El sacerdote Enrique de Castro (Madrid, 1943) se hizo famoso el verano pasado, cuando el arzobispo de Madrid, Antonio Rouco Varela, decidió cerrar su parroquia de San Carlos Borromeo de Entrevías, en el distrito de Puente de Vallecas, molesto con las opiniones de los párrocos sobre el matrimonio homosexual o el uso del preservativo. De Castro lleva 30 años trabajando entre toxicómanos, inmigrantes, prostitutas y presos. Licenciado en Filosofía y Teología, es autor de libros como ‘Dios es ateo’, ‘La fe y la estafa’ y ‘¿Hay que colgarlos?’ (Ed. Popular). Ayer ofreció una conferencia en el Colegio Mayor Cardenal Cisneros, convocado por el Centro Mediterráneo de la Universidad de Granada, para hablar de la Iglesia en España.Lo entrevista Inés Gallastegui en El Ideal.
-¿Cómo terminó su enfrentamiento con el arzobispo de Madrid?
-Nos dejaron tranquilos. Vino el cardenal a cenar a casa y todo se arregló. Desde 1985 San Carlos Borromeo no era una parroquia territorial, sino una parroquia a título personal, dedicada a los marginados. A Rouco no le gustaba mucho lo de ‘a título personal’, así que la solución fue que pasamos a llamarnos ‘centro de pastoral’ y seguimos haciendo lo mismo. Al Arzobispado le desbordó el eco mundial que tuvo el intento de cerrar la parroquia; nos desbordó a nosotros… Vino a apoyarnos gente de Japón, de América, de toda Europa… A Rouco no le gustan los medios de comunicación.
-¿Le temía el arzobispo a su labor social?
-No. Pensaba que la labor social era lo que hacíamos bien. Lo que no le gustaba era lo litúrgico y lo catequético. El problema empezó cuando algunos periodistas vinieron a preguntarnos qué pensaban los curas a pie de calle de temas como el matrimonio entre homosexuales. Eso no le gustó.
-Hay quien considera que la pertenencia a la Iglesia católica implica obediencia al Papa y a la jerarquía. ¿Nunca se ha planteado salir de la Iglesia?
-Bueno, ese es un determinado concepto de Iglesia. Para mí la pertenencia a la Iglesia implica la obediencia de la jerarquía al pueblo de Dios. El Evangelio predica la desobediencia al poder y la obediencia a Dios. Nunca me he planteado salir de la Iglesia. Hay una postura excesivamente autoritaria de la Iglesia vaticanista. No digo de la jerarquía, porque hay muchos tipos de obispos diferentes: están el obispo de Granada o el obispo de Madrid, pero también el obispo Casaldáliga… La Iglesia es una oferta de la buena noticia de Jesús, no una doctrina. No hay ningún código moral en el Evangelio. Por ejemplo, en el tema de los matrimonios gays: la Iglesia tendría que saludar que haya un reconocimiento de derechos para gente secularmente rechazada que en otros países incluso sufre pena de muerte por ser homosexual. La oferta del Evangelio es abrir la puerta a la gente excluida.
-A medida que la Iglesia se ‘derechiza’, pierde adeptos…
-La jerarquía debería preguntarse por qué la gente se aleja de la Iglesia. Hoy en día el clericalismo ya no es aceptado. La gente es adulta: no se le puede decir qué tiene que votar. Además, sin adultez no se alcanza la madurez de la fe. Jesús abolió el sacerdocio como intermediario entre Dios y el hombre. Y el templo es el lugar de encuentro, pero el lugar de Dios es el ser humano. Hay que perder el miedo a la jerarquía, a la autoridad. La mesa de Jesús es horizontal y nos iguala a todos: a la prostituta y al juez.
-¿Es partidario de medidas laicistas que devuelvan a las religiones al ámbito de lo privado para favorecer la convivencia y evitar el favoritismo a la confesión católica?
-Yo no diría que el espacio de la Iglesia es privado; es público, pero como oferta, no como imposición. Si nos bautizaran de adultos, no habría tantos católicos como la Iglesia dice que hay. Ninguna confesión debería tener privilegios.
-Uno de sus libros se titula ‘Dios es ateo’. ¿Qué significa?
-El Dios de Jesús no cree en los dioses de las religiones que hemos creado; trasciende las religiones. En mi parroquia hemos celebrado encuentros a los que van cristianos, musulmanes, ateos y agnósticos. Nos sentamos a la mesa y compartimos cosas, como la lucha por los ‘sin papeles’.
-¿Le gusta o le disgusta que le llamen ‘cura rojo’?
-Es la farándula. Me han llamado cosas distintas en distintos momentos: cura obrero, cura rojo… Es un titular de periódico. No me molesta.
