En la comunidad parroquial de San José Obrero de Romo hay una grieta, derivada de dos formas diferentes de entender y vivir la religión. En esta iglesia, los niños no lucen galas de marinero ni las niñas largos y vaporosos vestidos blancos en su Primera Comunión. Las pocas bodas que se celebran sólo incluyen el sacramento del matrimonio, sin más. Aquellas parejas que quieren acompañarlo con la eucaristía pueden hacerlo, pero sólo si llevan al sacerdote, o si el sacramento del matrimonio tiene lugar durante las misas habituales de la comunidad.
En el desarrollo de esos actos está prohibida la presencia de fotógrafos, que deben esperar al final para inmortalizar el momento. En los funerales tampoco se admiten distinciones, como la actuación de un coro que arrope el acto, ni que haya más de tres curas concelebrándolo.
Esta actitud ha acabado por alejar a una buena parte de los vecinos, y por eso el Obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, ha llamado la atención al párroco de Romo, Juan José Elezcano, para que homologue sus prácticas con las de otras parroquias vecinas. «Hay mucha gente que está en desacuerdo y se va a otras parroquias. Y eso es lo que más le duele a la diócesis», admite Elezcano.
El secretario del Consejo Pastoral de San José Obrero, Juan Antonio Oteo, va más allá: «Nuestra forma de actuar no ha sido bien recibida por parte de la feligresía tradicional y por aquellas personas que desean una religión superficial que atienda sus necesidades sociales y emocionales, pero que no plantee ninguna exigencia trascendente».
El consejo entiende que «el señor obispo y su vicario, Ángel María Unzueta, han adoptado una postura complaciente con esos feligreses y nos exigen la involución y la renuncia a los principios por los que nos hemos regido durante estos años», al menos treinta. José Elezcano considera que «desde el obispado se nos pide que ofrezcamos las dos cosas: lo honesto y lo otro. Y como comunidad no estamos por esa labor. Yo no estoy dispuesto a presidir circos litúrgicos», añade con rotundidad.
De los trece miembros que componen la Junta Pastoral, diez comparten el concepto de práctica religiosa del sacerdote. Defienden que sus planteamientos están basados «en el Concilio Vaticano II, la Asamblea Diocesana y los Planes de Evangelización». Las reformas propuestas en estos documentos «se han ido introduciendo, siempre por decisión consensuada y comunitaria» desde hace décadas.
«No nos hizo caso»
La primera recomendación llegó del Obispado «el año pasado, a raíz de una boda. Habíamos decidido que los enlaces no incorporaran una misa propia y una pareja afectada fue al Obispado, que le dio la razón», explica el secretario del Consejo Pastoral. Monseñor Blázquez les visitó y les planteó que no tenían «autoridad para legislar y que debíamos homologarnos a las otras tres parroquias de la zona», añade Oteo. En noviembre, los representantes de esta comunidad se presentaron de nuevo ante el obispo, «pero no nos hizo caso».
De cara a la opinión pública, la postura de los gestores eclesiales de la provincia sobre este asunto es el silencio. Otros párrocos del entorno próximo también han optado por reservar su opinión. No ha habido muestras de apoyo, y tampoco de rechazo. El cura de San José afirma que no ha recibido la llamada de ningún sacerdote apoyándole o recriminándole su postura.