El golpe de estado en Honduras es el resultado de un plan impulsado por la alianza de los sectores más poderosos del país y que integra a tres actores fundamentales: El sector de los árabes-palestinos, el sector de los criollos y el sector militar, los cuales muy articulados han logrado el respaldo de una plataforma internacional integrada por los sectores de las derechas más duras y las corporaciones multinacionales con fuertes inversiones en la industria farmacéutica, la industria del turismo, la industria maquiladora, el comercio, los carburantes, la energía, las telecomunicaciones y el deporte.
Este plan tiene como objetivo erradicar de raíz la amenaza de nuevas coordenadas económicas y comerciales que pongan en peligro el control monopólico de su capital en el país. Ideológicamente esta amenaza la formulan como el peligro del socialismo del siglo XXI representado por el bloque latinoamericano liderado por Hugo Chávez.
Y para su implementación, este plan dispone de dos pasos muy bien definidos: Uno, el golpe directo asestado el 28 de junio con el secuestro y expatriación del Presidente Zelaya Rosales, y dos, las elecciones del 29 de noviembre que consolidarían el primer paso a través de un régimen político con firmes características de autoritarismo, y al cual se sumaría un cuarto sector de alta presencia e influencia en los diversos sectores de la economía y la política hondureña: El crimen organizado, particularmente el narcotráfico.
En los hechos, este plan representa un proceso continuado de ataques, descalificaciones y acciones en contra de dirigentes, organizaciones y organismos que representen una amenaza para la alianza conductora, o para alguno de sus actores, de este golpe de estado en construcción. Con el golpe de estado se ha inaugurado un nuevo período político en el país que se ha de caracterizar por un régimen con una dosis creciente de autoritarismo, que dejará en estado de indefensión a los diversos sectores que se definen por su oposición a los sectores que lideran este período de represión.
Dos factores:
Dos factores, como dos aguijones en el corazón de empresarios y políticos, explican las rondas de diálogo, aceptadas por los sectores golpistas.
El primer factor es el proceso electoral, como instrumento fundamental en la actual coyuntura para consolidar su proyecto político ante eventuales amenazas a sus intereses que para los empresarios de la alianza Arabe/Criolla/militares tiene el nombre propio del chavismo. De acuerdo a los planes de los sectores impulsores del golpe de estado, la presión y resistencia no iba a pasar de unos pocos días o semanas.
No esperaban tanta resistencia interna ni menos que la comunidad internacional establecería un cerco diplomático. El plan de dilatar el tiempo con el fin de llegar a las elecciones, no salió como lo esperaban, sobre todo porque la población se tomó en serio la lucha de resistencia y porque la comunidad internacional advirtió que con un régimen de facto difícilmente se reconocerían los resultados electorales.
Washington añadió un pequeño pero decisivo ingrediente: Quitó las visas a prácticamente todos los funcionarios y empresarios involucrados directamente en el golpe de estado. Por eso, en las últimas semanas, los golpistas se han visto en la necesidad de apurar y facilitar el espacio del diálogo, sentándose en contra de sus deseos, con el sector zelayista, no tanto por el interés de lograr acuerdos negociados, cuanto por ganar tiempo que les permita llegar a las elecciones bajo la apariencia de ser promotores del diálogo.
Un segundo factor es el económico. Los empresarios están atenazados, y el Estado se encuentra sin posibilidades de sacar adelante proyecto económico y empresarial posible. Esto es lo que se llama vivir en un país definido por la ingobernabilidad. Antes del golpe, el gobierno apenas tenía capacidad para administrar la crisis. Hoy, cuando la crisis internacional está teniendo sus reales efectos en economías tan reducidas como la de Honduras, y cuando la comunidad internacional ha cercado al país suspendiendo la mayoría de ayudas, los empresarios han puesto el giro al cielo, y los mismos que promovieron el golpe y crearon la campaña mediática de odio hacia Zelaya Rosales y su amo Hugo Chávez ?como suelen decirlo? son los más fervientes patrocinadores del diálogo porque sus negocios se están yendo al carajo.
De acuerdo a expertos en el campo, la economía hondureña está tan hundida que sus efectos ya se experimentan con fuerza, pero seguirán afectando al país a lo largo de los próximos años sin duda con mayor dureza, especialmente a los sectores secularmente más deprimidos. De acuerdo a los economistas del Foro Social contra la deuda Externa de Honduras (FOSDEH) el lempira ha alcanzado niveles continuos de deslizamiento que en la práctica ya está devaluado desde el 28 de junio para acá. No se efectúa la devaluación por estrictas razones políticas, pero una vez alcanzados los deseados acuerdos, la moneda nacional pasaría de 18.89 a 24 lempiras por un dólar para finales de año o comienzos del siguiente.
