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No es frecuente encontrar personas en las que se armonicen estos dos conceptos y su práctica: La Espiritualidad Cristiana y la Militancia Política; pero existen y siempre han existido.
Pensando en Latinoamérica, la llamada Teología de la Liberación incentiva el compromiso de muchos Cristianos a practicar su Fe políticamente: el Movimiento de Sacerdotes Tercermundistas, el Cura Carlos Mugica, los Mártires de la Rioja, los Sacerdotes OPP de la Opción Preferencial por los Pobres, y los Curas Villeros de hoy son buenos ejemplos de ello, en Argentina.
También en Argentina, concretamente en Buenos Aires, se destaca la figura de Mauricio Silva, el Cura Barrendero.
Escribo esta nota como amigo que fui de Mauricio Silva, celebrando su memoria y para su honor, en el Día del Cuarenta y Ocho Aniversario de su Desaparición por la última Dictadura Militar, Catorce de Junio de Mil Novecientos Setenta y Siete.
Mauricio era Uruguayo de origen, nacido en 1925 de una Familia de Ladrilleros, que le enseñó desde Niño qué es la Pobreza. (Este año es el Centenario de su Nacimiento). Los Salesianos de Don Bosco se encargaron de su Formación Básica, en Montevideo, transmitiéndole el carisma del compromiso de vida con las clases populares, que influyó en su Vocación Sacerdotal; posteriormente, realizó los estudios superiores en Argentina, y fue ordenado Sacerdote Salesiano en el año 1951. Realizó su primera Misión como Sacerdote en Puerto San Julián de la Patagonia Argentina, donde se identificó con los más pobres, ejerciendo entre ellos el Ministerio Sacerdotal, con una entrega total a su servicio.
Mauricio regresó a Montevideo en 1959, en donde se desempeñó como Sacerdote Salesiano hasta 1970. El impacto producido por el Movimiento Peronista durante los años pasados en Argentina y su experiencia de Vida en Puerto San Julián lo fue modelando para incorporar profundamente en su conciencia, primero los Principios Innovadores del Concilio Vaticano II (1062-1965), y después los Documentos de la Conferencia Episcopal de Medellín (1968), sobre los temas Riqueza-Pobreza, Explotación-Liberación de los Pueblos, y Misión de la Iglesia en la Evangelización del Mundo, más concretamente de Latinoamérica. Pero fue, sobre todo, por el conocimiento que adquirió en ese período sobre los Hermanitos del Evangelio, de Charles de Foucaudl, que decidió regresar a Argentina para hacerse uno de ellos (1970).
Las Fraternidades de Foucauld son comunidades pequeñas de cristianos católicos, establecidas en barrios marginales, cuyos miembros tratan de vivir como los demás vecinos, compartiendo la misma suerte, el trabajo manual y las vicisitudes de cada día, de acuerdo a las Bienaventuranzas del Evangelio de Jesús de Nazaret. Charles de Foucauld fue un Ciudadano Francés del Siglo XIX que, en su edad adulta, se Ordenó de Sacerdote y pasó el resto de su existencia en el Corazón del Sahara, entre los Tuaregs, con una Profunda Espiritualidad, tratando de Vivir como Jesús de Nazaret, Hermano Universal de Todos los Hombres.
El quiso rodearse de Seguidores y no lo consiguió; pero, a mediados del siglo pasado, comenzaron a surgir en Francia las llamadas Fraternidades de Foucauld, que se extendieron rápidamente por otros Países, Argentina entre ellos, siendo Arturo Paoli, Ideólogo de la Teología de la Liberación, uno de los Promotores principales. Mauricio Silva se sintió atrapado por esta forma de vida y decidió asumirla para siempre.
Es así que, hacia el año 1970, se estableció en Argentina y comenzó a convivir con los Hermanitos de Foucauld de Fortín Olmos de Santa Fe y Suriyaco de La Rioja, participando activamente en los conflictos laborales de La Forestal y en los proyectos evangelizadores de Angelelli, al mismo tiempo que se impregnaba de la Espiritualidad de Foucauld.
