La ciencia y la consciencia -- Jaime Richart, Antropólogo y jurista

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Enviado a la página web de Redes Cristianas
 
La Ciencia, como la Divinidad, es cuestión de fe. El ser humano, en sociedad, y más allá de la percepción del yo, está compelido a la fe constantemente. A su fe en la Ciencia como en
los científicos, en la Religión como en sus pastores, en la Información como en los periodistas, en la Justicia como en los juristas, en la Política como en los políticos, en la Economía
como en los economistas, en la Medicina como en sus doctores.

Y así sucesivamente. Y ello pese a que entre sí discrepen los
científicos, los teólogos, los periodistas, los economistas, los
políticos, los juristas y los médicos, y el objeto de la fe sea el
resultado del acuerdo de unas minorías…

Allá por los años treinta empezó a difundirse la, al parecer, falsa
idea atribuida a Albert Einstein de que en el estado de vigilia
normal de la conciencia sólo una décima parte del cerebro está
en actividad. Idea que, de haber sido cierto que fue expresada
por Einstein, fue desautorizada por la ciencia neurológica
posterior.

La ciencia… ¿pero qué ciencia? ¿la que cierra filas para relatar
al mundo los descubrimientos y verdades que cuadran con lo
que interesan a unos cuantos por razones varias? ¿o la Ciencia
no vertebrada, la de humanos aislados, genios o no, conocidos o
anónimos, que descubren lo que a menudo niega la Ciencia bajo
control?  
 
En todo caso, cada vez que me llega una noticia científica en
portada o en suelto, o simplemente veo de una revista científica,
pienso: bien, ya veremos qué dice al respecto dentro de quince
o veinte años. Pues estoy cansado de haber ido asistiendo a lo
largo de mi vida observadora, al ridículo espectáculo del decir y
desdecirse de la ciencia, la médica incluida, que no es muy
diferente de lo que hacen los políticos españoles en campaña y
fuera de ella. Ello, con independencia de que ciertos
fundamentos y principios sean útiles permitiendo funcionar
sistemas enteros, incluida la cosmología. Pero una cosa es que
una verdad sea útil, y otra que sea certera y para siempre.
Principios y fundamentos, por cierto, que a menudo desplazan a
otros que quedan en evidencia.

Lo que me hace recordar esta otra inconcusa frase precisamente del Einstein ya muy entrado
en años: ?dos y dos son cuatro hasta nueva orden??. O lo que le
dijo una noche a un compañero de paseo: ?¿dejará de existir la
luna cuando dejemos de mirarla???. Esto, aparte de lo sabido
acerca de muchos descubrimientos y experimentos a lo largo de
la historia de la alquimia y luego de la ciencia que son
rechazados porque trastocarían los razonamientos establecidos.
 
El caso es que tres personajes de las laderas de la Ciencia:
 Gurdjieff, Abellio y Meyrinck nos ponen en guardia. Gurdjieff,
al decir que hemos de soñar despiertos. Abellio, que hemos de
procurar la percepción de mi percepción, la transfiguración, la
llave que nos hará dueños de la naturaleza interior. Y Meyrinck,
que velar lo es todo…
 
Tengo pocas convicciones. Se nota. Quizá solo ésta: no tenemos
una sola inteligencia. Tenemos varias. Y si sostenemos que sólo
tenemos una, ésa será un promedio de las demás. Howard
Gardner distingue ocho tipos de inteligencia. Hay quien habla de
doce. Pues bien, combinando todos los datos, podríamos
establecer estas premisas: quizá tengamos activado todo el
cerebro según teorías actuales, pero es innegable que, para
cualquier observador medio los niveles de consciencia -al menos
de consciencia permanente- varían mucho entre unos individuos
y otros. Yo diría que varían más que los evanescentes grados de
inteligencia y el cociente intelectual que, útiles para medir
ciertas capacidades el empleador para elegir al empleado, al
igual que otras verdades científicas y tecnológicas, tienen un
valor mucho más relativo en otros órdenes que no pertenezcan a
la neurología y a la psicología…
 
En todo caso, cuando hablamos de un genio o de un
superinteligente, de alguien con un cociente intelectual elevado
nos referimos a un individuo con una o más de esas inteligencias
que afirmo, hipertrofiada. De modo que, aparte otros factores, si
el nivel de consciencia más o menos habitual, normal, está en el
1, en muchos individuos es letárgico y está por debajo del 1, y
en otros casos está por encima del 1, sin que sea preciso tener a
estos últimos por más inteligentes pero sí más lúcidos, estos
están cuanto menos en el nivel 2.
 
Pues bien, en este nivel de la consciencia nos encontramos
quienes escribimos en estos soportes digitales de absoluta
libertad de expresión: tal es la intensidad y orden de nuestro
raciocinio, tal es nuestra voluntad de objetividad y los esfuerzos
por lograrla, tales son las combinaciones sintácticas y logísticas
similares a los cálculos del jugador de ajedrez medio, antes de
dar jaque mate a los aletargados, a los dormidos y a los
pardillos… ¿Y sabéis por qué?, porque estamos despiertos y en
nuestros análisis tomamos la distancia precisa para no dejarnos
afectar por el ruido, por el griterío, por la tontuna de políticos y
periodistas, ni tampoco por el empaque de la Justicia. Ni
tampoco embaucados por la rotundidad que se imprime a las
noticias salidas de la Ciencia. Desde luego, si la cristiandad
vivió 1.600 años equivocada manteniendo el geocentrismo, qué
fuerza moral nos obliga a creer que no vivimos equivocados
negando la tierra plana o la tierra hueca, por ejemplo. A fin de
cuentas, el verdadero progreso de la humanidad no viene por la
precisión de los aparatos medidores, si no por las intuiciones, el
ingenio y las habilidades del individuo aislado.

En definitiva, por vías del espíritu… Y quien diga lo contrario es porque, como
digo al principio, cree en la ciencia. Allá él. Nada gana ni nada
pierden, tanto quienes afirman como quienes niegan. Al final,
cuestión de fe… Detrás de toda la complejidad de que se rodea a
la fabricación de la bomba atómica hay que saber que la
liberación de la energía atómica se consigue disolviendo sal de
uranio en agua pesada. Y el agua pesada se obtiene destilando el
agua ordinaria durante 25 o 100 años. Un individuo
eventualmente combinado con otro, la obtendría fácilmente.
Debieran saberlo los políticos antes de hablar y de rendirse en la
intimidad a esta verdad, para evitar decir y hacer ese sinfín de
necedades a que, en España, nos tienen acostumbrados. Y
debiera saberlo también la Ciencia, la Ciencia en equipo, esa
Ciencia que no pocas veces carece de conciencia…
 
19 Mayo 2019