Esto significa que la capacidad adquisitiva y los salarios caerán estrepitosamente, sin que el gobierno ni la empresa privada tenga capacidad alguna para detener la avalancha inflacionaria y el deterioro en la calidad de vida de los amplios sectores populares que ya se encuentran en un alto y alarmante nivel de miseria.
La devaluación y la agudización de la crisis, no sólo son resultado de lo que ha ocurrido en estos casi cuatro meses de golpe de estado, sino también como consecuencia del mal manejo que el gobierno de Zelaya Rosales hizo con la economía y por no haber previsto medidas que prepararan al país frente a la crisis internacional, así como por el uso populista de las reservas internas y las ayudas internacionales. De acuerdo a una encuesta realiza en marzo pasado, 72 de cada cien hondureños era del parecer que el gobierno no estaba tomando las medidas adecuadas para enfrentar la recesión económica internacional.
Tras el golpe de estado, esta situación se empeoró, especialmente con la disminución en más de un veinte por ciento de las remesas, el aumento del desempleo a raíz de los masivos despidos en la industria de la maquila, la pérdida de incentivo para la producción agraria, la baja en la recaudación de impuestos, la presión de las reservas nacionales y sobre todo por el congelamiento o suspensión de la cooperación bilateral internacional.
La resistencia:
El repudio y oposición al golpe de estado ha sido universal y nunca como en el caso hondureño se ha logrado tanta unanimidad en la condena y el rechazo. Sin embargo, no es lo mismo rechazar el golpe de estado que apoyar y valorar positivamente la administración de Zelaya Rosales. Querer que toda la gente y sectores que se rebelan contra los golpistas sean ?zelayistas?? es como querer que todo mundo hable un solo idioma o que todo mundo pertenezca a una sola raza o a una sola religión. Lo que une la rebeldía hondureña no es Zelaya Rosales, sino el repudio al acto llamado golpe de estado. Y por este camino es por donde se puede transitar hacia la configuración e identidad de la resistencia y no por el primero, el cual en lugar de dar identidad y cohesión, dispersa y divide.
En estos casi cuatro meses de lucha contra el golpe, las calles, carreteras, puentes, parques, montañas, veredas y plazas han estado llenas de pueblo en resistencia. Pero no toda la resistencia respira los mismos intereses. Los medios golpistas se afanan en llamar a toda la población que se opone al golpe como la resistencia zelayista, y los liberales zelayistas se afanan porque toda la resistencia se agrupe en torno a la única consigna de ?urge Mel??. Sin embargo, nada más alejado de la realidad que una resistencia con el solo y único color zelayista.
La resistencia es un fenómeno nacional que ha logrado capitalizar los descontentos y malestares antiguos, juntando a los sectores organizados tradicionalmente en gremios, sindicatos, asociaciones, frentes de lucha, movimientos sociales de base, movimientos políticos, patronatos con muchos otros sectores que no han tenido experiencia organizativa social o popular. La resistencia es un fenómeno social que se ha conformado en torno a la demanda política por la restitución constitucional, y que ha logrado articular a antiguos actores sociales y políticos con ese nuevo actor social, que es la gente que espontáneamente sale a las calles a manifestarse y expresar su repudio a la violencia y a los ricos del país.
La resistencia es un fenómeno que ha sabido recoger y despertar la rebeldía contenida y reprimida por muchos años.
Aún corriendo el riesgo de caer en esquemas simplistas, la resistencia que se ha confeccionado en estos meses de resistencia, se puede configurar en torno a tres dinamismos:
1) El dinamismo del sector liberal zelayista, cuya identidad está en torno a su indiscutible líder Manuel Zelaya Rosales, y que ha logrado cohesionar a muchas personas que sin ser liberales se han sentido cautivadas o subyugadas por un Presidente que rompió moldes, se enfrentó con unos grupos de poder que nadie lo había hecho desde dentro y que puso en marcha unas relaciones internacionales con sectores y países que con una clara línea de izquierda y que se paró firme ante el FMI y las políticas norteamericanas. Este dinamismo logró captar a dirigentes de sectores populares y de izquierda llegando a establecer una línea de alianzas que no se sabía dónde terminaba el partido liberal y dónde comenzaba la conducción de la izquierda. En estos meses de resistencia, este dinamismo ?zelayista?? ha definido gran parte de la identidad de la lucha, y la palabra eternamente improvisada y sugestiva de su líder ha determinado para bien y para mal el carácter de las movilizaciones.
