GAZA: Cuando callar es matar

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El genocidio que el Gobierno de Israel está perpetrando contra el pueblo palestino en Gaza, con la complicidad abierta de Estados Unidos y el silencio clamoroso de la Unión Europea, ha roto todas las barreras de la neutralidad. Ni las palabras bienintencionadas ni las llamadas abstractas a la paz bastan ya para detener una maquinaria de muerte que, día tras día, causa ríos de sangre humana, arrasa hospitales, hogares y esperanzas. Como señaló una madre gazatí a un periodista extranjero: “Nos quieren borrar hasta del recuerdo, pero resistimos porque nuestra existencia misma es memoria viva.”

Ante esta barbarie, el mundo no puede continuar observando desde el sofá. La buena noticia de nuestra historia reciente se escribe en las calles: las manifestaciones multitudinarias que, de España a Argentina, alzan pancartas por la dignidad; los Decretos Ley gubernamentales para consolidar el embargo de armas a Israel, los gestos proféticos que interrumpen espectáculos deportivos; las flotillas que, cargadas de alimentos y valentía, desafían el bloqueo; e incluso los municipios que dictan decretos simbólicos contra un gobierno que practica el exterminio. “Es tiempo de imponer a los genocidas la paz, ya que su pueblo no lo hace”, claman voces que no aceptan la pasividad como destino.

En este contexto, Redes Cristianas se posiciona abierta y frontalmente contra el genocidio y llama a la Iglesia universal a salir de su silencio ritual. Se necesitan gestos proféticos (visita del Papa a Gaza, pronunciamientos y gestos claros de las Conferencias Episcopales del mundo) y actos visibles en todos los templos y comunidades, que digan alto y claro: estamos por la humanidad, con los Derechos Humanos, con la justicia y con la misericordia. Porque callar, como advirtió Elie Wiesel, superviviente del Holocausto y galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1986, “favorece siempre al opresor, nunca a la víctima”.

La conclusión es inevitable y urgente: o la humanidad se levanta ya contra el genocidio en Gaza, con acciones visibles y eficaces, o seremos cómplices de una página de horror que jamás podrá borrarse de nuestra conciencia colectiva.