Enviado a la página web de Redes Cristianas
Empleo la palabra «escándalo» muy conscientemente. Todo que se relacione con el dinero, y tenga que ver con instituciones de la Iglesia, y otras civiles, o personas particulares, si crea conflicto, controversia, o simplemente dudas, es, para un creyente y voluntario a seguidor de Jesús, por lo menos, sospechoso; y si en la tensión, controversia, o litigio aparece la Iglesia defendiendo acérrimamente su dinero, constituye, con certeza, un escándalo.
No hay más que leer el Evangelio, para llegar a esa conclusión. ¡A no ser que el Evangelio haya pasado a ser un referente puramente jurídico o canónico, pero no ético ni humanista!, algo que los que queremos seguir siendo cristianos no queremos ni imaginar. Ahora se están haciendo cábalas, por todas partes, sobre todo de partidos y agrupaciones políticas de izquierda, sobre el origen, el empleo, y la redición de cuentas por parte de la Iglesia. Así que procuraré facilitar al lector la tarea de responder a esas preguntas.
1º) Principal origen de los medios económicos de la Iglesia.
La primera fuente, la más cuantiosa, y la más importante, porque interesa la participación activa de los fieles es la que se origina a través del pago de IPRF. Es preciso, no obstante, explicar bien en qué consiste esta aportación voluntaria por parte de los católicos feligreses, ¡pero que paga el Estado!, y no cuesta nada a aquellos.
1.1 Según los datos más actuales de Hacienda el número de católicos que se declara como tal, y marca la casilla del impuesto de renta aplicable a la Iglesia es 32,3%; la inmensa mayoría, el 67,68%, no colabora con la Iglesia a través del impuesto. Sin embargo, esta mayoría de dos tercios paga igualmente a la Iglesia, aunque no lo quiera, y, generalmente, no lo sepa.
1.2 Es muy interesante y aleccionador percatarse del siguiente dato: la asignación de la casilla del IRPF a la Iglesia, por parte de un católico, no es un acto de generosidad, ya que le sale gratis. Ese tanto por ciento plus donado a la Iglesia no sale del bolsillo del ciudadano, como en otros países, Alemania, verbi gracia, donde quien marca casilla para la Iglesia paga de su bolsillo ese plus resultante. Por eso, más arriba he afirmado que el tercio de católicos que no señala la contribución para la Iglesia paga igual, pues es un pago que se realiza con las arcas del Estado, es decir, por el conjunto de la ciudadanía. Y lo hacen igual católicos y no católicos. Es un motivo a más para que nuestros obispos estén agradecidos a la generosidad del pueblo español, también de sus ciudadanos ateos, o críticos y beligerantes con la Iglesia.
1.3 No es verdad, como algunas veces hemos leído en ciertas informaciones interesadas, que cada año aumente el número de católicos que se acuerda de la Iglesia en su declaración de la Renta: lo que crece es el total de la recaudación de todos lo impuestos que pagamos los españoles, y, por tanto, también lo hace el que corresponde a la Iglesia. En 2018, la Iglesia recaudó 284 millones de euros por medio de la casilla del IRPF, recaudación histórica, lo que no quiere decir que aumentara también el número de contribuyentes. Al contrario, desde el año 2015, en que eran el 35,2% de los contribuyentes los que marcaron la casilla para la Iglesia, hasta hoy, que son 33,3%, han bajado casi dos puntos menos.
2º) Cómo gasta el dinero la cúpula de la Iglesia.
La mayor parte de esos ingresos sirven para pagar salarios de obispos, curas, y personal profesional que trabaja para la Iglesia en los diferentes campos de la administración, del derecho, de la seguridad, limpieza, liturgia, etc., correspondiendo también una buena partida a Caritas, la gran ong de la Iglesia, que provoca gastos, pero también grandes ingresos y aportaciones de los fieles. Conviene destacar, sin embargo, algún detalle en este capítulo de gastos, que no dejan en muy buen lugar a los administradores del dinero de la Iglesia, generalmente su alta jerarquía, a nivel individual de obispados y diócesis, o en conjunto, como Conferencia Episcopal Española.
2.1 El caso de la Trece TV
Este canal de televisión se está constituyendo en un verdadero quebradero de cabeza para las finanzas de la Iglesia. Con una audiencia del 2%, esa televisión no sólo conservadora en lo político y social, sino poco o nada, e incluso anti- evangélica en muchas ocasiones, ha supuesto en los últimos años un gasto de 82 millones de euros. La Conferencia Episcopal Española, (CEE), gasta al año once (11) millones de euros de la Renta, casi el doble de los seis (6)que gasta en Caritas. Esto, y el contenido del principal programa informativo y de opinión de 13TV, «El Cascabel» produce con frecuencia episodios de indignación y de santa ira del obispo emérito de Tánger, el franciscano español monseñor Agrelo, que fustiga reiteradamente, como un Jeremías enfurecido, a sus pares de la CEE.
