El Imperio, el pensar crítico y el deseo -- Jung Mo Sung

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Adital

En el artículo anterior (¿Hay alternativas? El Imperio y el pensar crítico), defendí la tesis de que el desarrollo y la «difusión» de la capacidad de un pensamiento crítico y complejo es una tarea fundamental en la lucha contra el Imperio que se presenta como «sin alternativas». En el fondo, ése es el trabajo de todos y todas quienes de alguna forma están involucrados en el proceso de «educación liberadora».

La capacidad de pensar críticamente es un instrumento necesario para las luchas populares, pero, ¿es suficiente? No. Hay una distancia o un abismo a ser transpuesto entre el conocimiento y la acción transformadora. Marx ya había planteado esta cuestión en sus famosas tesis contra Feuerbach, especialmente cuando decía que «los filósofos interpretaron al mundo, pero es preciso transformarlo». O como dijo Kojéve: el conocimiento mantiene al ser humano en quietud pasiva; lo que lo inquieta y lo lleva a la acción es el deseo. Muchas de nuestras experiencias de educación popular o cursos de concientización sobre la realidad nos muestran que el conocimiento por sí solo no mueve a las personas a asumir la lucha por la transformación. Es preciso despertar el deseo de cambio.

Este tema del deseo es fundamental también para comprender la principal forma de dominación del actual Imperio global. Los imperios anteriores se caracterizaban por la expansión y el dominio de un país poderoso (por ejemplo Gran Bretaña) sobre otros pueblos a través de la fuerza militar. El poder militar era fundamental en la conquista y en el mantenimiento del poder imperial. El Imperio actual se caracteriza no por la expansión del poder de un único país, sino por la expansión de un sistema económico, el capitalista, por todas partes del mundo y todos los aspectos de la vida.

La lógica del mercado y el interés absoluto de la acumulación del capital se imponen sobre todos los aspectos y niveles de la vida. Es claro que el poderío militar de Estados Unidos es un factor importante en el mantenimiento del orden imperial global, pero no es el único ni el más importante. Uno de los instrumentos más importantes de esta dominación es la seducción.

A través del dominio cultural, el sistema capitalista está consiguiendo captar los deseos de las multitudes de todos los pueblos, desde los pobres de Bangladesh que tienen orgullo y quedan deslumbrados delante de los nuevos y lujosos Shopping Centers, pasando por los chinos (¿todavía comunistas?) que desean lo que desean los ricos de los países occidentales y por cosas semejantes en América Latina y en África.

Cuando queremos pasar del conocimiento pasivo a una inquietud que lleva a la acción transformadora, el tema del deseo es esencial. Hay personas que no consiguen salir del inmovilismo, incluso después de la «concientización», porque simplemente no se ven con dignidad o coraje suficiente como para luchar por sus deseos. No se ven como sujetos con derecho a luchar por sus derechos o deseos. En esos casos, es fundamental posibilitar que esas personas tengan una experiencia de recuperación de la autoestima, del sentido de dignidad.

Las personas que asumen algún tipo de lucha pueden ser guiadas por diversos tipos de deseo. Quiero mencionar aquí solamente tres. El primero sería el deseo de «subir en la vida», el deseo de luchar para cambiar su situación y conseguir participar de la «fiesta del consumo» que el sistema ofrece. La lucha en este caso no es por la transformación del sistema, sino un medio para concretar los deseos que el sistema presenta como los más deseables.

Es claro que muchas veces esas mismas personas no tienen conciencia clara de sus motivaciones fundamentales (Freud nos mostró que no tenemos conciencia de los muchos deseos que nos mueven) y pueden usar los discursos de luchas populares para justificar su deseo de ascenso en la escala de consumo. Es un deseo todavía cautivo del Imperio.

Un segundo tipo es el deseo de vengarse de los grupos dominantes del sistema que los excluye y domina. Es el deseo de invertir la posición de los grupos en las relaciones de dominación y no el deseo de transformar el sistema de relaciones. También en esos casos, pocos van a tener conciencia o asumir que su deseo es sólo de cambiar la posición de los grupos. Lo que nos da indicaciones para que podamos sospechar de este tipo de motivación es la agresividad acentuada que nos remite al deseo de venganza.

Un tercer tipo de deseo es el deseo de vivir en un sistema social diferente, nuevo, más humano y justo. Es el deseo que lleva a las personas a pasar de un conocimiento crítico a una lucha de transformación real y radical. Un deseo que rompe con el deseo del «mundo». Pero, como el pensamiento crítico nos muestra, las relaciones de dominación no están solamente fuera de nosotros mismos, en el sistema Imperial, sino también dentro de nuestras luchas y también dentro de cada uno de nosotros.

Además, en la medida en que vivimos en esta cultura capitalista de consumo que todo lo invade, cargamos dentro de nosotros mismos los deseos del Imperio. Por eso, la lucha por la transformación no se da solamente contra el sistema, sino dentro de nosotros mismos, para que nuestras luchas sean realmente expresiones de un deseo radical por lo nuevo.

El cambio radical del deseo y la lucha constante que nace a partir de él es lo que la espiritualidad llama conversión (metanoia), lo que nos llama a la misión. El pensar crítico y la espiritualidad que nos llama constantemente a la «conversión y misión» deben constituir los dos pilares de nuestras luchas y, en particular, del proceso permanente de «educación popular» o de «educación liberadora».

Traducción: Daniel Barrantes – barrantes.daniel@gmail.com

*Jung Mo Sung es Profesor de Post Grado en Ciencias de la Religión de la Universidad Metodista de San Pablo y autor, entre otros, de «Competencia y sensibilidad solidaria: educar para la esperanza» (con Hugo Assmann)