Mauricio trabajó durante este tiempo en labores diversas, como cualquier peón de los lugares donde vivía. Hasta que descubrió su vocación definitiva, la de Barrendero Municipal, y la siguió definitivamente, primero entre los Cirujas de Rosario y luego en Buenos Aires, en las Fraternidades de La Boca y Malabia
“El 19 de Diciembre de 1973, Mauricio fue notificado por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires acerca de su Ingreso como Barrendero Municipal; era el logro del tercer intento que realizaba para acceder a su Empleo Soñado, su Lugar en el Mundo, para Servir al Prójimo como él entendía que se lo exigía el Evangelio” (Cita del Libro GRITAR EL EVANGELIO CON LA VIDA” sobre Mauricio Silva, Barrendero). “Festejó este nombramiento como el mayor Galardón recibido, el de Obrero, para Vivir como Jesús de Nazaret entre el Pueblo” (Cita de Gloria Sellera Bermúdez, en su Nota “Semblanza de Mauricio Silva”).
Yo conocí a Mauricio en Marzo de 1974 y me impactó de tal manera que me establecí con él en un Conventillo de Malabia al 1450; unos meses después, se unió a nosotros Jesús Silva, hermano de sangre de Mauricio; y, desde entonces la Fraternidad del Conventillo de Malabia se fue convirtiendo en Foco de Atención para Muchos, por la Atracción irresistible que ejercía Mauricio sobre cuantos lo conocían.
Mauricio era el referente natural del grupo; su personalidad cautivante logró que, al pasar los meses, aquel lugar se fuera convirtiendo en Hogar donde convergían las miradas de muchos.
Mauricio era acogedor en extremo, de conversación animosa, con una sensibilidad especial para introducirse en el alma de quien lo buscaba; además, atrapaba a todos por la firmeza de sus convicciones, la alegría de vivir pobre, la naturalidad de sus plegarias y la facilidad de su contemplación silenciosa, de su misticismo, sin ayuda de formularios o libros, motivado solamente por la lectura previa de un texto breve del Evangelio. Simplemente, Mauricio estaba enamorado de Jesús de Nazaret e intentaba vivir como El.
Otra característica destacada de Mauricio fue una gran predisposición para la amistad con los barrenderos del Corralón de Floresta al que pertenecía y con sus familias. El brindaba a los pobres la amistad y la entregaba entera; pero, necesitaba también la de ellos a su persona, para sentirse asumido como uno más, con los mismos intereses, necesidades, sentimientos, alegrías y pesares; solamente entonces, transmitía con su palabra el mensaje del sentido trascendente de la vida, anunciando la buena noticia del Evangelio, siguiendo el ejemplo de Jesús de Nazaret.
Sin embargo, no eran unos pocos los barrenderos amigos de Mauricio. Sentía como Hermanos a miles de trabajadores de la limpieza de la ciudad de Buenos Aires; por ello, se comprometió cada vez con más decisión en los Movimientos Gremiales y Asociaciones Políticas, para defender las reivindicaciones de los pobres y luchar por una sociedad más justa. El Amor a los compañeros de clase era para él una exigencia de la Fe Cristiana y su condición de Sacerdote; por lo cual, nunca traicionó al pueblo, antes bien denunció en su ambiente la injusticia y anunció el Mundo Nuevo de la Fraternidad entre Todos los Hombres.
Así, Mauricio se hizo notar enseguida, a pesar del anonimato como Sacerdote; despojado de sí mismo, asumía en todo la identidad de los pobres con quienes trabajaba, poniendo su cultura, su palabra y su coraje al servicio de las causas nobles de aquel tiempo, razón por la cual el nombre de Mauricio fue circulando más y más entre los Barrenderos, asociado a otros líderes de las luchas populares; claro que esos nombres se escribieron también en las listas negras, elaboradas por los personeros de López Rega y sus secuaces de la posterior Dictadura Militar, para abortar de cuajo cualquier movimiento de liberación, que se interpretaba en las altas esferas como desestabilización institucional.
El Corralón de Mauricio estaba en Floresta. Allí desempeñó su cargo de Barrendero durante cuatro años seguidos, compartiendo el trabajo con sus compañeros y participando en sus reclamos gremiales, sin violencia física, sin armas, con su vida y su palabra, en unos tiempos muy convulsionados políticamente. Por ello, Mauricio se granjeó el amor de muchos, que lo tenían por Líder, y el odio de unos pocos, que lo consideraban Subversivo.
A finales de 1976, Mauricio y Jesús viajaron a Colombia para una Reunión General de los Hermanitos del Evangelio; concluida ésta, y a pesar de que todos aconsejaron a Mauricio no volver a su País, por la Represión que llevaba a cabo la reciente Dictadura Militar, regresó a Buenos Aires y se reintegró a su trabajo.
