Lo que se precisa es una adecuación periódica de las directrices educativas. No es necesaria una nueva ley, porque hay muchos aspectos, los más esenciales, que pueden y deben conservarse de la legislación vigente, incorporando aquellas mejoras que, en concreto, procedan.
No me refiero, pues, al proyecto de LOMCE sino a toda ley relativa a la educación.
Aquellas normas que se mejoren, se añadan o se supriman, deben ser fruto de amplias consultas con los docentes, en primer término, y nunca deben ser el resultado de una imposición ideológica. La educación –formar a personas “libres y responsables”- no es lo mismo que capacitación o formación, y forma parte, junto con la sanidad y el conocimiento científico, de los pilares esenciales de la vida nacional, cuestiones supra-partido político que, sobre todo, no es admisible que sean probadas e impuestas por el “rodillo” de la mayoría absoluta parlamentaria.
España, como debe ser, es un Estado aconfesional y sería por tanto inconstitucional que se estableciera como obligatoria o evaluable la enseñanza religiosa, cuya docencia sólo debe ser seguida, según establecen la Declaración Universal y el Convenio de los Derechos Humanos de la Infancia, por aquellos alumnos que, no alcanzada la edad de la emancipación “deben estudiar las creencias o ideologías de sus padres o tutores”.
Todo lo que sea segregación –por género, por situación económica familiar, por raza…- es absolutamente inadmisible, hasta tal punto que si una ley estableciera unas pautas educativas que condujeran a cualquier forma de discriminación, debería objetarse en conciencia.
Otro aspecto de extraordinario relieve es contribuir al desarrollo pleno de la facultad distintiva de cada ser humano único: la capacidad creadora, de pensar, de anticiparse… Y para ello son necesarias la “disciplina de las disciplinas”, la filosofía, y las enseñanzas artísticas y musicales.
El futuro depende de la educación. Aquellos que alicorten las alas de la plenitud de la ciudadanía atentan a un porvenir que esté a la altura de la igual dignidad de todos los seres humanos.
Federico Mayor Zaragoza