En el campo de refugiados de Dheisheh, cerca de Belén, se encuentra el Ibdaa Center, una de las experiencias deportivas más importantes de Palestina. Dheisheh es una comunidad muy activa, con una gran historia de lucha. Hasta la retirada del Ejército en 1995, el campamento estaba rodeado de una cerca de alambre que sellaba 13 de las 14 entradas al mismo. El Ejército israelí controlaba la única entrada, con reja giratoria. Una puerta que se mantiene todavía, justo frente al local del Ibdaa Center, como recuerdo de aquellos días.
El Centro de Actividades Sociales de Jóvenes, que era la principal organización juvenil en el campamento, se cerró por orden militar desde 1981 hasta 1993. Fue la época de la primera Intifada, cuando los soldados entraban por los callejones, causando docenas de muertos, cientos de heridos, encarcelados o discapacitados de por vida. Durante los años del proceso de paz de Oslo la situación de los refugiados fue totalmente ignorada en la estructura de la negociación, lo que creó una sensación de frustración en la comunidad.
Es precisamente en el año 1995 cuando se crea el Ibdaa Center, dentro del proceso de autoorganización que se había producido en el campo de refugiados desde los años ‘80 y recogiendo el testigo de aquel Centro de Actividades Sociales. Ibdaa, que en árabe significa “crear algo de la nada”, es una organización de base que genera proyectos sociales, culturales y deportivos para niños, jóvenes y mujeres del campo de refugiados. El deporte es una de las actividades fundamentales y proporciona “una vía de escape de la realidad cotidiana, una oportunidad para crear comunidad y, también, para sentirnos orgullosos”, como nos cuenta de forma apasionada Khaled Saifi, coordinador deportivo del Centro.
Son más de 300 miembros en los diferentes equipos de baloncesto, ping pong, fútbol, natación, atletismo y voleibol, a pesar de no tener instalaciones en el campo de refugiados. “Hemos ganado varias veces la liga masculina de baloncesto, también somos primeros en voleibol y cuartos en natación”, explica Khaled. Para entrenarse tienen que ir a Belén varias veces por semana. En toda Palestina hay cuatro polideportivos, que fueron construidos en el año 1995 por una empresa española en Belén, Nablús, Gaza y Ramala. En baloncesto son tres equipos masculinos y dos femeninos, que abarcan desde los diez hasta los 35 años. Regularmente juegan contra otros equipos de Cisjordania, pero también, cuando las condiciones lo permiten, contra otros de Gaza y del interior de Israel.
“Una experiencia emocionante”
La liga masculina de baloncesto cuenta con 18 equipos, pero a veces es difícil celebrar los partidos, pues los equipos son retenidos en los numerosos check points del Ejército israelí. “En el último campeonato no pudimos jugar la final contra el equipo de Gaza. Desde Egipto y Jordania nos propusieron celebrar allí el encuentro, pero una vez más las autoridades israelíes nos impidieron disputar el partido reteniéndonos en la frontera”.
El centro está lleno de recortes de prensa con los éxitos de su equipo de baloncesto, el orgullo del Campo de Refugiados. En el año 2005 se creó el primer equipo femenino de voleibol en un campo de refugiados palestino. “Su primer partido fue contra el equipo de la Universidad de Belén. Perdieron, pero fue una experiencia muy emocionante”, cuenta Khaled. “La ocupación israelí ha tenido un impacto especialmente duro en la vida de las mujeres de Dheisheh. Muchos hombres han sido asesinados o están encarcelados, heridos o discapacitados, así que las mujeres se han ido convirtiendo en, prácticamente, el único sustento de sus familias. Son las responsables de generar ingresos, mantener el hogar, la educación y el cuidado de los niños, los mayores y el de los miembros de la familia que están heridos. Como consecuencia, muchas mujeres se ven en situaciones cada vez más difíciles y con muchos menos lugares donde acudir para ayudarse o generar oportunidades para luchar por un cambio”.
Pero los más afectados por la cada vez más profunda pobreza y violencia militar son los niños, que constituyen más del 50% de la población. Los graves abusos contra los derechos humanos, la inestabilidad política y la violencia les han privado de unas condiciones de vida estables. Como todos los niños en Palestina, cada niño en Dheisheh está traumatizado por las invasiones militares en su comunidad, redadas de casas en medio de la noche, detenciones y asesinatos de familiares y amigos. La gente que vive en esta comunidad empobrecida y superpoblada tiene muy pocas vías de escape a través de las cuales poder expresar de forma constructiva sus miedos y esperanzas. “En el Ibdaa luchamos por dar fuerza a estos niños, tratando de darles confianza y seguridad en sí mismos, y a la vez mostrar a la comunidad internacional la situación en que vivimos los refugiados palestinos. Aquí el deporte juega un papel muy importante”.
Redes de cooperación
El Ibdaa Center es, además, un proyecto de gestión de actividades y recursos. A través de talleres de arte, danza, música, multimedia y educación, y de cooperativas de autoempleo, grupos de mujeres, redes de autoayuda psicológica… desde una perspectiva de educación mixta y secular. Gran parte de su eficacia reside en haber sabido integrar el trabajo de base en Dheisheh y el trabajo de solidaridad con proyectos internacionales. Esta alianza con activistas y organizaciones de todo el mundo va más allá de la clásica relación basada en ayuda económica, ya que ha forjado redes de cooperación y colaboración.
Cada año pasan más de 1.500 personas entre niños, jóvenes y mujeres por el Ibdaa, que proporciona ingresos para 70 familias en el campo de Dheisheh a través del empleo y de proyectos productivos. “Lo que nos gustaría ahora es que venga gente a jugar con nosotros, también salir de estos muros y conocer otros equipos, otros centros deportivos, otras iniciativas. Necesitamos que nuestra gente conozca otras experiencias y otras personas. La ocupación trata de tenernos encerrados, y muchas veces no podemos ni jugar con nuestros hermanos de Gaza”, concluye Khaled.