En el Día de la Mujer, seguir trabajando por una sociedad y una iglesia que no excluya a las mujeres -- Consuelo Vélez

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

De nuevo conmemoramos el 8 de marzo -Día Internacional de la Mujer- y seguimos explicando que este día no es para recibir flores o dulces sino para aumentar la conciencia -tanto de las mujeres como de los varones- de que históricamente las mujeres hemos estado en un segundo lugar -basta recordar la popular frase ?detrás de cada hombre hay una gran mujer?; no hemos tenido derechos civiles (muy lentamente se han ido consiguiendo, sabiendo que aún en algunas sociedades esto todavía no ha llegado);

hemos sido (y seguimos siendo) víctimas de violencia por el hecho de ser mujeres; nos ha tocado esforzarnos el ?doble? para mostrar
que somos capaces de ejercer tareas que culturalmente
habían sido asignadas a los varones; y que aún vivimos
en sociedades patriarcales, machistas androcéntricas
donde la violencia simbólica, de lenguaje, de actitudes,
de cosmovisión, etc., siguen imperando.

Podríamos seguir nombrando más situaciones de la so-
ciedad y añadir las de la Iglesia que, con respecto a las
mujeres, no han sido muy distintas.
Pero estas luchas en búsqueda de cambios sociales y
culturales no son fáciles, suponen demasiada constan-
cia para no decaer en ellas y fortaleza para escuchar
críticas de parte, incluso, de las que son beneficiadas
con estas luchas. Por ejemplo, es común escuchar que
algunas mujeres consideran que las feministas son mu-
jeres desadaptadas y que violentan a los hombres.

Que algún caso se haya dado, es posible, pero que es-
to permita deslegitimizar las luchas feministas es muy
cuestionable. También está la gran cantidad de mujeres
que viven al margen de una conciencia crítica respecto
al dolor y violencia que sufren las mujeres y, precisa-
mente, por esa indiferencia, hacen más difícil un cam-
bio.

Ni que decir de las mujeres que consiguen algún puesto
representativo en medio de un grupo de varones. Si-
tuadas ya en ese estatus, afirman que no hay ningún
obstáculo para las mujeres ya que ellas son el ejemplo
y avalan la conciencia patriarcal de que el problema no
es la estructura sino la falta de preparación de las muje-
res.

No faltan los varones que dicen sentirse ?atacados?
porque se denuncia el sistema patriarcal y se excusan
de mil formas para evadir el tema. En realidad, debe-
rían involucrarse igual que las mujeres
porque la sociedad patriarcal también los
afecta a ellos grandemente.

En la iglesia también, como ya dijimos, se dan situacio-
nes similares. Cuando se plantea este tema, muchos
párrocos afirman que toda su parroquia está llevada por
mujeres y, por lo tanto, allí no hay ninguna exclusión de
género.

Esas afirmaciones suelen ser muy engañosas porque
es la falta de varones lo que permite que haya tantas
mujeres, no la voluntad decidida de los dirigentes ecle-
siales de compartir sus responsabilidades con las muje-
res.

De hecho, en la actualidad hay más laicas afirmando
que su servicio no siempre es valorado y que si llega
otro párroco ya pueden salir de ese espacio porque el
próximo trae otras ideas y las impone sin preguntarle a
los fieles de la parroquia si les parece bien.
Hasta ahora las parroquias parece que son propiedad
de los párrocos y no de la comunidad eclesial que parti-
cipa de ella.

Por otra parte, los nombramientos que ha hecho el pa-
pa Francisco de mujeres en puestos de responsabili-
dad, constituyen un paso adelante para cambiar los
imaginarios y las prácticas.

Pero, al mismo tiempo, pueden servir, a veces, como
distractores de un cambio estructural que garantice
que, sea este Papa o el siguiente, se siga impulsando
una iglesia donde el laicado -y especialmente las muje-
res, por la exclusión vivida- tengan derechos frente a la
organización, la planeación y el desarrollo de la vida de
la Iglesia por la dignidad bautismal que poseen.

Conmemoremos, entonces, este día, pidiendo fortaleza
para no decaer en las peticiones por cambios estructu-
rales. Pidamos constancia para seguir denunciando
tantos micro y macro machismos cotidianos, sin temor a
resultar molestas para los que no quieren modificar el
status quo vigente.

Vivamos la conciencia creyente de no ahogar el espíritu
de Dios que, en el proceso sinodal empujó, una y otra
vez, por la igualdad plena de las mujeres en la Iglesia y,
sin embargo, su voz sigue siendo restringida, opacada,
retenida.

El alto número de votaciones en contra del numeral 60
del Documento final del Sínodo (publicado en octubre
del 2024) que sintetiza la realidad de las mujeres, así lo
demuestra (el numeral fue aprobado, pero tuvo 97 vo-
tos en contra, lo cual no fue el promedio de los otros
numerales que tuvieron 2, 5, 10 y algún otro 40, 38,
etc., en contra).

Y la postergación casi que ?indefinida? de responder a
la exigencia de los ministerios ordenados para las mujeres, lo deja en evidencia. Curiosamente en ese mismo
numeral se afirma: ?lo que viene del Espíritu no puede
detenerse? y, sin embargo, la marcha lenta y sin profe-
cía, sigue vigente.

Apoyemos tantos movimientos creyentes-feministas
que siguen pidiendo ?hasta que la igualdad se haga
costumbre?, ?hasta que en la iglesia no haya ninguna
exclusión en razón del sexo?, porque la igualdad de la
mujer con los varones es algo ?del Espíritu? más que de
ideas raras de unas pocas mujeres, como creen algu-
nos.
(religiondigital.org) 07/03/2025