Es interesante ver cómo en América Latina, la derecha tradicionalmente ha acusado a esos sectores de la iglesia católica que ha tomado la opción de los pobres, como lo hicieron aquellos religiosos que siguieron la teología de la liberación en los años 60 en adelante, de inmiscuirse en política y en donde no le llaman.
Por otra parte, mantener el silencio en sociedades que son de las más desiguales, incluso ante grandes abusos de derechos humanos, sólo puede entenderse como una manera de mantener el status quo y como una forma de colaboración con crímenes contra la sociedad que van en contra de las enseñanzas de la iglesia misma. ¿Es que acaso la pasividad contra la injusticia no es una forma política de actuar?
Así pues, siempre me he sentido un poco asqueado viendo a la jerarquía eclesiástica convivir felizmente con asesinos como Videla en Argentina o Pinochet en Chile.Y no es que la iglesia católica jugara un rol estelar en España durante cuarenta años de franquismo donde el fariseísmo compartido de las clases dominantes y de la estructura eclesiástica dominaron por doquier.
Así llegamos al papel abiertamente político que la iglesia ha decidido jugar en Bolivia frente al próximo referéndum para aprobar o no la nueva constitución política del estado.Está ya bien clara la posición que ha adoptado el cardenal Julio Terrazas en el debate que existe entre una mayoría boliviana que demanda un cambio profundo y democrático, y una minoría opositora que quiere perpetuar el estado de privilegio de esos grupos oligárquicos que actúan con impunidad ante la ley y que mantienen un enorme poder económico, muchas veces adquirido fraudulentamente.
Estos grupos están dispuestos a defender sus privilegios con toda aquella violencia que ya vivimos en agosto y septiembre y con todo el apoyo mediático que pueden comprar con sus fortunas, tanto en el país como en el extranjero. ¿Cómo se explica si no que El Pais nominara al cardenal Terrazas como hombre del año en el 2008?
Por eso es interesante observar cómo ayer mismo, la oposición se congregó en Sucre para participar de un día de oración y supuestamente defender su religión.El significado político de este acto es evidente. La oposición está intentando conseguir sacar tajada política de las críticas que ya en diciembre se le hicieron al cardenal Terrazas por su apoyo a los violentos opositores de Santa Cruz.
El ?show? que se dio ayer en Sucre es parte de una campaña para pintar al gobierno de anticatólico y se está desarrollando conjuntamente con una campaña de rumores y mentiras que dice, por ejemplo, que los intereses de la iglesia en la educación están bajo amenaza dentro de la nueva propuesta constitucional.
Al tomar parte y liderar este día de oración sólo con la oposición ayer en Sucre, la iglesia está actuando de manera políticamente ingenua (lo cual no me lo creo por nada del mundo) o de manera deliberadamente provocadora.En un país en el que la gran mayoría de la población dice ser católica, tomar posicionamiento con la oposición de esta manera tan abierta es una forma de arrastrar creyentes hacia posiciones políticas en contra de la nueva constitución y que defienden el status quo, incluyendo esos privilegios de la iglesia católica en la sociedad boliviana, que dicho se de paso, es una gran terrateniente en un país con una de las distribuciones de tierras más desiguales del mundo.
¿Que no se meta en política? La iglesia siempre ha sabido hacerlo cuando se trata de defender sus intereses.