2) El dinamismo del sector del movimiento popular de izquierda, cuya identidad está en torno a la resistencia permanente al modelo neoliberal excluyente, y especialmente afín al bloque latinoamericano que lidera Hugo Chávez Frías. Dicho en caricatura: Más que zelayista este dinamismo es más chavista, y como Mel Zelaya está con Chávez, entonces así se fortalece una alianza interna entre estos dos dinamismos. Este dinamismo es el que aglutina a los frentes de lucha como el bloque popular, la Coordinadora Nacional de Resistencia Popular, el Comité Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras, los poderosos y polémicos gremios magisteriales, la Coordinadora de organizaciones Populares del Aguán (COPA), la Asamblea Popular Permanente de El Progreso (APP), los sindicatos que agrupan a los trabajadores bananeros y muchos otros que se asocian a las tres centrales obreras y sindicales que existen en Honduras.
La persistencia, cohesión y organicidad de la resistencia reside en este segundo dinamismo, aunque ha mostrado a su vez la debilidad inherente a la propia organización sindical en el país, puesto que no ha logrado hacer efectiva en todo el tiempo de la lucha en contra del golpe el arma de la huelga general, por la débil capacidad de convocación de los dirigentes de las centrales y por la distancia entre éstos con las bases, ya en sí mismas dispersas y con muy frágil cohesión ideológica. La vinculación entre este dinamismo con el primero, y especialmente con el partido de izquierda Unificación Democrática (UD) y la candidatura independiente que encabeza el veterano dirigente sindical Carlos Humberto Reyes, son muy estrechas y con frecuencia se cruzan y confunden.
3) El dinamismo de dignidad de la población, del ?molote?? de gentes, unas afines al primer dinamismo, otras a fines al segundo, y la mayoría independiente, pero que se ha sentido tocada en su conciencia y convierte su rebeldía a la imposición del golpe de estado en una actividad de resistencia o de apoyo a quienes salen a las calles a protestar. En este dinamismo se situaría la gente que se fue vinculando en los últimos meses antes del golpe al llamado Movimiento Amplio por la Dignidad y al Justicia que surgió de la histórica huelga de hambre de abril y mayo del año 2008, y que se enfrentó a los mismos sectores corruptos que hoy conforman la alianza responsable del golpe y de sostener el régimen de facto.
Pero sobre todo, este dinamismo tiene que ver con la gente común, que seguramente ha sido o ha votado por alguno de los dos partidos tradicionales, es católica o de una confesión o secta evangélica, que no está de acuerdo con sus pastores que han bendecido a los golpistas. Es esa gente que ha salido a las calles a caminar decenas de kilómetros o ha salido a entregar tortillas con cuajada o fresco de tamarindo u horchata a los que se movilizan. Es pueblo ?municipal y espeso?? que ante la imposición violenta ha avanzado enormemente en su conciencia ciudadana.
Estos tres dinamismos conforman ese fenómeno que llamamos resistencia popular. Cuánto más esté esa resistencia vinculada o jalonada por el primer dinamismo, menos capacidad de alcanzar una identidad propia tendrá, y cuanto más esa resistencia una el segundo con el tercer dinamismo, más identidad y fuerza popular adquirirá la resistencia. El desafío está en que el segundo dinamismo ?el del sector de la organización popular organizado?se pegue más al tercer dinamismo y mantenga mayor autonomía del primer dinamismo, a la vez que el tercer dinamismo tendrá mayor incidencia y coherencia en la medida en que se alimente de la experiencia del segundo dinamismo, y no se deje atrapar por una dinámica excesivamente ?gremialista??, que vela más por sus intereses internos que por los intereses de los sectores más pobres y no gremiales.
Cuanto más color de pueblo, de esa ?molotera?? que ha salido a las calles, tenga la resistencia, mayor capacidad de construirse como Nuevo Sujeto Político tendrá la resistencia que actualmente tiende a unir más a los líderes del primero con el segundo dinamismo, quienes tienden a mirar y a utilizar al ?molote?? de gente más como masa que llena calles y plazas que como compañeras y compañeros de camino.
