JUDAS ISCARIOTE, ¿ TRAIDOR O H?ROE?. Juan José Tamayo

0
204

El Periódico

Judas es una forma greco-latina del nombre hebreo jehudá (= Judá), de significado desconocido. El libro bíblico Génesis 29,35 deriva la palabra de hud, que significa ‘elogiar’. Varios son los personajes bíblicos que tienen el nombre de Judas. Entre los más importantes cabe citar seis: Judas Macabeo, Judas Barsabbás, Judas Galileo, Judas Tadeo, Judas de Damasco, Judas Iscariote. Judas Macabeo, tercer hijo del sacerdote Matatías de Modín, fue el promotor y héroe de la rebelión de los judíos fieles a Dios contra su perseguidor el rey seleúcida Antíoco IV Epifanes (175-164 a. C).

Quizás recibiera el sobrenombre de ‘Macabeo’ (de maqqabá= martillo) por su fuerza física y su energía. Judas Barsabbás es un profeta de los orígenes del cristianismo, a quien se le encomienda la tarea de llevar el acuerdo del concilio de Jerusalén a Antioquia, primera ciudad donde los seguidores de Jesús de Nazaret recibieron el nombre de cristianos (Hch 15,22ss; 15,32). Judas Galileo, citado varias veces por el historiador Flavio Josefo y el Nuevo Testamento, dirigió un movimiento religioso anti-imperialista que se rebeló contra el poder romano ocupante y conquistó la estratégica fortaleza de Séforis. Pereció en una de las revueltas.

Otro Judas del que habla el Nuevo Testamento es el apóstol que aparece con dos nombres, el de «Judas, hermano de Santiago», y el de Tadeo. La tradición le atribuye, aunque sin apenas fundamento, la autoría de la Carta de Judas, escrita en un griego refinado y retórico que poco tiene que ver con la cultura de un judío palestinense como era Judas Tadeo. Fue escrita a finales del siglo I, cuando es muy previsible que hubiera muerto Judas Tadeo. Su admisión definitiva en el canon neotestamentario no se produjo hasta el siglo IV después de la Era Común; la demora pudo deberse a la cita de escritos apócrifos no reconocidos en el canon del Antiguo Testamento.

Hechos de los Apóstoles cita a Judas ‘de Damasco’, ciudadano que vivía en la calle ‘recta’ de Damasco y quizá fuera judeo-cristiano, acogió a Pablo de Tarso en su casa, tras su conversión, a raíz de la visión que éste tuvo ante las puertas de Damasco (Hch 9,11) cuando iba a perseguir a los cristianos de esa ciudad.

El más famoso, el que está más grabado en el imaginario popular, es Judas Iscariote, personaje que se mueve entre la leyenda y la realidad. Los Evangelios canónicos lo colocan siempre en el último lugar de la lista de los 12 apóstoles que acompañan a Jesús de Nazaret durante su vida pública, añadiendo expresiones que hacen referencia a la traición: «el que le entregó», «el traidor». Los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) ofrecen detalles sobre él en los momentos finales de la vida de Jesús. Negocia con los sumos sacerdotes (Mt 26,14ss) la entrega de Jesús por el precio de 30 monedas de plata, que era el precio de un esclavo o el valor a pagar por el rescate de una mujer (Zac 11,12; ?x 21,32). Participa en la ?ltima Cena y Jesús lo señala como la persona que lo traicionaría (Mt 26,20-26) y lanza contra él la terrible maldición: «Más le valdría a ese hombre no haber nacido».

Estando Jesús orando en el Huerto de los Olivos, llega Judas acompañado de mucha gente con machetes y palos, mandada por los sumos sacerdotes y los sacerdotes del pueblo, y entrega a Jesús siguiendo el rito acordado: el ‘beso traicionero’, el más famoso de la Historia. Jesús no ofrece resistencia. Sí la ofrece uno de sus discípulos, quien, según el relato evangélico, corta de un tajo la oreja del criado del sumo sacerdote, acción que Jesús reprocha oponiéndose a la violencia con el dicho que se ha convertido en afororismo: «el que a hierro mata, a hierro muere».

