Opinar sobre la línea informativa de cualquier medio de comunicación es siempre una tarea delicada. Fácilmente se puede interpretar como un ataque al derecho que tiene todo medio, y más si es de iniciativa privada, a expresar libremente sus opiniones y a transmitir a sus oyentes la visión del mundo que crea más adecuada a su modo de pensar.
Si nos hemos decidido a redactar esta reflexión desde un Centro de Estudios como el nuestro, se debe a dos razones bien sencillas:
1. El hecho de que la titularidad de la COPE, aunque sea privada, corresponde en buena parte a la Conferencia Episcopal, es decir a la Iglesia, con la cual los cristianos nos sentimos vinculados y comprometidos.
2. El desconcierto y la perplejidad de muchos cristianos que, amando a la Iglesia, sienten que su voz y sus opiniones, no solamente no son tenidos en cuenta, sino que son atacados desde esta emisora (si la Iglesia es plural ¿por qué esta pluralidad no tiene su reflejo en la línea informativa de la emisora?).
Estos días, en muchos medios de información e incluso en las tribunas parlamentarias se han dado razones y ejemplos de comportamientos periodísticos que limitan lo que es éticamente correcto. El insulto y la descalificación personal no pueden ser de ninguna manera defendibles
ni en nombre de una malentendida libertad de expresión. No queremos volver sobre este hecho ni sobre referencias a algunos profesionales que trabajan en los servicios informativos de la COPE.
Pero sí que nos queremos hacer eco de tres posturas que son defendidas desde hace tiempo en la cadena de radio de la Conferencia Episcopal y que no sólo no están en consonancia con los valores defendidos reiteradamente por el magisterio eclesial, sino que se oponen a él. Nos
hemos centrado en estas cuestiones porque generalmente no son tenidas en cuenta.
Dejamos a otras personas o grupos que manifiesten sus críticas a la manera como trata la emisora el tema de Cataluña y de la diversidad cultural dentro del Estado. Tema opinable, como todos, pero
importante para nosotros porque afecta directamente a la justicia y a los derechos de las minorías, cuestiones no ajenas al magisterio de la Iglesia (1).
En todo caso, nos gustaría destacar:
1. La manera como se trata el tema de la inmigración en los informativos de la emisora. La sociedad conoce el trabajo social que la Iglesia realiza en la acogida y asesoramiento de los inmigrantes. Cuando el tema no tenía la importancia que tiene en la actualidad, organizaciones como Caritas han sido, y siguen siendo, pioneras en la atención al fenómeno
migratorio. ¿Por qué dejan los obispos y la Conferencia Episcopal que el tema sea abordado desde la emisora no sólo con frivolidad, sino defendiendo posturas absolutamente opuestas a lo que la Iglesia cree, predica y trabaja diariamente? (2)
2. También la manera como se trata y se continúa tratando la cuestión del diálogo interreligioso y de una manera especial el diálogo con el Islam. En todas partes van creciendo iniciativas y experiencias de acercamiento entre el mundo musulmán y el cristianismo. El Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso tiene magníficos documentos que animan a
este diálogo… Por qué entonces desde la COPE, supuesta voz de Iglesia, se criminaliza diariamente al Islam y se ridiculiza cualquier intento de diálogo? ¿Por qué la línea informativa de la emisora opta, de una manera clara, más por el choque de civilizaciones que no por la posibilidad de un entendimiento? (3)
3. Y finalmente como se ha tratado y continua tratándose la cuestión de la guerra en Irak.
Mientras una gran multitud de personas salían a la calle clamando contra la guerra; mientras movimientos cristianos y parroquias se implicaban directamente en oposición a una guerra no querida por la gran mayoría de la sociedad española; mientras el Vaticano se comprometía en
la búsqueda de caminos de negociación y denunciaba la política norteamericana y sus prisas por invadir Irak (4); mientras todo eso pasaba ?la cadena de obispos?? (tal como se la conoce) apostaba claramente por la intervención e insultaba y menospreciaba a los que decían no a la guerra, incluyendo a los que lo hacían desde profundas convicciones cristianas.
No entendemos que la Conferencia Episcopal confirme y refuerce esta línea informativa a partir del argumento de que en ella son defendidos los valores sociales y morales de la Iglesia.
Nos preguntamos ¿Qué valores? ¿?nicamente los que afectan a la sexualidad, a la familia o a la educación? ¿Significa esto que los valores de la paz, el diálogo, y la acogida son valores de segunda división? ¿Por qué se destituiría inmediatamente a un periodista de la emisora por defender, por ejemplo, el matrimonio homosexual y en cambio no pasa nada cuando otro profesional clama diariamente a favor de la guerra como manera más eficaz de resolver los conflictos?
Asistimos profundamente entristecidos a la línea editorial de la emisora pagada por los obispos. En un momento ciertamente difícil donde se han dinamitado muchos puentes y se han radicalizado posturas (las laicistas, pero también las nacional-católicas), la Iglesia lejos de ser testimonio libre y profético del evangelio delante de ?los poderes de este mundo?? prefiere
jugar la carta de la defensa de un poder que en apariencia le reporta beneficios a corto plazo.
Victorias insignificantes las de la audiencia y de la defensa de pequeñas parcelas de poder,comparadas con el descrédito creciente de la institución. Descrédito más grave aún, si tenemos en cuenta que la Iglesia no está llamada a predicarse a sí misma, sino a predicar el evangelio de Jesús que es sobre todo Buena Noticia para la humanidad.
La solución en este caso, no pasa únicamente por la destitución de personas concretas sino por el hecho de que se abra en el interior de la Conferencia Episcopal un debate claro y profundo sobre el papel que ha de jugar en una sociedad plural y democrática un medio de titularidad
eclesial. Papel que, en todo caso, no debería pasar, ni en los contenidos ni en las formas, por la defensa de unas ideas y valores opuestos a aquello en que creemos. Es aquí donde nos jugamos la credibilidad de la Iglesia y lo que es más grave, donde nos jugamos que el evangelio continúe siendo en nuestro país fermento de vida y esperanza para muchos de nuestros hermanos.
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1. Un hecho significativo de esta posición es el discurso que hace Juan Pablo II delante de las
Naciones Unidas el 5 de octubre de 1995, donde entre otras cosas dice ?ni un Estado, ni
ninguna otra nación ni ninguna organización internacional no está nunca legitimada a afirmar
que una determinada nación no es digna de existir??. Ver discurso completo.
2. Véase el documento de la pastoral de inmigraciones en España año 1994.
3. Ver el discurso que el presidente del Pontificio Consejo por el Dialogo Interreligioso, Francis
Arince, tiene en el año 2000, con motivo del final del Ramadán.
4. Ver la nota pastoral: ?La paz don de Dios e imperativo moral??, febrero del 2003: