Enviado a la página web de Redes Cristianas
Hablaba en mi último escrito de la gran paradoja que supone el que, ante el desastre al que el capitalismo conduce a la humanidad, no aparezca una alternativa con posibilidades de éxito que se pueda oponer a este sistema. Creo que un dato
fundamental para explicar esta dificultad de construir una alternativa sólida es el
fracaso de la Unión Soviética y su mundo.
Ciertamente el desarrollo de la URSS nos proporciona un abultado catálogo de
barbaridades, difícil de digerir. Pero quiero fijarme sobre todo en un fallo muy de
fondo, que no ha sido sólo propio de la URSS, sino muy común a los movimientos
revolucionarios de todo el mundo. Lo expresa muy bien Luis Carrión Cruz, uno de los
nueve Comandantes de la primera Dirección Nacional del Frente Sandinista:
«Con la derrota (electoral) de 1990 yo me percaté de que los cambios en los
comportamientos de las personas no se pueden hacer por la fuerza. Que las
transformaciones sociales que se hacen por la fuerza son también reversibles.
Porque no están asentadas en la conciencia de la gente. Y me decía que en un
contexto democrático es diferente: primero hay que cambiar la conciencia de la
gente para después poder lograr los resultados políticos. Había sido distinto con
la Revolución: primero se produjo el cambio político y después aspiramos a que la
gente moldeara su conciencia a esos cambios que estábamos haciendo desde el
poder»
Pero la conciencia no cambio lo suficiente, y ha sido la Revolución Sandinista la que se ha pervertido hasta extremos impensables. Y en todo el mundo lo que domina es la mentalidad y la cultura capitalista.
Con estas premisas no vale limitarse a competir proclamando que la izquierda puede
proporcionar una vida mejor a todos. Es necesario insistir en la transformación
personal, que abarca dos aspectos fundamentales: la transformación intelectual y la
transformación ética.
Transformación intelectual: abrir los ojos para ver por encima de la propaganda,
pensar y analizar críticamente el mundo en el que vivimos. La segunda República
Española realizó un gran esfuerzo en ese sentido: entre otras iniciativas destacan las Misiones Pedagógicas, para tratar de elevar la cultura del mundo rural. Maestros y maestras realizaron una gran tarea de educación popular, y muchos fueron duramente represaliados por el franquismo. Hoy la izquierda no trabaja prácticamente nada en este sentido, y los centros donde la gente se socializa, habla y discute de mil temas ?entre ellos, naturalmente, de política? son sobre todo bares y cafeterías. Y ese es el mundo que favorece Ayuso, donde pueden tomar todas las cervezas que quieran, que en eso consiste su ?libertad??.
Transformación ética. El capitalismo es radicalmente inmoral, sacraliza el beneficio económico y fomenta el egoísmo individualista, que considera el motor de toda la actividad humana. Para obtener el beneficio económico todo vale: el principio capitalista de que la mano invisible del mercado transforma todo, hasta el egoísmo más rastrero, en el mayor progreso de la sociedad, justifica las maniobras más sucias, como todos los casos de corrupción del PP.
Lo que no podemos afirmar es que los millones de personas que votan a la derecha
tengan esta falta total de principios morales ?aunque parece fuera de duda que los
dirigentes populares no tienen el menor escrúpulo ético?. Durante mucho tiempo la
derecha ?avalada por la jerarquía eclesiástica? se ha podido presentar como la
defensora de la ley, el orden y la moral en la sociedad. Y mucha gente puede seguir
creyéndoselo. Por eso tenemos que insistir, de todas las formas posibles, en la total falta de ética de la derecha. Son los partidos del engaño, la explotación y la desigualdad. En esta lucha tenemos todos los triunfos en la mano.