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Tras dos años al frente de la embajada de España ante la Santa Sede, años de estrecho roce con la diplomacia vaticana, el embajador Francisco Vázquez se dice optimista al escrutar los caminos que aguardan al Gobierno socialista y a la Iglesia católica española. Católico practicante, Vázquez se declara orgulloso de que la embajada acoja conferencias de obispos y cardenales, y reprocha a sus compañeros de partido la tendencia a «interpretar siempre a la Iglesia en clave política, cuando la Iglesia es mucho más que eso», y el no percatarse de que «es una institución plural, y esa pluralidad eclesial hay que aprovecharla». Ejemplo que aduce: el PSOE, entre sus once millones de votos, cuenta con varios millones de votantes católicos practicantes. Lo entrevista María Paz López en La Vanguardia.
En su nombramiento fue muy aireada su condición de católico practicante. ¿Qué importa que el embajador sea creyente si lo que cuenta en el Vaticano son las actuaciones del Gobierno al que representa?
No es condición requerida, pero ayuda en la misión. Un embajador católico comprende mejor el lenguaje de la Iglesia, entiende sus preocupaciones y puede ser un buen intermediario. Ser católico incluso ayuda a interpretar a una diplomacia como la vaticana, que es muy singular, muy marcada por los gestos y los silencios.
En momentos de crisis, ¿ser católico le ha procurado algún reproche extra del Vaticano?
No, pues en estos dos años las relaciones entre Gobierno y Vaticano han sido muy fluidas. Otra cosa es la repercusión de problemas internos de España, de las relaciones del Gobierno con la Iglesia española. Los momentos de tensión se han debido a preocupaciones del Gobierno, como cuando en la Cope hubo ataques muy directos al Rey, o por el contenido político de la orientación pastoral de los obispos antes de las elecciones, que citaba el terrorismo. En ambos casos trasladé a la Secretaría de Estado del Vaticano nuestro profundo desagrado. La Iglesia es una institución singular, y hay una relación directa entre las inquietudes de la Iglesia española y las de la Santa Sede; hay siempre un hilo directo.
¿Cómo ve el horizonte actual entre Gobierno e Iglesia?
Aprecio una voluntad por ambas partes de superar los cuatro años anteriores, en los que se publicitaron las discrepancias y se cometieron excesos dialécticos. De estas elecciones ha surgido un escenario de partidos políticos con voluntad de evitar la crispación, y eso sirve también para las relaciones Iglesia-Gobierno. El presidente del Gobierno recibirá pronto al presidente de la Conferencia Episcopal. La legislatura anterior fue muy tensa; pesaron mucho las primeras leyes, y también un cierto exceso en la respuesta de la Iglesia, como las manifestaciones en la calle. Todo eso fue azuzado desde fuera, porque hubo interés político en resucitar la idea de una Iglesia enfadada contra un Gobierno de izquierdas.
Se pecó de falta de compostura por ambas partes.
Sí, un poco. Es curioso, porque el anterior presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Blázquez, es un hombre moderado y dialogante. Como lo es también el actual presidente, el cardenal Rouco. Le conozco hace muchos años, y le tengo un profundo afecto y un gran respeto intelectual. Es un interlocutor válido, porque tiene un peso importante en la Iglesia; ejerce un liderazgo.
Ahora toca actualizar la ley de libertad religiosa. ¿No temen que se abra otro frente?
No, porque la ley de libertad religiosa tiene treinta años de vida, y hay que adaptarla a hoy. A la propia Iglesia católica le interesa amparar la libertad de los creyentes de otras confesiones: musulmanes, judíos, evangélicos,?? Además, es una ley orgánica, nacida del consenso, que por ser orgánica requiere una mayoría cualificada, así que su actualización será también de consenso. La Iglesia no tiene por qué preocuparse.
¿Cómo se ve aquí el debate de los obispos sobre la Cope?
Yo he trasladado muchas veces mi opinión a altos responsables de la Iglesia española, no ya como embajador y como político, sino como católico. Y les he dicho que un programa como el de Jiménez Losantos – atención, no la Cope en general- a quien más daño hace es a la propia Iglesia católica. Le resta autoridad moral, la desprestigia, da argumentos a los sectores contrarios a la Iglesia, y divide a los católicos. Estoy hablando con el principal diario de Catalunya; fíjese qué daño ha hecho a la Iglesia catalana ese programa de la emisora episcopal.
¿Algún prelado del Vaticano le ha hecho alguna observación concreta sobre esa emisora?
Sí, hay sectores en el Vaticano preocupados, ven el daño que le produce a la Iglesia, porque la distorsiona. Un cardenal español me decía que le es muy difícil intervenir en foros públicos, porque siempre hay alguien que le reprocha las actitudes de la Cope. En el Vaticano hay prelados conscientes de eso, de que ese programa genera división en la Iglesia española, no sólo entre los católicos, sino en la jerarquía; no una división pública, pero sí interna.
En el clima de mayor entente en España, ¿qué cree que espera la Iglesia del Gobierno?
La Iglesia sigue preocupada por la asignatura de educación para la ciudadanía, una inquietud que veo paradójica, porque precisamente los colegios católicos han concertado con el Gobierno la aplicación de esa asignatura. La Iglesia tendría que fijarse en los hechos, y a ellos me remito. Ni en el programa electoral del PSOE, ni en el discurso de investidura del presidente, ni en las primeras declaraciones del nuevo Gobierno, ha habido toma de posición alguna sobre cuestiones que puedan inquietar a la Iglesia.