¿En qué consiste la espiritualidad cristiana? -- Juan Simarro

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Fuente: Observatorio eclesial
Tenemos que hablar de las dos dimensiones que debe tener la espiritualidad cristiana: la vertical y la horizontal
Hay que tener cuidado con la experiencia religiosa, fundamentalmente con la experiencia de la espiritualidad cristiana. La pregunta sería la que encabeza el título del artículo: ¿Qué es y en qué consiste la experiencia de la espiritualidad cristiana en medio de un mundo en crisis?

Quizás, aunque parezca extraño, esta pregunta se podría responder con otras preguntas. ¿Es un arrobamiento que, de alguna manera, nos aparta del mundo y de nuestras responsabilidades para con el prójimo en necesidad y sufrimiento? ¿Es estar, de alguna manera, prendado de lo divino, buscando un encuentro personal con el Señor, pero dando la espalda al grito del prójimo? ¿La vivencia de la espiritualidad cristiana no nos
lanza también a contemplar como hacían los profetas y Jesús mismo una realidad social compleja en la que se da la pobreza, los focos de conflicto, el sufrimiento, el hambre y tantos y tantos focos en los que muchos sufren la historia de una manera terrible?

Quizás la espiritualidad cristiana se podría definir así:
estar aferrados a Dios, al Padre con una de nuestras
manos y con nuestro corazón, pero, sin duda alguna, es
también estar aferrados en compromiso con el prójimo
en medio de tantas crisis y problemáticas urgentes en
medio de una realidad social violenta, conflictiva e injus-
ta.

Esta vivencia de la espiritualidad cristiana nos ha de
llevar a ver con claridad la visión de los profetas y de
Jesús mismo que nos comunicaron la perspectiva y la
visión de estar atentos al llamado de Dios y al llamado
con relación al prójimo practicando la justicia y la mise-
ricordia, o sea la práctica de la projimidad, que deben
estar avaladas por la misma fe en una tensión equidis-
tante y semejante de vivir por un lado el amor al Dios
tres veces santo y, en una relación de semejanza, al
prójimo como a nosotros mismo.

Fuera de esta tensión entre estos dos polos se puede
practicar una religión no auténtica, ejercer una espiri-
tualidad que no se corresponde con el concepto de reli-
gión, la religión que define la Biblia y que lo hace así:
?La religión pura y sin mácula es ayudar a los huérfanos
y a las viudas en sus tribulaciones y mantenerse sin
mancha hasta el fin?. Se puede ser religioso pero no vi-
vir en profundidad la experiencia de la espiritualidad
cristiana.

Es necesario vivir con igual fuerza esos dos polos: Dios
y el hombre, la realidad ultramundana y la realidad mundana de nuestro aquí y nuestro ahora en justicia, misericordia y
fe. Siempre llamados a servir al prójimo en el mundo
por amor a Dios. La vivencia de la espiritualidad cristia-
na en relación con un Dios que dignifica y ama al hom-
bre debe estar en esa línea, aunque sea en contra de
los poderes humanos y de las estructuras de injusticia
que agobian a la humanidad.

Recordemos cómo Dios se comunicaba con sus profe-
tas, con su pueblo, hasta llevarles lejos de los rituales
litúrgicos vanos y mostrarles que el auténtico ritual
siempre va a estar en relación con Dios y con el servi-
cio al prójimo en necesidad. ¡Qué curioso que la defini-
ción bíblica de religión comience con ?ayudar a los
huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones? antes de
llegar a la idea de estar libres de pecado, de ?mante-
nerse sin mancha hasta el fin?. Las dos líneas que he-
mos de tener en la vivencia de nuestra espiritualidad
cristiana.

Una pregunta de nuevo: ¿A qué nos puede llevar todo
esto, el seguir estas líneas bíblicas? Los que practican
la auténtica espiritualidad cristiana pueden ver a la vez
las dos dimensiones de las que estamos hablando:
pueden estar aferrados a un Dios justo al que desean
alabar, rendir culto y servir y, necesaria y simultánea-
mente, pueden estar centrados y pendientes del sufri-
miento del prójimo, del grito de dolor de los sufrientes
de la tierra que la Biblia muchas veces los concentra,
quizás como símbolos de los marginados y sufrientes
del mundo, en tres colectivos que englobaban las gran-
des injusticia y sufrimientos de los desamparados: los
extranjeros, los huérfanos y las viudas.

No. No hay auténtica espiritualidad cristiana fuera de
estas líneas. Y si algunos dijeran que la hay, sería la
vivencia de una espiritualidad cristiana mutilada, alicor-
tada, espiritualmente enferma. Por eso tenemos que
hablar de las dos dimensiones que debe tener la espiri-
tualidad cristiana: la vertical, que nos lleva a una rela-
ción con Dios del que podemos recibir bendiciones y
fuerzas para la evangelización del mundo, y la horizon-
tal, que nos lleva a la relación con el prójimo sufriente
en amor y solidaridad con el grito de dolor de nuestro
prójimo en una tierra empapada del dolor de los hom-
bres.

Por tanto, el creyente también está llamado a preocu-
parse, estudiar y conocer la realidad del mundo y a no
dar la espalda al horror en el que viven tantos y tantos
coetáneos nuestros.

Debemos saber que el sufrimiento y la injusticia en el
mundo clama a Dios hasta que Jesús nos llegó a dejar
este mensaje: ?Lo que hicisteis por estos mis hermanos
más pequeños por mí lo hicisteis?. Os dejo todo esto
como reflexión para que todos nosotros nos planteemos
si, realmente, estamos viviendo la auténtica espirituali-
dad cristiana como la Biblia nos enseña y como los pro-
fetas y Jesús nos dieron ejemplo.

OBSERVATORIO ECLESIAL A?O 12 * 25 ? 31 AGO 2024 * NUM. 559
54 (protestantedigital.com) 27/08/202