La muerte de Jesús en la cruz: un acto de desafío, no de expiación -- Merche Saiz Azurza

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

La narrativa tradicional de la muerte de Jesús presenta una imagen de sacrificio expiatorio: un Dios que sacrifica a su único hijo para redimir los pecados de la humanidad. Sin embargo, esta interpretación se enfrenta a una profunda contradicción ,¿Cómo puede un Dios padre, desear la muerte de su propio hijo?.

En esta reflexión propongo una lectura alternativa, enfocando el acto de Jesús como un desafío a los poderes establecidos, un acto de resistencia que culminó en su ejecución como criminal.

La crucifixión de Jesús no fue un evento arbitrario. Fue el resultado directo de su confrontación con las estructuras de poder religioso y político de su tiempo. Jesús desafió el statu quo, cuestionando la hipocresía de los líderes religiosos y ofreciendo una visión alternativa del reino de Dios, una visión basada en la compasión, la justicia social y el amor incondicional. Su mensaje subversivo, que amenazaba el control y la autoridad de los poderosos, le valió la enemistad de los fariseos y la colaboración tácita, o incluso activa, del Imperio Romano. Su ejecución fue, por lo tanto, un acto político, un intento de silenciar una voz disidente que amenazaba el orden establecido.

La idea de que Jesús cargó con los pecados de la humanidad es una interpretación posterior, que ha servido para justificar la violencia y el sufrimiento a lo largo de la historia. Esta interpretación no se encuentra en el núcleo del mensaje de Jesús, que se centró en el amor, la justicia y la liberación de la opresión. La muerte de Jesús, en este contexto, se convierte en un símbolo de la resistencia contra la injusticia, un testimonio del poder transformador del amor frente a la violencia y la opresión.

No debemos olvidar que la historia de la crucifixión es una historia de poder, una historia de opresión y resistencia. Jesús fue una víctima de la violencia institucionalizada, un mártir que murió por su compromiso con la justicia y la verdad. Su muerte, en lugar de ser un sacrificio expiatorio, se convierte en un recordatorio de la necesidad de desafiar las estructuras de poder que perpetúan la injusticia y el sufrimiento. Es una llamada a la acción, a la construcción de un mundo basado en la paz, la justicia y el amor, un mundo donde la muerte de Jesús no sea en vano.