Enviado a la página web de Redes Cristianas
El mundo en que vivimos, al menos en occidente, tiene una verdadera ansia de felicidad. El problema estriba en lo que cada uno entiende por felicidad ya que, en gran parte de los casos, pensamos que la felicidad consiste en consumir y poseer. Por ello, nos guste o no, la economía y la sociología de nuestro mundo están mayormente orientadas en este sentido: tener, consumir > producir > consumir. Producción de masa, a cualquier precio para tener costes bajos y aumentar los beneficios.
A plazo es un callejón sin salida, un desatino en el que los países poco pueden hacer a causa de una economía y de una finanza mundializadas. estamos ante una auténtica huida hacia adelante que nos conduce, sin darnos cuenta, a estar sentados sobre un volcán que puede explotar en cualquier momento. La crisis se asienta sobre cinco pilares, cinco cuentos de hadas que nos impulsan a seguir a ciegas en la misma senda, sin hacernos preguntas y pase lo que pase: * La ilusión de un crecimiento económico duradero: los países en desarrollo (India, China, Brasil, países del este etc.) tienen ya los medios técnicos y económicos para hacerse con una parte cada vez mayor de la riqueza mundial. Su crecimiento económico es más fuerte que el del occidente, que, poco a poco, ve su parte reducida y sus empleos más fragilizados porque los empleos se ubican en esos países. A plazo el paro no va a disminuir en occidente. * La ilusión de un acceso a la energía barata y disponible: el precio del petróleo está bajo actualmente pero a la merced de cualquier conflicto en oriente medio. A plazo las energías fósiles se acabarán; la energía nuclear subirá los precios por los costes del mantenimiento, seguridad y nuevas tecnologías. Las energías renovables, necesitan inversiones importantes. Habrá otras fuentes energéticas, pero no con el precio actual, que es indispensable para la producción de masa a bajos costes. * La ilusión de poder seguir impunemente contaminando el planeta. La tierra está en peligro; los niveles de contaminación de la atmosfera, de los ríos y océanos y de la tierra está llegando a límites insoportables. La estamos saqueando en aras de una economía de precios bajos y de oferta importante, sobre todo de bienes superfluos. * La ilusión del valor del dinero. El dinero ha existido siempre, bajo formas diversas, pero siempre con el fin de servir de instrumento de intercambio y de útil para guardar y consumir más tarde. El dinero, bajo cualquier forma, no tiene más valor que el de la confianza que los usuarios le dan al objeto que lo encarna. Hoy día el dinero es una escritura desmaterializada en las cuentas de los bancos. No tenemos más remedio que aceptar que «nuestro» dinero existe y vale. Pero ¿Qué pasará en el futuro? Ahí sí que estamos en manos de la finanza mundial. La crisis de agosto del 2008, que a punto estuvo de poner en gran dificultad todo el sistema mundial, fue financiera y no estamos al abrigo de otra crisis. * La ilusión de la permanencia de los déficits y de las ingentes deudas de los estados. En las últimas décadas los logros sociales han ido de par con el desarrollo económico. Algo muy positivo. El problema es que en todo el occidente esos derechos se han añadido a los existentes sin disminuir otros capítulos de gasto. Problema grave y craso error. Esos
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desajustes estructurales, a plazo, se pagan caro. ¿Qué herencia dejamos a nuestros hijos y nietos?
Sombrío panorama el que se nos perfila para las próximas décadas, con un paro que no va a disminuir seriamente y con una disminución más que probable del nivel de vida, disminución que no afectará forzosamente ni a lo indispensable ni a lo necesario pero sí a parte de lo superfluo de nuestra vida. Vamos a tener menos cosas y vamos a consumir menos o de otra manera.
¿LA solución? Toda solución puramente «exterior» será difícil por no decir imposible. En realidad no hay más que una: COMPARTIR. MAS Y MEJOR. Por supuesto que ya compartimos aunque no sea más que por las tasas e impuestos que pagamos. Por supuesto cada vez hay más iniciativas ciudadanas como la de utilizar el coche varios a la vez para ir al trabajo. Y habrá más. Esto no será suficiente. La crisis nos va hacer perder nivel de vida. A plazo dos tipos de humanidad existirán conjuntamente: los que no tendrán mas remedio que «compartir», obligados, de mala gana y agriados y los que harán de esta crisis la oportunidad de sus vidas porque se sentirán nutridos solo por el compartir.
¿A qué humanidad quiere cada uno pertenecer? ¿No está esta decisión en lo que es el meollo del cristianismo? Ahí la crisis ya no es una fatalidad sino un mensaje de esperanza posible.
