El número de sacerdotes en las diócesis españolas baja a un ritmo de 200 por año -- César Coca

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Religión Digital

Casi la mitad de los sacerdotes españoles, exactamente 9.000 de un total de 19.000, están jubilados. La edad media de quienes desarrollan su actividad de forma plena es de 51 años. Cualquier colectivo profesional que presentara esos datos atravesaría a los ojos de un analista por una situación de grave crisis, cuenta César Coca en El Correo.El diagnóstico no es distinto para la Iglesia -aunque el sacerdocio no sea exactamente una profesión-, y sus responsables lo saben.

Cuando el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, hablaba hace unos días en Barcelona de la conveniencia de no culpar «a derecha ni izquierda» de las dificultades de la Iglesia, y más concretamente de «su debilidad institucional y su fragilidad» sin duda se refería, entre otras cosas, al alarmante descenso del número de sacerdotes y a una consecuencia del mismo: su rápido envejecimiento. Blázquez está al frente de la diócesis que presenta el problema más acuciante: la de Bilbao, donde la edad media de los clérigos en activo es de 60 años.

En Asturias la situación no es mucho mejor, hay 226 sacerdotes en activo , frente a los 330 de hace cuatro años, para atender a 934 parroquias y sólo 105 son menores de 65 años. Bien es cierto que estos sacerdotes cuentan con la ayuda de 49 religiosos que llevan su labor a diversas parroquias asturianas.

El número de sacerdotes en las diócesis españolas cae de manera continua, a un ritmo medio de casi 200 por año. Ese saldo es el resultado de la incorporación a las parroquias de unos 200 curas recién ordenados, la mitad de los que serían precisos para cubrir las bajas derivadas de la secularización -unos 30 de media por ejercicio- y el fallecimiento de alrededor de 350. En 2004, en la diócesis de Oviedo se constituyeron ya las Unidades Parroquiales de Acción Pastoral (UPAP), para solucionar la falta de sacerdotes, agrupando a los fieles de pequeñas parroquias en una sola a efectos de celebraciones masivas como la misa.

El recorte en el número de efectivos se produce de forma paralela al descenso del número de ciudadanos que asisten de forma habitual a misa. Según datos de la Conferencia Episcopal, uno de cada cuatro españoles asiste a los oficios religiosos con regularidad, un término que tiene algo de equívoco, porque no supone que cumplan con rigor con el precepto dominical. Además, el reparto geográfico de la feligresía es muy desigual.

El pasado mes de abril se publicó el decreto que constituye las Unidades Parroquiales de Acción Pastoral en las zonas rurales de la Archidiócesis de Oviedo. Bajo el extraño nombre hay una finalidad bien clara: se reforma la organización territorial. Mientras que antes la unidad básica de atención de la Iglesia a sus feligreses era la parroquia, ahora es la UPAP, un conjunto de parroquias. La mayor es la de Grado, que concentra un total de 28, mientras que otras, como la de Cudillero, sólo engloba a tres.

Así se explica también la enorme diferencia entre diócesis, si se mide el número total de habitantes que residen en el área cubierta por una parroquia: la de Jaca sólo tiene asignadas por término medio 143 personas por cada una, casi 90 veces menos que la de Barcelona, que atiende a una feligresía potencial de 12.455 personas por templo. Esa asimetría se reproduce en cuanto al número de sacerdotes adscritos a cada diócesis: la de Madrid (una de las tres que hay en esa comunidad autónoma; las otras dos son las de Getafe y Alcalá) tiene casi mil, mientras en Ibiza sólo son 14.

Misas sin cura

Los problemas apenas difieren entre unas y otras. La escasez de sacerdotes es uno de ellos; otro es su envejecimiento. La edad media del clero activo -la jubilación, si su estado de salud es bueno, no les llega hasta los 75- es de 51 años. En varias diócesis, roza los 60. Demasiado mayores para atender un número elevado de parroquias y demasiado mayores también para hablar con los jóvenes, una tarea imprescindible tanto para mantener la práctica del catolicismmo como para procurar ingresos en los seminarios. La atención a las parroquias se mantiene en muchos casos gracias a los propios feligreses.

Desde hace unos años, en pequeños núcleos de población de algunas zonas del país -en general, en el campo- la celebración dominical se hace sin cura. Una misa que carece de Eucaristía. En ocasiones es una monja quien realiza las lecturas y da la comunión. Otras veces es un seglar que ha seguido un pequeño curso en el obispado con el fin de que se encargue de ello. Sin embargo, esta ‘autogestión’ de los fieles sólo sirve para sustituir la celebración de la misa. Una tarea que, en términos de tiempo empleado, no deja de ser una ocupación ‘menor’ de los párrocos.

¿Tiene sentido que estén abiertas más de 1.100 en una diócesis como la de Lugo, cuando sólo hay 105 curas disponibles para atenderlas? No hace falta ir al ejemplo extremo en el que la proporción de parroquias por sacerdote supera el diez a uno para apuntar hacia una respuesta negativa. Como sostienen muchos sacerdotes, agobiados ante la tarea que deben desempeñar, las diócesis, que no dudan en abrir nuevas parroquias en barrios recién construidos en la periferia de las capitales y los pueblos importantes, deben cerrar aquellas que no son estrictamente necesarias. Igual que se recurrió a personal seglar para desarrollar tareas admistrativas de los obispados, deberían aprobarse cierres de parroquias.

El debate se hará más acuciante año a año, porque el número de seminaristas -es decir, el relevo- también está a la baja. En 2001, había un total de 1.800. Cinco años más tarde, la Conferencia Episcopal tenía contabilizados algo menos de 1.500. A día de hoy, según datos provisionales que ha podido conocer este periódico, no llegan a 1.400. Es decir, en poco más de siete años el número de seminaristas ha caído un 22%.

Un dato dramático para la Iglesia española, sólo suavizado por el hecho de que tras varios ejercicios de fuerte caída en los ingresos, parece haberse producido un mínimo repunte. En el curso 2005/6, último para el que existen datos definitivos, entraron 291 alumnos nuevos en los centros de formación sacerdotal, cuando en el 2003/4 fueron sólo 256. Pero siguen siendo muy pocos.

Seminarios y religiosos

Por todo ello, son muy pocos seminarios que no responden hoy a la imagen de un edificio grande, solemne y… vacío. De hecho, en casi la mitad de los seminarios, hay menos de diez aspirantes a sacerdote. En el de Oviedo, hay 19. En muchos casos no se trata de diócesis pequeñas. Más bien al contrario: con menos de una decena de seminaristas hay centros de ciudades tan importantes en la historia del catolicismo español como Ávila, Bilbao, Salamanca y Segovia, que durante siglos fueron cuna de presbíteros.

Una redistribución interna del número de aspirantes a sacerdote que no oculta que la suma total es menor cada año, una tendencia que parece muy difícil de revertir. Más aún cuando el volumen de un colectivo tan relacionado con el sacerdocio como el de los religiosos también decrece. En 2005 había un 7% menos monjas que en el año 2000, un dato atenuado por la creciente llegada a los conventos de religiosas extranjeras. La estadística de la Conferencia Episcopal no distingue entre españolas y extranjeras.

Por eso, es un indicador mucho más fiable de la realidad de las órdenes religiosas el número de frailes, dado que la llegada de extranjeros es mucho menor en su caso. En los mismos cinco años, de 5.265 religiosos no sacerdotes se pasó a 4.543, lo que equivale a una caída del 14%. La figura del religioso está literalmente a punto de desaparecer en diócesis como Ibiza con 3, que sumados a los 14 curas en activo da un grupo más pequeño que un equipo de fútbol.