La Iglesia se mueve, como el Espíritu, en direcciones muy diversas y siempre sorprendentes. La comunidad de comunidades, que para muchos lleva años susurrando en pequeños ámbitos, sometida a una afonía impuesta (o justificada por un malentendido criterio de obediencia) ha optado por ‘enredarse’ y aunar voces para que se oigan mensajes distintos al del dinero, del poder y de la desconexión con un mundo que exige nuevos retos.
Quinientas personas, en representación de otras muchas que les apoyan, se reunieron en Madrid, a mediados del pasado mes de noviembre, en la Primera Asamblea estatal de Redes Cristianas.La expectación creada en torno a este primer gran foro de la Iglesia plural, de aquella que cree en la igualdad entre hombres y mujeres (en todos los ámbitos, incluido el del sacerdocio), que no discrimina por razones de opción sexual, procedencia o fe no defraudó a los y las que tanto tiempo llevaban esperando una iniciativa de este tipo.
El encuentro, que se celebró en medio de un ambiente festivo y reivindicativo, tuvo que buscar un refugio ‘civil’ (la Facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense), ante la prohibición de la jerarquía episcopal de que tuviera lugar en el colegio de San Agustín. Este hecho vuelve a demostrar como ante el miedo al diálogo, a las opiniones diferentes, los que controlan la Iglesia institución siguen exhibiendo como principal argumento la sinrazón y el palo.