No pasó mucho tiempo hasta que sus Compañeros de Corralón, Néstor Sanmartino y Julio Goitía, fueron Detenidos y Desaparecidos; Mauricio siguió trabajando, hasta que el día 14 de junio de 1977, tres hombres desconocidos lo levantaron en un Falcon Blanco, mientras barría las esquinas de las Calles Terrero y Margariños Cervantes, y se lo llevaron nadie sabe a dónde para siempre.
Esta es una breve síntesis biográfica de Mauricio Silva, el Cura Barrendero de Buenos Aires, que anunció el Evangelio con su vida, en cuya memoria se instituyó el 14 de Junio de cada año como “Día del Barredero Municipal”, para que su recuerdo contribuya a que NUNCA MAS se vuelva a repetir la tragedia de nuestra última Dictadura Militar.
Mauricio es, igual que miles en el mundo a lo largo de la historia y durante la década infame de 1970 en nuestro país, un Mártir de Cristo. Desde sus profundas convicciones religiosas, como cristiano y sacerdote, dio testimonio de Jesús de Nazaret ante los hombres, primero con su vida y después con su palabra. Los poderosos de este mundo no pudieron resistir la verdad de su mensaje y pretendieron silenciarlo para siempre.
Pero la voz de Mauricio, amigo y hermano del hombre, sigue resonando en las conciencias de aquéllos que continúan luchando por el triunfo de sus ideales y por el establecimiento sobre la tierra de la Fraternidad Universal, aunque quizás esté lejos todavía la victoria. No solamente es su voz, es el clamor ardiente de miles de desaparecidos, anteriores y posteriores a él, que mantienen encendida la antorcha de la libertad, la verdad, la justicia y el amor entre los hombres.
Como cierre de este informe, copio del libro “Gritar el Evangelio por la Vida”, sobre Mauricio Silva, la siguiente Nota del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, y la pego en este lugar:
San Juan, 14 de Junio de 2025 Veremundo Julio Fernández Arguiñano
Mauricio Silva Un místico barriendo y despertando conciencias Por Adolfo Pérez Esquivel
“Nos encontramos en el Aeropuerto; Mauricio regresaba de Colombia y yo salía del País. Fue un encuentro breve y circunstancial y a la vez cargado de emotividad y preocupación por el hermano que regresaba a un país convulsionado y violento, sujeto a la incertidumbre y la inseguridad, bajo el régimen militar que había desatado la represión, el secuestro y la desaparición de personas, asesinatos y cárceles. Ninguno desconocía las dificultades y peligros existentes y los riesgos que corrían aquéllos que asumían el compromiso junto a los sectores populares, en particular con los más pobres.
Son opciones de vida como la asumida por Mauricio, sabiendo las consecuencias y dando testimonio de fidelidad y amor a Jesús y compromiso con el pueblo
Mauricio sabía que su presencia como Sacerdote y Hermano de la Fraternidad de Jesús, que había optado por compartir la vida con los más necesitados y trabajar como barrendero, provocaba en los militares y sectores dominantes un fuerte rechazo. Debía soportar el ser acusado como “comunista y subversivo” y, por lo tanto, enemigo del sistema.
Conversamos en el aeropuerto sobre las razones de su regreso, cuando en otro país podía tener seguridad y continuar su trabajo y compromiso social desde la fe. Mauricio me respondió; ¨hermano, mi lugar es aquí; hemos de tener disponibilidad y acompañar a aquéllos que más lo necesitan. Muchos amigos me dijeron lo mismo, que no regrese; tienen la misma preocupación tuya. Pero aquí estoy. No se van a fijar en una persona como yo, que limpia las calles¨.
Su decisión fue clara y concreta; asumir el desafío y la presencia en su lugar de pertenencia y confiar en la voluntad de Dios.
Muchas veces pienso en ese breve encuentro y en las opciones de vida, en la oración y fuerza de amar y en el testimonio de Mauricio como mártir de la fe. Un sacerdote que asume vivir el Evangelio y compartir la vida junto a los más pobres.
Es la semilla que cae en tierra fértil y da fruto”. Adolfo
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San Juan, 14 de Junio de 2025
Veremundo Julio Fernández Arguiñan