Cuando se quiere atacar a la Iglesia de una manera directa se le denuncia por su riqueza y por exigir a los demás lo que no se exige a ella misma. Sin embargo, no podemos olvidar cuál es la clara y valiente doctrina social de la Iglesia. El Papa Juan Pablo II dijo a las Iglesias locales que ?podría ser obligatorio enajenar los adornos superfluos de los templos y los objetos preciosos del culto divino para dar pan, bebida, vestido y casa a quien carece de ellos??.
San Juan Crisóstomo que dice: ?¿Queréis de verdad honrar el Cuerpo de Cristo? No consintáis que esté desnudo. No le honréis en el templo con vestidos de seda y fuera le dejáis perecer de frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: Este es mi Cuerpo, dijo también: Me visteis hambriento y no me disteis de comer. Y: ?Cuando no lo hicisteis con uno de esos más pequeños, tampoco conmigo lo hicisteis??. Y San Ambrosio escribe: ?Quien envió sin oro a los apóstoles, fundó a la Iglesia sin oro. La Iglesia no posee oro para tenerlo guardado, sino para distribuirlo y socorrer a los necesitados!??.San Agustín mandó fundir los vasos sagrados para socorrer a los indigentes.
El mensaje del Evangelio y la doctrina de la Iglesia están claros, pero se tiene el peligro de hacer ?lecturas complicadas y apañadas??. Y donde dice:??Vende cuanto tienes?? nosotros podemos interpretar que lo que quiere decir es que ?los conservemos, pero sin apegar el corazón a ellos??. Y así tranquilizamos conciencias y buscamos seguridades millonarias. Es evidente que existen dificultades para asumir un compromiso en la solución de los problemas sociales. Es difícil encontrar un hueco en las Instituciones e incluso se encuentran obstáculos a la hora de interesarse por ellas. Pero es más difícil todavía conservar un equilibrio en el ejercicio del compromiso temporal cristiano. Se corre el peligro de pretender utilizar procedimientos no auténticamente justos para hacer triunfar la verdad o la justicia, prefiriendo buscar la eficacia por encima de todo.