2.2 El caso de la 13TV es una anomalía jurídica de enorme gravedad.
Que los obispos españoles financien una televisión privada para su beneficio y publicidad, con el dinero público proveniente de la Renta, no es solo una anomalía de más que dudosa legalidad, sino una falta grave contra la normativa europea. En este sentido, hace muy poco tiempo el Gobierno español ha recibido un informe de las autoridades de la Unión, instándole a hacer cumplir la legalidad, que obliga a todos. Claro que es bastante complicado urgir a los prelados a respetar esa legalidad si ante la insinuación del Tribunal de Cuentas el Estado ellos han respondido que ese tribunal carece de cualquier autoridad, supongo que querrán decir, jurisdicción, sobre ellos. Y esto es gravísimo: pensar que los Concordatos, convenios y tratados con la «mal llamada» Santa Sede aben la veda para la inmunidad de privilegios exclusivos demostraría, entre otras cosas, que como pensamos muchos, ¡la sede romana no es tan santa!
3º) Otros modos variados, y algunos más sofisticados, de financiación de la Iglesia
3.1 Ganancias promovidas por el patrimonio artístico y cultural, y por las donaciones de los fieles.
a) La Iglesia española, a diferencia de otras iglesias europeas, mantiene la propiedad de un gran acerbo artístico y cultural. La Iglesia francesa, por ejemplo, hace tiempo que cedió la propiedad todos sus monumentos y riquezas artísticas al Estado, quien, en compensación, cuida del mantenimiento de ese tesoro de valor incalculable. Lo curioso, ¿o injusto?, del caso es que en nuestro caso es el Estado español el que se encarga del mantenimiento, y carga con los gastos.
b) Entre donativos y aportaciones voluntarias de los fieles, y cobros por expedientes y servicio sacramentales (bodas, bautizos, 1ªs comuniones, funerales), los obispos reciben unos 329 millones al año. Estas actividades son muy lucrativas, y ostentan el privilegios de estar exentas de impuestos.
c) El dinero procedente de alquileres, de pisos, garajes, naves y edificios enteros, por los que no pagan el IBI (Impuesto de bienes inmuebles), e inversiones variopintas, igualmente alejadas del control de Hacienda. Estos ingresos suman 122 millones al año.
d) A todo esto hay que sumar las ganancias en el mundo de la educación, procedentes de dos áreas diferentes: una, de la Educación concertada, tarea en la que el Estado gasta al año la no despreciable cifra de 6.000 millones de euros, lo que significa un buen pellizco para las arcas eclesiásticas, teniendo en cuenta que el 70% de la educación concertada lo hace en colegios religiosos. Y otra, de los pagos a los profesores de Religión, por lo que el Ministerio de Educación paga unos 100 millones de euros anuales a los funcionarios tal vez más anómalamente pintorescos, pues los nombra y puede despedir la Iglesia, pero es el Estado quien paga. (¡!).
Notas conclusivas:
1ª) Cuando escribo «la Iglesia» no me refiero, generalmente, (en el 99% de los casos), a la Iglesia como Misterio de Salvación en y para el mundo, sino a la Iglesia-Institución, es decir, a la que de modo excesivamente empresarial, en mi opinión, y en la de muchos teólogos, eclesiólogos, y gente pensante en la comunidad eclesial, preside y dirige la Jerarquía de la Iglesia. No es que esta Iglesia empresarial no sea Iglesia, que sí lo es, pero con frecuencia, y como afirma reiteradamente Francisco, se separa innecesaria y peligrosamente del resto de la comunidad, convirtiéndose más en eclesiástica que en eclesial, y cayendo en un «clericalismo» dominante y absorbente, algo que el Concilio Vaticano II quiso resolver, propósito que, desde las trincheras de ese mismo frente clerical prepotente y excluyente, han hecho lo posible para impedir, justo hasta la aparición providencial del papa Francisco.
2ª) La Iglesia española, (en el sentido que he recordado en la 1ª nota), en el Concordato de 1979, se comprometió a autofinanciarse: a «lograr por sí misma los recursos suficientes par la atención de sus necesidades». Desde esa lejana fecha han pasado cuatro décadas, cuarenta largos y estériles años. Y estamos con una Iglesia más rica, y bastante menos, es decir, nada, autofinanciada.
La impresión a la que se llega comprobando todos los datos es que nuestros obispos no se fían demasiado ni de la Providencia de Dios, ni de la responsable solidaridad de los fieles. He vivido 15 años en Brasil, país de una inmensa riqueza, terriblemente mal distribuida, todavía mucho peor que la nuestra, en que la Iglesia no recibía ni un duro ni del, ni a través del Estado. Solo puedo decir, que con la economía normal de las parroquias, y la solidaridad con las excepcionalmente incapaces de autofinanciarse, muy pocas, los curas, y las personas dedicadas, laicos y religiosas a tiempo completo, al ministerio pastoral, gozábamos de media un salario y medio mínimo mensual, y todos los gastos necesarios para el ministerio, incluida la gasolina, pagados. Y todo procedente del bolsillo, y de la solidaridad responsable, como he dicho, de la feligresía. Que así sea, aquí también. ¡Amén!