El mundo en que vivimos, al menos en occidente, tiene una verdadera ansia de felicidad. El problema estriba en lo que cada uno entiende por felicidad ya que, en gran parte de los casos, pensamos que la felicidad consiste en consumir y poseer. Por ello, nos guste o no, la economía y la sociología de nuestro mundo están mayormente orientadas en este sentido: tener, consumir > producir > consumir. Producción de masa, a cualquier precio para tener costes bajos y aumentar los beneficios.
A plazo es un callejón sin salida, un desatino en el que los países poco pueden hacer a causa de una economía y de una finanza mundializadas. estamos ante una auténtica huida hacia adelante que nos conduce, sin darnos cuenta, a estar sentados sobre un volcán que puede explotar en cualquier momento. La crisis se asienta sobre cinco pilares, cinco cuentos de hadas que nos impulsan a seguir a ciegas en la misma senda, sin hacernos preguntas y pase lo que pase: * La ilusión de un crecimiento económico duradero: los países en desarrollo (India, China, Brasil, países del este etc.) tienen ya los medios técnicos y económicos para hacerse con una parte cada vez mayor de la riqueza mundial.
Su crecimiento económico es más fuerte que el del occidente, que, poco a poco, ve su parte reducida y sus empleos más fragilizados porque los empleos se ubican en esos países. A plazo el paro no va a disminuir en occidente. * La ilusión de un acceso a la energía barata y disponible: el precio del petróleo está bajo actualmente pero a la merced de cualquier conflicto en oriente medio. A plazo las energías fósiles se acabarán; la energía nuclear subirá los precios por los costes del mantenimiento, seguridad y nuevas tecnologías. Las energías renovables, necesitan inversiones importantes. Habrá otras fuentes energéticas, pero no con el precio actual, que es indispensable para la producción de masa a bajos costes. * La ilusión de poder seguir impunemente contaminando el planeta. La tierra está en peligro; los niveles de contaminación de la atmosfera, de los ríos y océanos y de la tierra está llegando a límites insoportables. La estamos saqueando en aras de una economía de precios bajos y de oferta importante, sobre todo de bienes superfluos. * La ilusión del valor del dinero.
El dinero ha existido siempre, bajo formas diversas, pero siempre con el fin de servir de instrumento de intercambio y de útil para guardar y consumir más tarde. El dinero, bajo cualquier forma, no tiene más valor que el de la confianza que los usuarios le dan al objeto que lo encarna. Hoy día el dinero es una escritura desmaterializada en las cuentas de los bancos. No tenemos más remedio que aceptar que «nuestro» dinero existe y vale. Pero ¿Qué pasará en el futuro? Ahí sí que estamos en manos de la finanza mundial. La crisis de agosto del 2008, que a punto estuvo de poner en gran dificultad todo el sistema mundial, fue financiera y no estamos al abrigo de otra crisis. * La ilusión de la permanencia de los déficits y de las ingentes deudas de los estados. En las últimas décadas los logros sociales han ido de par con el desarrollo económico. Algo muy positivo. El problema es que en todo el occidente esos derechos se han añadido a los existentes sin disminuir otros capítulos de gasto. Problema grave y craso error. Esos desajustes estructurales, a plazo, se pagan caro. ¿Qué herencia dejamos a nuestros hijos y nietos?
Sombrío panorama el que se nos perfila para las próximas décadas, con un paro que no va a disminuir seriamente y con una disminución más que probable del nivel de vida, disminución que no afectará forzosamente ni a lo indispensable ni a lo necesario pero sí a parte de lo superfluo de nuestra vida. Vamos a tener menos cosas y vamos a consumir menos o de otra manera.
¿LA solución? Toda solución puramente «exterior» será difícil por no decir imposible. En realidad no hay más que una: COMPARTIR. MAS Y MEJOR. Por supuesto que ya compartimos aunque no sea más que por las tasas e impuestos que pagamos. Por supuesto cada vez hay más iniciativas ciudadanas como la de utilizar el coche varios a la vez para ir al trabajo. Y habrá más. Esto no será suficiente. La crisis nos va hacer perder nivel de vida. A plazo dos tipos de humanidad existirán conjuntamente: los que no tendrán mas remedio que «compartir», obligados, de mala gana y agriados y los que harán de esta crisis la oportunidad de sus vidas porque se sentirán nutridos solo por el compartir.
¿A qué humanidad quiere cada uno pertenecer? ¿No está esta decisión en lo que es el meollo del cristianismo? Ahí la crisis ya no es una fatalidad sino un mensaje de esperanza posible.