Es el título provocador con que Intermon-Oxfam presenta su último Informe de Enero- 2025 sobre la desigualdad en el mundo. Ofrecemos un resumen del mismo, con algunos datos que nos lo muestra:
En 2024, la riqueza conjunta de los milmillonarios creció tres veces más rápido que en 2023. En cambio, el número de personas que viven en la pobreza apenas ha variado desde 1990.
Estas personas siguen siendo quienes más sufren los efectos de las múltiples crisis, desde las cicatrices de la pandemia hasta los conflictos y la crisis climática. Es un círculo perverso que agrava aún más la pobreza y la desigualdad.
Hay un falso mantra, reforzado por los medios de comunicación y la cultura popular, de que la riqueza extrema es la recompensa a un talento extraordinario. Nada más lejos de la realidad. La mayor
parte de la riqueza de los milmillonarios no es fruto del esfuerzo o del emprendimiento sino del saqueo:
el 60 % es heredada, o bien está marcada por el clientelismo y la corrupción, o vinculada al poder monopolístico.
Las raíces de la extrema riqueza de los superricos no están en la meritocracia, sino que son un legado del colonialismo y sus repercusiones. Vivimos en un mundo profundamente desigual y marcado por una larga historia de dominación colonial. Las personas más pobres, las personas racializadas y las mujeres y los grupos excluidos se han visto sometidos, y continúan siéndolo, a una explotación sistemática.
El colonialismo continúa estando presente en el mundo actual de diversas maneras. El voto de un ciudadano europeo promedio en el Banco Mundial vale 180 veces más que el de una persona de Etiopía.
El sistema actual sigue extrayendo la riqueza del sur global en beneficio del 1 % más rico de la población, que reside mayoritariamente en el norte global, a un ritmo de 30 millones de dólares por hora.
Ante esta situación, el índice de compromiso por la reducción de la desigualdad, elaborado por Oxfam y Development Finance International revela que, desde 2022, la inmensa mayoría de países
registran tendencias negativas en sus políticas. Nuestras grandes empresas transnacionales contribuyen a aumentar las brechas entre los que más y menos tienen.
Muchas personas no pueden llegar a fin de mes, no pueden cubrir las necesidades básicas. La precariedad laboral, jornadas parciales no deseadas y salarios bajos impiden que estas familias salgan de la pobreza.
Especialmente precaria es la situación de los inmigrantes. El Pacto Europeo sobre Migración y Asilo ha sido criticado por los riesgos que generan para los derechos humanos de las personas migrantes y
refugiadas. Son los que más sufren las condiciones de vida de una situación que, a pesar del crecimiento económico y el aumento del empleo en España, no ha logrado reducir la pobreza laboral.
Si queremos acabar con tal situación, es esencial transformar radicalmente un sistema económico basado en relaciones comerciales coloniales y explotación laboral. Los gobiernos deben reconocer su legado de pobreza y desigualdad estructural, acompañando ese reconocimiento con acciones
concretas. Acabar con los sistemas que conforman el colonialismo moderno, como la gobernanza de instituciones internacionales basada en la dominancia formal e informal del norte global. Hacer que los
más ricos paguen más impuestos para acabar con la riqueza extrema. Promover la solidaridad y la cooperación