresos o modo de vida. Es, pues, individual, universal e incondicional.
Desde que el conocimiento de esta propuesta ha alcanzado una cierta divulgación (aún demasiado escasa), se ha producido alguna confusión entre la RB y estos tipos de subsidios, que la Red Renta Básica (RRB) se esfuerza en aclarar: «bajo la misma denominación ?señalan- se han querido expresar, a menudo, conceptos muy diferentes. En primer lugar, no debe confundirse la RB con los diversos subsidios condicionados propios del Estado de Bienestar que existen actualmente, en los que la percepción de los beneficios fiscales, más generosos o menos, está condicionada a la verificación, por parte del sector público, de la suficiencia de los ingresos recibidos en el mercado laboral.»
«La Renta Básica ?prosiguen- no es sólo un mecanismo de lucha contra la pobreza, sino que, como derecho de ciudadanía que es, supone un mecanismo que incrementa la libertad efectiva de las personas. (…)
¿Cobrar por no hacer nada?
En esta normalidad construida en la que vivimos, se recibe dinero a cambio de una prestación de cualquier tipo (salario, sueldo), como un regalo (sin justificación, pero en un contexto de relaciones privadas) o por estado de necesidad. Hay gente que recibe dinero porque ya es rico (renta), pero ese es otro tema que será tratado en otro lugar. En el caso de la RB no es salario, no es regalo, no es limosna. Es derecho ciudadano, exigido por la libertad y la igualdad. Como señala Daniel Raventós, actual presidente de la Red RB en una entrevista publicada en Gara (26/11/07), «una persona no es libre si no tiene la existencia material garantizada». Es decir, no es cobrar por no hacer nada, sino disfrutar de un derecho de ciudadanía, condición de posibilidad para que los otros derechos no sean retórica.
En este sentido, algunos colectivos, frente a renta básica universal, defienden la denominación «salario ciudadano» o «renta básica ciudadana», al considerar que, puesto que no existe ninguna administración pública de ese ámbito, resulta inviable la reivindicación del derecho. Subrayar el carácter ciudadano le da, a su juicio, un contenido más político y más concreto, ya que es posible reivindicarlo en los ámbitos en los que se ejerce la ciudadanía política.
En una sociedad ?un sistema ideológico- en la que lo «normal» es cobrar por lo que hacemos, cobrar por lo que somos supone un cambio de hondo calado que afecta, sí, a la economía y a la organización social, pero también a las neuronas, a las tripas y al corazón. El meollo de la RB (en cualquiera de sus denominaciones y con cualquier matización) es que «se justifica ?escribe José Iglesias Fernández- por el mero hecho de nacer el que cada una de las personas tenga reconocido el derecho ciudadano a la RB. Antes de pasar por el mercado de trabajo en busca de empleo asalariado, el ciudadano habría de disponer de una renta de existencia que le permita decidir sobre su vida, por qué caminos y con qué medios ha de buscar unos ingresos por su actividad, el salario correspondiente a la venta de la fuerza de trabajo. Esta es la cuestión de fondo. Que las personas que deseen ejercitar el derecho al trabajo asalariado puedan practicarlo, pero, para ello, se ha de eliminar todo elemento que introduzca exigencia, obligatoriedad, es decir, que suponga una imposición».
¡Los ricos también cobran!
Saber que los ricos también lloran tal vez lleve algún consuelo a almas vengativas, pero que a sus sustanciosas rentas sumen la de ciudadanía parece un poco paradójico. ¿Es una medida que beneficia a quienes ya tienen? Pues parece que no. Hasta ahora no hemos citado un «pequeño detalle» ¿De dónde salen los fondos? La respuesta es obvia: de las arcas públicas que, a su vez, se nutren de los impuestos, sistema habitual (a pesar de los fallos) de redistribución de renta. Daniel Raventós explica que, «los ricos, en toda propuesta de financiación para mi filosófica, social y políticamente interesante, pierden, aunque reciban la Renta Básica, porque deberían aportar más para poderla financiar».
Según un estudio de simulación realizado recientemente por el propio Raventós y Jordi Arcarons, ambos profesores de la Universidad de Barcelona, mediante una reforma del IRPF, se podría financiar una Renta Básica de 5.414 euros anuales para toda la población catalana adulta y de 2.707 para toda la población menor de 18 años. Aproximadamente, el 15% más rico de la población perdería algo ?»el 2% más rico algo más que algo»- respecto a la situación actual. Entre el 65% y el 70% con rentas más bajas, es decir, grupos de población que no son pobres, saldrían ganando respecto a la situación actual, mientras que habría un 10-15% que se quedaría prácticamente igual que ahora.
Un pan bajo el brazo, pues, para corregir un poco las desigualdades.