Por último, nos dirigimos a una comunidad parroquial muy peculiar de El Puerto de Santa María (Cádiz), la que conforma la parroquia de San José Obrero. Está la última puesta, aunque fueron los primeros en responder (una semana escasa después de pedírselo, tan claro lo tienen) porque son una concreción maravillosa de las tres reflexiones que le preceden, habiendo hecho carne, organización y vida de fe las enseñanzas del evangelio y las del concilio Vaticano II. Una experiencia ilusionante para todos nosotros porque en ellos es verdad eso de «la doble fidelidad al pueblo y al evangelio».
Nos preguntan sobre nuestra experiencia de cómo entendemos la democracia en nuestra comunidad parroquial de San José Obrero en El Puerto de Santa María. Y vamos a empezar reflexionando sobre una cuestión previa que creemos condiciona la forma de interpretar la realidad social y, por ende, la participación democrática en las instituciones.
«DE LO PROFANO Y LO SAGRADO»
A lo largo de todos estos años de vivir la fe en comunidad y de ir descubriendo a un Dios cercano a nuestra realidad, hemos experimentado a un Dios padre-madre que se le cae la baba con las cosas de este mundo, a un Dios que «se muere» por lo humano, y a un Dios cuyo Espíritu también vive y aletea fuera del templo (ese es el significado de profano).
Jesús vivo nos abre los ojos y nos dice que todo lo humano es de Dios, que ?l vino a rasgar el velo del templo que separaba lo sagrado de lo profano. Desde entonces ya nada es ajeno a Dios y todo lo humano es sagrado.
El seguimiento de Jesús, el intentar vivir su estilo de vida, el experimentar la cercanía del Padre-Madre, nos lleva a valorar todo esfuerzo social en pos de la fraternidad y de la justicia, en definitiva, a reconocer en la sociedad gestos positivos que hagan avanzar el Reinado de Dios en el mundo y la historia.
En los últimos siglos se han dado avances sociales, impulsados por el espíritu de libertad, igualdad y fraternidad. Entre ellos la democracia en lo político; teorías y experimentos socialistas en busca de una igualdad económica; y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, una ética de mínimos para cualquier Estado en el trato con sus ciudadanos. Todo ello ha supuesto pasos escatológicos hacia la llegada del Reino (Javier Vitoria).
EXPERIENCIA DE DEMOCRACIA
EN NUESTRA COMUNIDAD.
El nacimiento de nuestra Comunidad coincide con los aires nuevos que nos trajo el Vaticano II, y con la lucha por la democracia en los finales de la dictadura. Dos hechos que marcaron mucho nuestra identidad comunitaria. Se empezaron a dar pasos en la participación de l@s laic@s y la estructura comunitaria comenzó a pasar de
– De una estructura piramidal??
«Pues esta sociedad [la Iglesia] es por su propia fuerza y naturaleza desigual. Se compone, por tanto, de un orden doble de personas, pastores y grey, es decir, los que están colocados en los distintos grados de la jerarquía y la multitud de los fieles. (Pío IX, Vehementer Nos).
– ??A una comunidad horizontal.
El concilio Vaticano II al designar a la iglesia como Pueblo de Dios revaloriza la comunidad y el pueblo como elemento característico de la iglesia. La iglesia es un pueblo y todos somos miembros de él, todos somos en este sentido, laicos; es decir, pertenecemos al pueblo, que es la Iglesia, no hay cristiano eclesial (Lumen Gentium 9). También se resalta que la igualdad existencial y antropológica es anterior a la diversidad de funciones, carismas y estructuras o ministerios (L.G. 9).
Tuvimos la suerte de contar con un equipo pastoral de cuatro presbíteros, con los que fuimos descubriendo que tod@s somos importantes para la vida de la Comunidad y que el presbítero es un miembro más.
Desde un primer momento, se dio importancia a dos aspectos que pueden ir llevando a cualquier sociedad a la democracia participativa: la delegación de tareas (según se van incorporando personas del barrio a la comunidad se van creando grupos de trabajo con los servicios para la vida comunitaria) y la financiación -«el que paga es el que manda»- de los servicios (no se cobra por ningún sacramento ni documento) y de la construcción de los dos templos de la parroquia.
Antes de que lo recogiera el Derecho Canónico de 1983, creamos la Coordinadora (así llamamos al Consejo Pastoral) como grupo dinamizador de la vida comunitaria, en el que se toman las decisiones por consenso. El límite democrático lo pone el derecho canónico, que limita sólo a la petición de consulta y no a la toma de decisiones, las funciones del Consejo Pastoral.
«?stos [los consejos pastorales], como es sabido, no se inspiran en los criterios de la democracia parlamentaria, puesto que actúan de manera consultiva y no deliberativa, sin embargo, no pierden por ello su significado e importancia». (Juan Pablo II, Novo millenio ineunte 45).
Es decir, que decidamos lo que decidamos, la responsabilidad jurídica y eclesiástica sólo corresponde al presbítero. Por lo tanto, habría que reconocer a la comunidad como una entidad reconocida eclesialmente y con pleno derecho a decidir sobre su futuro, derecho que actualmente sólo corresponde al párroco.
Hasta la fecha sólo se ha producido un cambio de obispo en nuestra diócesis, ya que ésta es de reciente creación, y en su momento, ya reclamamos para todos los miembros de la diócesis el derecho a elegir al nuevo obispo.
En nuestra comunidad a la mujer se le da el sitio que le corresponde, accediendo a todos los cargos y servicios y participando de todas las decisiones, como integrante de pleno derecho de la comunidad que es. No existe ningún motivo teológico para que la Iglesia trate a la mujer como miembro de segunda categoría.
Creemos que hay que caminar hacia un nuevo modelo de presencia pública de la Iglesia en España, de la jerarquía sobre todo. Ya que a lo largo de la historia ha demostrado que sabe vivir en la persecución y también en el nacional-catolicismo pero aún no ha dado muestras de saber hacerlo en pluralidad y democracia. Como anécdota: contamos en nuestra comunidad con un concejal, una concejala y un parlamentario andaluz.
Tenemos experiencia de que la Iglesia es misterio y sacramento y la vida comunitaria no se limita al mero ejercicio de la democracia. En nuestra asamblea de este año decimos que «La comunión es la esencia de la comunidad», pero ello no nos exime de aportar el soporte humano sobre el que más tarde flotará la experiencia creyente en el Dios de la Vida.
Por ello, habrá que ir avanzando:
+en las relaciones interpersonales, en misericordia enraízada en la ternura humana.
+en las estructuras comunitarias, en comunión vivida, entre otros aspectos, con el ejercicio de la democracia en la toma de decisiones.
+en las relaciones con otras comunidades y con el resto de la Iglesia, en unidad dentro del respeto a la pluralidad.
«Estemos pendientes de los labios de los fieles, porque en cada fiel sopla el Espíritu de Dios». San Paulino de Nola