Enviado a la página web de Redes Cristianas
Tanto, que tengo la sensación de sentirme comprendido, por primera vez, en estas Redes Cristianas. O que, con ese Editorial, Redes haya «pasado el Rubicón».
Quiero decir: pasar del solo Evangelio a asumir la totalidad del Mensaje cristiano, «Justicia + hacer el bien». O bien: juntar los dos polos: profetas de Israel y Evangelio de Jesús.
Sin embargo, me atrevería a hacer dos consideraciones:
1)No centrar solo el protagonismo en Jesús, y considerar la referencia a los profetas como algo subsumido en él. Sino asumir que el Mensaje cristiano nos llega (nos llegó) en dos oleadas: profetas de Israel (Amós-Isaías-Miqueas-Jeremías), más los textos sociales del Pentateuco, en siglos VIII-VII aC, y vida y palabras de Jesús en el siglo I dC.
2)Entender que la manifestación de este Mensaje no es lineal en el tiempo, sino algo más complejo. Me explico: el texto que Jesús lee en la sinagoga de Nazaret, y que parece que toma como su programa de vida y acción, es del libro de Isaías, pero de la tercera parte de este libro (del capítulo 61), concretamente del seguidor que llamamos
Tercer Isaías, del siglo VI aC (o quizás siglo VI-V, después del exilio).
Lo reproduzco, para mejor comprensión del conjunto para cualquier lector/a:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, vendar a los quebrantados de corazón, proclamar libertad a los cautivos y a los prisioneros, proclamar el Año de Gracia del Señor.»
El Editorial de Redes que estoy comentando dice:
El ?Año de Gracia del Señor?? es lo que en otro lugar de la Escritura se denomina ?Año jubilar??, en el que debían ser liberados los esclavos, ser canceladas las deudas, y las tierras confiscadas o hipotecadas debían ser devueltas a los dueños anteriores.
Pero el asunto de la defensa del Derecho y la Justicia venía de mucho antes: de los profetas Amós, Isaías (propiamente dicho) y Miqueas, del siglo VIII aC. Luego la manifestación de esta parte del Mensaje tomó dos buenos siglos. Y, entre todos, deberíamos rescatarla del olvido institucional.
Aporto ejemplos de lo que acabo de decir:
Vosotros odiáis / a quien exige juicios justos, / aborrecéis a quien dice la verdad. / Pisáis a los débiles / y les quitáis su parte de grano. / Por ello no habitaréis / las lujosas casas que habéis construido / ni beberéis el vino / de las viñas selectas / que
habéis plantado. / Yo sé que amontonáis las culpas, / que son muchos vuestros pecados: / maltratáis al inocente, / aceptáis sobornos, / no hacéis justicia a los pobres. (Amós 5: 10-12)
¡Ay de quienes, a expensas de los vecinos, / agrandan sus casas y sus campos! / (…)
Escuchad qué me asegura / el Señor del universo: / Todas estas casas grandes y bonitas / se volverán una ruina; / nadie habitará estos palacios. (Isaías 5: 8-9)
¡Ay de quienes, desde el lecho, / planean el mal / y al amanecer, lo ejecutan, / abusando del poder / que tienen en sus manos! / Si desean campos, los roban; / si quieren casas, las toman; / extorsionan al cabeza de familia / y a la familia toda, / le arrebatan lo heredado. / Por eso dice el Señor: / También yo, mala gente, / tengo
planes contra vosotros; / será un yugo / que no os sacaré de encima. (Miqueas 2: 1-3)
Esas posiciones proféticas tuvieron su reflejo (bien que con un cierto retraso) en los textos sociales del Pentateuco del siglo VII (parece que entre 630 y 620 aC) por parte del rey Josías y sus consejeros. Cito ejemplos:
Cada siete años, condonad las deudas de todo el mundo. La condonación se hace así: cuando se proclame la condonación de las deudas en honor del Señor, toda persona que haya hecho un préstamo a otro israelita, un hermano suyo, le perdonará la deuda y no se la reclamará más. (Deuteronomio 15: 1-2)
Las tierras no se pueden vender definitivamente, porque todo el país es mío, y para mí vosotros no sois más que unos usuarios. Por ello, de todas las tierras de vuestro patrimonio, mantendréis el derecho de rescate. Si uno de tus hermanos israelitas cae en la miseria y vende parte de las tierras que forman su patrimonio, su pariente más
próximo tiene derecho a rescatar aquello que el otro ha vendido. (Levítico 25: 23-25)
Si se te vende por esclavo un hermano hebreo, hombre o mujer, te servirá durante seis años, pero al séptimo déjalo libre. Cuando le des la libertad, no lo despidas con las manos vacías. Provéelo generosamente, dale algo de aquello con que el Señor, tu Dios,
te habrá bendecido: ovejas y cabras, grano y vino. (Deuteronomio 15: 12-14)
Si uno de tus hermanos israelitas cae en la miseria y se te vende, no lo obligues a hacer trabajos propios de un esclavo; trátalo como a un jornalero o un forastero. Trabajará en tu casa hasta el año del jubileo. Entonces quedará libre, tanto él como sus hijos,
volverá a su clan y recobrará su patrimonio. (Levítico 25: 39-41)
Entiendo que, como Iglesia de base, y con toda la libertad de acción, sin someternos a controles ni censuras ningunas, debemos sacar del olvido la totalidad del Mensaje cristiano, que la parte jerárquica de la misma Iglesia perece no querer.