LA COMUNIDAD ES LO ESENCIAL DE NUESTRA FE. Leonardo Boff

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Religión Digital

He tenido la suerte de poder compartir mesa y mantel con el más importante de los teólogos latinoamericanos del siglo XX: Leonardo Boff. El ágape, organizado por la Asociación de Periodistas de Información Religiosa (APIR) fue un acto sencillo y entrañable. Acudía Boff acompañado por su buen amigo, y también teólogo, Juan José Tamayo.
Sorprendió el brasileño a los que no habían coincidido nunca con él por su discurso pacífico, meditado, suave, «católico, apostólico y franciscano» en sus propias palabras.

«No tengo nada contra Roma», «prefiero no opinar sobre los documentos de la Conferencia Episcopal Española porque no los he leído en profundidad», «Benedicto XVI es un Papa más intelectual que pastoral», «El amor entre dos personas es sagrado y por eso es obra de Dios», «La Iglesia no puede descuidar el continente asiático, allí es donde se juega el futuro de la humanidad» y «El entorno de Lula no es perfecto pero está llegando a los más pobres» fueron algunas de la ideas que fue desgranando entre plato y plato respondiendo las preguntas de los periodistas especializados en las consecuencias humanas de lo divino.

En realidad pocas novedades para aquellos que seguimos la trayectoria de uno de los padres de la Teología de la Liberación, aunque sí sorprendió la cautela, el rigor, la profundidad y la finura a la hora de matizar las cuestiones más recurrentes relativas al gobierno de la Iglesia (recordó su «Eclesiogénesis» haciendo hincapié en la necesidad de una cabeza colegiada), a la moral sexual (cree que el cardenal Martini es el portavoz de una corrinte eclesial más amplia encargada de amoldar los oídos y las conciencias de los católicos más ortodoxos para preparar la aparición de un documento que suavice ciertos usos extendidos socialmente entre la gran familia cristiana) y al papel de la mujer en la Iglesia (citó a Casaldáliga y su temor al fin del mundo antes de que la mujer ocupe el lugar que le corresponde dentro de la institución).

Insistió Boff en la necesidad de que la Iglesia Católica sea menos Cristológica y más Pneumatológica, recordó que la koinonía, la comunidad, es lo esencial de nuestra fe, del mismo Dios (uno y trino, primera comunidad, ejemplo de colegialidad). Todo lo dijo con humildad, como recién llegado de Petrópolis, como si en su casa hubieran puesto la luz eléctrica hace poco, como si siguiera celebrando la resurrección y la vida con su comunidad cristiana en torno al pan, al vino, a la Palabra y con Cristo en medio.

«Me gustan los profiteroles» fue la frase que se me quedó grabada. Sin duda que recordare esta comida con Leonardo Boff por el postre, por su sonrisa y su paciencia con los periodistas pero, sobre todo, porque pidió profiteroles con ojos de niño esperanzado.