El Vaticano no interferirá en las elecciones a la presidencia de la Conferencia Episcopal, aunque sí ha pedido a los obispos que hagan lo posible por “no tensar” las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno en España. El próximo lunes, Blázquez hará balance de su mandato y se mostrará dispuesto a llevar las riendas durante un nuevo trienio.
El Nuncio de Su Santidad, Manuel Monteiro de Castro, tomará posteriormente la palabra. A Roma no le preocupa si el elegido será Blázquez o Rouco, aunque sí ha reclamado, en diversas instancias, “moderación” ante los “desafíos” que se ya han comenzado a plantearse en España.
El martes, los obispos españoles elegirán a su presidente para los próximos tres años. Una elección difícil, para la que dos nombres aparecen con claridad: el actual presidente, Ricardo Blázquez; y el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco. 78 obispos decidirán el futuro de la Iglesia española, siguiendo criterios eclesiásticos, pero también –y sobre todo- teniendo en cuenta la situación actual de la Iglesia de nuestro país, y su papel en el presente y el futuro de la sociedad.
En este sentido, y aunque la Santa Sede no orientará a los obispos el destino de su voto, fuentes de toda solvencia han confirmado la “preocupación” que se vive en el Vaticano ante la “difícil situación” de la Iglesia en España. En Roma se tienen muy en cuenta los conflictos vividos durante la pasada legislatura, así como las amenazas, más o menos veladas, de una revisión de los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979 o de la Ley de Libertad Religiosa de 1980, apuntadas por los sectores más laicistas del Partido Socialista.
La Santa Sede es “consciente del momento histórico” por el que pasa la Iglesia española, pero también conoce como nadie que toda situación, por difícil que pueda parecer, “puede cambiar de la noche a la mañana”. Por ello, y dejando claro que Roma no ha mostrado sus preferencias por ninguno de los candidatos a la Presidencia de la Conferencia Episcopal –el Papa está muy contento con el “talante” demostrado por Ricardo Blázquez, mas también valora el carisma del cardenal Rouco, a quien podría concederle este mismo año la Jornada Mundial de la Juventud-, la principal preocupación de Benedicto XVI “es que no se rompan los puentes de diálogo” entre la Iglesia y el Gobierno. Por ello, el Nuncio de Su Santidad, Manuel Monteiro de Castro, cuya marcha parecía un hecho hace ahora un año, continuará en su puesto al menos hasta que “se calmen las cosas”.
“Moderación” es la palabra más pronunciada en los contactos mantenidos entre responsables de la Iglesia española y el Vaticano. Y es el mensaje que se ha dejado caer tanto en el Partido Socialista como en el Partido Popular. Después de la polémica “Nota antes las elecciones generales”, los obispos han mantenido un discreto silencio. Y, de hecho, la “cuestión religiosa” ha desaparecido en la última semana de la campaña electoral.
Balance desde la sensatez
A la hora de votar, los obispos habrán de tener en cuenta lo conseguido durante este último trienio por monseñor Blázquez, así como las “causas pendientes” en España. Todo ello sin olvidar que la Iglesia, como institución, vive “dentro del mundo” y no es ajena a los avatares políticos y sociales. De hecho, cuando en marzo de 2005, y contra todo pronóstico, el obispo de Bilbao fue elegido para liderar la Iglesia, la situación era cuando menos convulsa. Juan Pablo II vivía sus últimos días, mientras que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ultimaba un proyecto de ley que, como finalmente sucedió, amenazaba con soliviantar a muchos católicos: la ley del matrimonio homosexual.
Un sector de la Conferencia Episcopal se “echó a la calle” para protestar contra esta medida, algo que meses después volvería a suceder -con menor eco episcopal- con motivo de la implantación de la LOE. Ricardo Blázquez no participó en ninguna de ellas, aunque sí capitaneó, junto al cardenal Rouco, una fundamentada oposición a unas legislaciones «en contra de la dignidad del matrimonio y de la familia». El obispo de Bilbao también acudió a la jornada en defensa de la familia de la plaza de Colón, aunque de su boca no salió acusación alguna contra el Gobierno, sino que se limitó –que no es poco- a defender el modelo de familia cristiana. “Proponer y no imponer; ése es el estilo Blázquez”, señalan desde Añastro donde, no obstante, a día de hoy se da por ganador a Rouco Varela.
El estilo dialogante y sereno de Blázquez posibilitó que, tras año y medio de legislatura socialista en la que las relaciones Iglesia-Gobierno pasaron por su peor momento (amenaza de ruptura de los Acuerdos incluida), se lograra una interlocución fluida, aunque no siempre con resultados.
A lo largo del trienio que toca a su fin, la Iglesia presidida por Ricardo Blázquez ha alcanzado cinco grandes logros: en primer lugar, el acuerdo que posibilitará la autofinanciación de la Iglesia, al pasar el porcentaje vía IRPF del 0,52 al 0,7%; en segundo término, aunque no menos importante, la visita de Benedicto XVI a Valencia durante el V Congreso Mundial de las Familias. El reconocimiento, cuando menos formal, de nuevos derechos para los profesores de Religión se debe al empeño personal de Blázquez, quien quiso separar la situación laboral de estas personas del duro debate (aún no resuelto) sobre la LOE. En cuarto lugar, en los méritos de este mandato hay que incluir el nombramiento de Francisco Vázquez como embajador ante la Santa Sede. Finalmente, y no por ello menos importante, la aprobación de un Plan Pastoral cuyos efectos se prolongarán más allá de 2010, cuando previsiblemente Madrid y Santiago reciban la visita del Santo Padre.
En el «debe», además de un progresivo avance de las ideas laicistas, Blázquez se topó con la cerrazón socialista a negociar el futuro de la clase de Religión y su alternativa, y con el desafío que se esconde detrás de una materia, la de Educación para la Ciudadanía, que para el Episcopado tiene el riesgo de convertirse en un «adoctrinamiento por parte del Estado» hacia los hijos. Sobre este asunto, algunos sectores de la Iglesia han fomentado la objeción, que no ha cuajado y ha dividido. Ello ha sido motivo de disputa entre obispos y entre organizaciones católicas. Y una de las razones por las que el sector más radical del Episcopado pide “mano dura”… y que no siga Blázquez.