El sr. Obispo de Huesca en su última carta “Los idus de marzo” (11.03.07) ha discernido el bien y el mal relativo al caso de Juana Chaos. Los héroes son el PP y los que apoyaron la manifestación del pasado sábado contra de cisión del Gobierno de conceder prisión atenuada al preso etarra. Los traidores son el PSOE y los que consideramos que lo prudente por el bien de la paz era conceder a De Juana Chaos la prisión atenuada. No podemos menos que mostrar nuestro estupor tras la lectura de la carta.
Si hay decisiones políticas concretas ante las que un obispo debe ser prudente y respetar la autonomía de las realidades terrenas tal como dice el Concilio vaticano II (GS 36), ésta es una de ellas. No en vano, este es el criterio que han seguido la mayoría de los obispos. Bastantes de los cuáles guardan silencio no por conformidad sino probablemente por no descalificar en público a un hermano en el episcopado.
Mounier, el padre del personalismo cristiano, acuño la expresión clericalismo de la inteligencia para describir la actitud que se arroga juzgar sobre cualquier problema en nombre de principios muy generales. El decía que por bienintencionada que sea es equivocada porque no toma en serio la realidad, la carne de la historia, los determinismos de la materia. Decía que el cristiano debe tomar en serio las contradicciones provisionalmente insolubles, las resistencias de la realidad y las necesidades técnicas (Obras Completas I, 438-441).
Su carta elude los hechos reales. En primer lugar que De Juana ha cumplido la condena por los graves asesinatos cometidos. Volverá a ingresar en prisión sólo si eventualmente vuelve a cometer delito y es condenado. Su falta de humanidad y arrepentimiento moral no justifican jurídicamente la prórroga de su estancia en prisión. Es aplicación estricta del Código Penal con el PP y con el PSOE. En segundo lugar que ha cometido más de la mitad de la condena por las amenazas vertidas en dos artículos de periódico, razón por la que ahora está en prisión, y que por tanto Instituciones penitenciarias tiene facultad para concederle una prisión atenuada. En tercer lugar ignora los efectos de su muerte para el futuro de la paz –por una huelga de hambre que es estrictamente voluntaria. En el mundo abertzale se libra una batalla entre los partidarios de la paz y la política frente a los partidarios de proseguir con la violencia y el terror. Un elemental sentido de apuesta por el verdadero bien debe llevarnos a fortalecer las opciones de paz frente a las de la violencia aún en condiciones de incertidumbre.
Hay algo que particularmente duele. El sr. Obispo olvida que entre los que llama traidores hay héroes, personas socialistas y de otras ideas, que se pueden contar por miles, que hemos sufrido el asesinato, la mutilación, el atentado material o la amenaza. Bastantes porque decidieron secundar el imperativo de su fe cristiana y sus convicciones morales a favor de la libertad y de la vida, frente al chantaje de la amenaza y el terror. Caso por ejemplo de Fernando Buesa.
Es difícil encontrar explicación a la carta de D. Jesús Sanz. Destila una animadversión hacia la política socialista poco propia de un pastor. Hay sin duda puntos de divergencia entre la doctrina de la Iglesia y la política socialista. No vamos a negarlos. Pero también puntos de convergencia que un pastor debe poner en valor. Ponemos sólo un par de ejemplos: la política de paz internacional. La posición de Zapatero respecto a Irak fue casi idéntica a la de Juan Pablo II. Otro: la política de inmigración, la regularización de 600.000 inmigrantes tiene mucho que ver con el texto evangélico: “fui extranjero y me acogisteis”. Qué duda cabe que en ambos casos la política del PP fue contraria a la sensibilidad cristiana. Además hay que recordar que con Aznar en el periodo 1996-2004 el número de abortos pasó en España de 53.000 a 82.000, con un ritmo de crecimiento anual del 8,5% sin que hiciera nada y sin que se mencione crítica alguna.
El servicio a la verdad y a la comunión del ministerio episcopal debe conllevar un celibato político. Ya decía Pablo VI que “una misma fe cristiana puede conducir a compromisos políticos diferentes” (Octogessima adveniens 50). Desde luego del evangelio no se extrae directamente una política antiterrorista, menos aún una receta sobre qué decisión tomar ante el caso De Juana. Sin embargo, lo que sí se extrae es que la Iglesia debe ser signo de convivencia. Lo que la Iglesia debe hacer es poner todo de su parte no para dividir sino para ayudar a tender puentes entre partidos en el compromiso por la paz y la erradicación del terrorismo. Cartas como ésta no sirven ni a la verdad ni al bien. Tómelo como una corrección fraterna.