Según el Evangelio, Judas sintió remordimientos de conciencia por lo que había hecho y se arrepintió; después devolvió las treinta monedas de la traición y se suicidó, abrumado como estaba por lo que había hecho, una vez que supo de la condena a muerte de su maestro (Mt 27,3-10). Aquí cabe subrayar un contraste: para los sumos sacerdotes, el soborno fue un éxito, ya que a través de él habían logrado eliminar a Jesús de Nazaret, uno de sus más peligrosos enemigos; para Judas, empero, fue un comportamiento vergonzoso, ignominioso.

?l había sido miembro del movimiento de Jesús y se había comprometido, bajo su palabra de honor, con su proyecto. En una sociedad como la judía que giraba en torno al binomio honor-vergüenza, la lealtad al grupo, a la familia o al patrón, era una de las virtudes más importantes, y la traición constituía una de los comportamientos más ruines. En consecuencia, el suicidio constituía la única salida que le quedaba y la señal pública de reparación del honor perdido.

Lógicamente, la retractación del delator exigía cuestionar el juicio, pero los dirigentes siguen adelante con el proceso, que desemboca en la condena a muerte en la cruz, como correspondía a los subversivos contra el sistema. Muchos de estos datos no parecen responder a hechos reales; son, más bien, una creación literaria elaborada con citas tomadas del Antiguo Testamento que pretenden demostrar el complimiento de las ‘profecías’.

El Evangelio de Juan proporciona más datos sobre Judas Iscariote. Lo presenta, desde muy pronto, como incrédulo y lo llama ‘diablo’. ?l era el encargado de las finanzas, el que llevaba la bolsa común, lo que aprovechaba para ‘sisar’. Juan recoge una reacción de Judas que avala esta imagen de ladrón: la unción en Betania, una de las escenas en la que la hermenéutica feminista fundamenta el discipulado de iguales. Estando Jesús en casa de la familia de Lázaro en Betania, María unge los pies de Jesús con un perfume muy costoso y los seca con los cabellos. Judas reacciona diciendo que eso era un derroche ya que el dinero gastado en el perfume podía haberse entregado a los pobres. Juan comenta que la reacción de Judas no se debía a que éste estuviera interesado por los pobres, sino «porque era un ladrón y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella» (Jn 12,6).

Algunas interpretaciones vinculan a Judas con los grupos nacioanalistas radicales y creen que se había asociado al movimiento de Jesús con la esperanza de mantener vivo el mesianismo político-religioso en lucha contra poder romano ocupante. Y que al sentirse desencantado porque Jesús no apoyaba dicho proyecto lo habría traicinado.

Muy distinta es la imagen que de Judas ofrece el Evangelio de Judas, encontrado en la década de los 70 del siglo pasado por unos campesinos en Egipto, que algunos especialistas datan del siglo III d. C. y que acaba de ser traducido al inglés por National Geographic. Es un manuscrito en copto que presenta una imagen distinta de Judas, más en sintonía con la interpretación gnóstica de Jesús de Nazaret y del cristianismo primitivo, en la línea de otros escritos como el Evangelio de María y el Evangelio de Tomás.

Describe la relación especial de Jesús con Judas, su discípulo predilecto, a quien le cuenta los misterios del reino y le hace un encargo de especial trascendencia: que lo traicione para así liberar a Jesús del cuerpo mortal del que estaba revestido. Esa acción será para Judas un sacrficio que le hará sufrir y le convertirá en una persona maldita por generaciones; pero, al mismo tiempo, hará de él el mejor de los discípulos. Considera, por tanto, la muerte de Jesús como algo bueno y presenta a Judas como un héroe.

Judas Iscariote, ¿traidor o héroe? No existe una única interpretación sobre esta figura entre la leyenda y la historia. Ahí radica precisamente la grandeza del cristianismo primitivo: en la pluralidad de interpretaciones en este o en otro campo. Aquí radica, a su vez, una de las carencias del catolicismo oficial: en su condena del pluralismo hermenéutico y en la tendencia al pensamiento único.