El PRE ? JUICIO EN POLÍTICA. Benjamin Forcano, sacerdote y teólogo

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Hace tiempo que, cuando me asomo a un programa de televisión , me interesa primero de todo los nombres de los que intervienen. Y he llegado a la decisión de desconectar sin son nombres que intervienen en nombre de los partidos.

Me resulta insoportable su irracionalidad, que proviene de no valorar los razonamientos del contrario, de no preocuparse por los derechos de la mayoría, de negar y contradecir al contrario. Un ejercicio éste pre-racional, (lo racional es lo específicamente humano) con el objetivo de que el propio partido sobresalga invicto.
Los intereses del pueblo, -el único que delega el poder y tiene derecho a que se le represente con obediencia y honestidad-, son siempre los mismos, se trate del partido que sea. No es consecuente, por tanto, que los políticos se ataquen obstinadamente como si de intereses distintos se tratara.

Esta postura es hoy pestilente en ciertos debates políticos.
La perduración de esta dialéctica partidista produce confusión y malestar y subrepticiamente va inoculando fobias de exclusión y menosprecio. Desgraciadamente, muchos ciudadanos piensan por estas personas. Obran con pre-juicio, es decir, sin criba de la razón.
Entiendo, no obstante, la acrítica receptividad de muchos televidentes. En nuestro interior anidan ideas, pautas y sentimientos que desde diversas instancias se nos fueron introyectando. No todos han dispuesto luego de circunstancias que les permitieran valorar ese contorno, despojándolo de elementos exagerados, unilaterales e incluso falsos.

Pero, otra cosa es la postura de los que cínicamente proceden así, a sabiendas de que mienten.
El ciudadano debe estar alerta contra esta mediocraciapolítica que, además de insolente es antidemocrática y arranca de creer que tan solo tal o cual partido es vehículo de verdad y de soluciones. Insolencia que trastueca hechos básicos como son los de pensar que sólo la derecha define bien la realidad de España, sólo la derecha asume y respeta la religión, sólo la derecha garantiza los valores morales, sólo la derecha gobierna y legisla de acuerdo con la herencia cultural de la católica España o que sólo la izquierda es sospechosa de todos los males.

En este pre-juicio se agita el fantasma de las dos Españas: la de que por ser español hay que ser de derechas (neoliberal), la de que por ser de derechas hay que ser católico y la de que por ser católico hay que rechazar toda izquierda (socialismo). Esta división dual apriorística, es la que está en la base del pre-juicio. Por las venas de muchos españoles corren todavía los miedos de enfrentamientos seculares, vividos entre tradición y avance, imperialismo políticorreligioso y proyecto social revolucionario, sociedad premoderna y sociedad abierta pluralista.

Los católicos estamos aprendiendo a sentir y demostrar que, no por ser españoles, debemos ser católicos y que no por no ser católico se deja de ser verdadero español. Confesamos que hemos coaccionado muchas veces hasta imponer la fe y hemos prostituido el Evangelio legitimando intereses de los más ricos y poderosos, callando ante la injusticia e induciendo a resignación al pueblo. Eso no es la Buena Nueva del Evangelio. Han pasado décadas donde ha quedado claro que la libertad religiosa es un derecho de toda persona: cada uno es libre de ser creyente o ateo. Una buena o mala convivencia no depende de ser creyente o ateo sino de ser un mal creyente o un mal ateo.

Los no católicos y, entre ellos los que sean ateos, deben admitir que la religión católica en sí, tal como brota del Evangelio, no es alienante, ni es opresora, ni cómplice del precapitalismo, ni del capitalismo o de ninguna otra suerte de neoliberalismo, sino defensa y lugar nato de los más pobres: los preferidos y auténticos vicarios del Dios de Jesús. Eso explica precisamente que los mismos católicos podamos denunciar y combatir todo desvío eclesiástico en contra.

Creyentes y no creyentes podemos encontrarnos en una fe común: la fe en el hombre, en su dignidad y derechos, en la lucha por lo que sea emancipación de toda esclavitud y discriminación. Fe cristiana, que no reivindica todo esto, es falsa. Y ateos que siguen pensando que la religión es opio del pueblo y que no merece un lugar en la sociedad y que no se puede esperar de la fe un compromiso serio a favor de la justicia y liberación, es sostener planteamientos trasnochados.

Estamos en una sociedad abierta y pluralista, con Estado aconfesional, en la que son innegables la autonomía humana, el quehacer de las instituciones humanas y el derecho a ejercer la libertad religiosa. No tiene sentido la antítesis militante de la Iglesia contra la Sociedad ni de la Sociedad contra la Iglesia. Si nos diferencia la particularidad de la fe religiosa, nos identifica y cohesiona la fe común en el hombre.

Hay que esclarecer pre-juicios, que fueron y ya no son, pero que actúan todavía en muchas mentes: si eres del PP todo lo que haga el PP te parecerá maravilloso y encomiable, y no habrá aspecto malo que no comprendas o disculpes, y todo lo que vaya en contra de él lo verás como falsedad, fruto de la malquerencia. Y te enquistarás en la trinchera de la eliminación ?ideológica y física- del contrario: con nosotros o contra nosotros, pre-juicio.

Ni la verdad está toda en un partido ni el error en otro. En un debate hay que preguntar: ¿Cuáles son sus obras cuando tanto hablan y prometen? ¿Prometen lo de aquellos concejales de un ayuntamiento: ?Juro ser el primero en el sacrificio y el último en el beneficio?
No hipotequemos, por tanto, nuestra libertad con ningún partido, aun cuando se haga ineludible elegir entre uno u otro estableciendo prioridades y graduaciones. No todos son iguales, hay un más y un menos.
El poder político es del pueblo y quien lo recibe debe ejercerlo atendiendo al bien y derechos del pueblo. Sin poder no hay política posible, ni democracia posible. Y es en el ejercicio del poder donde se manifiesta la vocación del político ?servidor del pueblo- o del burócrata que lo utiliza en beneficio propio ?funcionario corrupto-.

En el pre-juicio no opera la razón, prevalece siempre la opción tomada, alimentada casi siempre por ideas desajustadas y viejos temores y reivindicaciones del pasado. ¿No es la ignorancia e inseguridad fuente de donde mana el pre-juicio?

(Enviado por el autor en correo electrónico)