LA LITURGIA CAT?LICA, ¿S?LO PARA HOMBRES?. Fernando Torres.

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Liturgia en femenino Publicado en alandar nº 226. Marzo 2006

Andaba yo preocupado y sin saber qué decir sobre este tema, obligación impuesta por la directora, cuando abrí al buen tuntún un misal y me encontré con la oración colecta de la misa del día de Navidad. Al leerla me dije que ya tenía cómo empezar. La mentada oración dice así: ?Oh Dios, que de modo admirable has creado al hombre a tu imagen y semejanza; y de un modo más admirable todavía restableciste su dignidad por Jesucristo; concédenos compartir la vida divina de aquél que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana.?? Ahí queda eso. Un buen comienzo. Si eso no es machista…

Algunos dicen que el idioma español no es machista, que simplemente el masculino incluye al femenino. ¡Craso error! Se les olvida que esa norma del idioma, que es cierta, nace en un contexto determinado, en una cultura de predominio masculino en la que la mujer carecía de presencia pública. Y que hoy la sociedad ha cambiado lo suficiente en ese punto como para que cambie el idioma.

En este artículo pretendo sólo ofrecer unas pinceladas sueltas de cómo uno de los instrumentos de uso más habitual en la vida de cualquier comunidad cristiana, como es el Misal, se nos ha quedado desfasado en este punto. Es decir, el misal que usamos ordinariamente para la celebración de la Eucaristía utiliza un lenguaje con un predominio del masculino que ya no se corresponde con la realidad social en que vivimos. Me atrevería a decir que ni siquiera con la realidad sociológica de la comunidad cristiana ?aunque ciertamente se corresponde con su organización jerárquica?. Por eso, sería bueno cambiar ese lenguaje para que la comunidad cristiana asuma un cambio que se ha dado ya en la sociedad y que parece que tiene dificultades para producirse en ella. La realidad es que, solemnes declaraciones teológicas aparte, nuestra Iglesia Católica sigue siendo muy machista y esa cultura masculina dominante se refleja en el Misal utilizado en su liturgia.

Pero vamos a dejarnos de teoría y bajemos a la realidad. Quizá esa primera oración del día de Navidad no sea más que una excepción. Es conveniente acercarnos al ordinario, a las oraciones y textos que se usan todos los días y en todas las misas. Dejamos de lado, como sin enterarnos, el hecho de que el saludo inicial del sacerdote ??El Señor esté con vosotros??? comienza con un descarado masculino y que nada se dice de que se debería cambiar al femenino cuando la asamblea hubiese, como suele haber, más mujeres que hombres. La tónica del saludo inicial continúa a lo largo de todo el ordinario, del principio al fin de la misa. Cuando llegamos al ?Gloria?? nos encontramos con que en el segundo versículo se vuelve a caer en lo mismo. Deseamos la ?gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.?? Lo mismo ser puede decir del ?Credo Niceno-Constantinopolitano?? (el más largo de los dos que se proponen y, curiosamente, el más usado) en el que se deja claro que el Hijo de Dios bajó del cielo ?por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación.?? Sobran los comentarios.

Llegamos a las ofrendas y nos encontramos que el pan y el vino que se ofrecen para la celebración de la Eucaristía son, según las palabras que ha de usar el sacerdote, ?fruto de la tierra y del trabajo del hombre??, como si las mujeres no trabajasen, cuando la realidad es que en muchos países ellas son las que curran muchos más que ellos.

De los prefacios no hago más que entresacar algunas florecillas para no alargarme demasiado: ?El mismo Señor viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento?? (III de Adviento), ?Para renovar en santidad a tus hijos?? (II de Cuaresma), ?Por él [Jesús], los hijos de la luz amanecen a la vida eterna, los creyentes atraviesan los umbrales del reino de los cielos?? (II de Pascua), ?Jesús ha ascendido como mediador entre Dios y los hombres?? (I de la Ascensión), ?Y al hombre, formado a tu imagen y semejanza, sometiste las maravillas del mundo?? (V dominical del Tiempo Ordinario), Podría seguir espigando textos de prefacios. Hay muchos más. Quizá conviene señalar que hay un prefacio, el X dominical del Tiempo Ordinario, que se nota que no es traducción de los antiguos latinos sino que es de nueva hechura. En él parece que el liturgista que lo hizo tenía otra sensibilidad. Habla de la ?familia?? de Dios reunida para celebrar y que espera el domingo sin ocaso en el que la ?humanidad entera?? entrará en su descanso. Un lenguaje diferente que muestra que no es tan difícil hacer el cambio. Al menos en los prefacios.

Pero vamos a la plegaria eucarística. En la segunda, la más usada con mucho, el único femenino que se encuentra es cuando se alude a la Iglesia o a María. Por lo demás, no hay siquiera difuntas, ya que se pide por ?nuestros hermanos que durmieron con la esperanza de la resurrección??. Y, al final, esperamos compartir la vida eterna con ?María, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos?? sin aludir a las muchas que vivieron en también en su amistad. En todas ellas se recoge el relato de la institución de la Eucaristía en la última cena. Está claro que es un relato y no sabemos con seguridad si allí había sólo discípulos o discípulos y discípulas. Por eso, no habría nada que decir al tono masculino de la narración. Pero ciertamente en las palabras de Jesús sobre el vino se podrían cambiar las palabras ?que será derramada por vosotros y por todos los hombres?? por otras palabras más incluyentes. No costaría nada y sonaría mejor.

Podría seguir con muchos más ejemplos. Los hay. Es necesario, pues, hacer algunos cambios. A más de urgentes y necesarios, no son difíciles de hacer. Se respetaría mucho más la sensibilidad de una parte de la comunidad cristiana. Muchas y muchos se sentirían más en casa. Y no afectarían a ningún principio teológico-dogmático (aunque quizá tocaría otros principios…).