Enviado a la página web de Redes Cristianas
Estamos demasiado afanados con nuestras vidas como para pensar en la marcha del mundo y los riesgos a los que estamos expuestos. Pero la guerra de Ucrania, las amenazas nucleares de Putin y los posibles ataques o accidentes en centrales nucleares nos han hecho tomar ligera conciencia de los mismos.
Por encima de nuestras cabezas, dos mitades del mundo se apuntan entre sí con armas definitivas y letales. Solo hace falta que un loco dispare primero y luego un prudente ofendido le responda para irnos todos a tomar viento dejando el planeta asolado.
Tenemos la capacidad de crear vida, pero también de destruirla sin escrúpulos. Resulta paradójico que, habiendo alcanzado cotas impensables en los campos tecnológicos y del saber, aún no hayamos eliminado de nuestro ser ese gen belicoso que indefectiblemente termina por destruir todo aquello que nos hace extraordinarios.
/ Antonán del Valle (León)