Escenarios:
Cualquiera de los escenarios que surja tras la firma de acuerdos entre los polos en conflicto podrá a lo sumo contener la crisis actual, pero no la resuelve ni en el corto ni en el mediano plazo. El escenario inmediato que abra las puertas para una salida política es aquel que tenga como punto de partida la firma de unos acuerdos que comprometa a las partes a un proceso sistemático de construcción de un pacto social que actualmente es inexistente.
El peor de los escenarios es el que se reduce a unos acuerdos atrapados en el cortísimo plazo de las elecciones, y que con una lectura oportunista, diversos sectores lo aprovechan para alcanzar las mayores cuotas de poder. El escenario del desastre sería aquel que resulte de un fracaso total de las rondas de diálogo, el cual tendría de base la continuidad del golpe de estado, o los mismos pondrían a otro afín, como el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, que significaría seguir en golpe de estado michelettista sin Micheletti. En este escenario, la violencia, la creciente inestabilidad y la ingobernabilidad definirían el derrotero del país, y los factores que estarían como argumento para el surgimiento de las próximas elecciones de un régimen fuertemente autoritario, con claras señales de dictadura.
El escenario deseable: Que los acuerdos aseguren el retorno a la constitucionalidad con el reintegro de Zelaya Rosales a Casa Presidencial, pero dejando abiertas las puertas para que una Comisión internacional de la verdad, realice una seria e imparcial investigación sobre abusos de autoridad, delitos públicos, de lesa humanidad y de violación a los derechos humanos con el fin de que se pueda avanzar a una reconciliación pero tras conocer la verdad y se garantice la reparación o resarcimiento de la dignidad perdida o daños sufridos en este conflicto político promovido e impulsado por sectores cupulares de la política y la gran empresa privada hondureña. No se deberían aceptar unos acuerdos sobre la base de la impunidad para los violadores y responsables de la feroz represión ejercida en los meses del golpe de estado.
Varias mujeres han denunciado los atropellos y acosos sexuales sufridos en las diversas represiones ejecutadas por la policía y el ejército. Hay un caso: Una joven que en la manifestación del 14 de agosto, en la ciudad de Choloma, en el departamento de Cortés, en la costa norte hondureña, al mediodía, fue capturada, trasladada violentamente a un lugar solitario y de inmediato violada por cuatro policías introduciéndole incluso la macana en su vagina y el recto. Este caso no puede quedar en la impunidad por muchos que sean los acuerdos de reconciliación que se firmen por un supuesto amor por la paz y la patria.
En este escenario deseable, Zelaya Rosales, como Presidente constitucional legitima las elecciones del 29 de noviembre, pero no pone su acento fundamental en las mismas sino en el diseño de una propuesta de construcción de un Pacto Social con la participación de partidos políticos, empresarios, sectores de la resistencia nacional y sectores de la así llamada sociedad civil con elementos que garanticen la puesta en marcha de un proyecto de país en asuntos agrarios, medio ambiente, economía solidaria y seguridad alimentaria, salud, educación, vivienda, cultura, seguridad, medios de comunicación, política, partidos políticos, legislación actual y Estado de Derecho y relaciones con la comunidad internacional. Este proyecto en base a un Pacto Social debía ser entregado al nuevo gobierno al momento de su toma de posesión, y en torno al mismo definir el buen o el mal gobierno, como proceso de vigilancia social que ejerzan los sectores convocados para diseñar el proyecto de país, y en torno al mismo se podrían configurar las propuestas de los partidos políticos para el siguiente proceso electoral.
Este Pacto Social en torno a un proyecto de país, se constituiría en los contenidos, la composición y el proceso a seguir para la convocatoria y realización de una Asamblea Nacional Constituyente, la demanda que comenzó en el reducido círculo de la administración de Zelaya Rosales, luego se convirtió en la demanda de los sectores populares de la izquierda hondureña, y que tras cien días de resistencia en contra del golpe de estado se ha convertido en una demanda verdaderamente nacional. Pasar de la consigna de la Constituyente a ponerle carne y contenido a través de un Pacto Social y un Proyecto de país, es sin duda la tarea política fundamental en la transición hacia una nueva administración pública. Y en saber impulsarla, construirla y socializarla con toda la población hondureña, en el marco de ese Pacto Social, se encuentra el quehacer y la identidad de la resistencia nacional como el nuevo sujeto político que ha brotado de esta tormentosa y prolongada coyuntura de golpe de estado, y llamado a vertebrar una propuesta política que rompa finalmente con el modelo bipartidista hondureño.