EL «C?DIGO DA VINCI» HORRORIZA AL OPUS DEI. Franz Wieser

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¿Es verdad, que con la novela de Brown se ?ataca nuestra fe??, ?la vida de Jesús??, ?se destroza la pureza de Dios?? y, no se cuantos demonios más nuestro cardenal encuentra en El Código Da Vinci? Aconseja a sus feligreses a no verla. He leído la novela. Por experiencia sé, que películas son más impactantes, pero no por eso más profundos que las respectivas novelas.

Lo que pasa, los ?dueños de nuestra fe?? cosechan los frutos de su reticencia a un diálogo abierto y honesto con reconocidos teólogos católicos y evangélicos que desde el Concilio Vaticano II reclaman la conversión para una Iglesia más transparente, más acorde con el Evangelio y con los signos de los tiempos. A estos hombres y mujeres los sacaron de sus cátedras, los marginaron y satanizaron. Que no se extrañen que a estos reclamos se les da formas literarias a manera de mazazos.

Revisé las cartas del P. Manuel Tamayo y de Edgar Munive dirigidas a y seleccionadas por el Expreso de hoy, 18 de Mayo. Al Sr. Munive le diría que los hombres sí ?son unos estúpidos?? que confunden una novela histórica con un libro histórico, y que se someten ciegamente a superiores religiosos, ?a manera de una herramienta en manos del artista que no pregunta: porqué haces esto y aquello?? (El Camino 617 ? Josemaría Escribá, fundador del Opus Dei). Los cristianos sabemos que Jesús, nuestro ?camino, verdad y vida?? tenía otra actitud una actitud crítica y crativa.

Al P. Manuel Tamayo, que cita lo de ?terrorismo blanco?? le aconsejo revisar el diccionario para que diferencie entre terrorismo y la libertad de opinión. Nadie está forzado a ver la película o de aceptarla como hechos históricos. Es una novela histórica con referencias a hechos oscuros dentro del poder eclesial y, ¡vaya que los hay! Si la película contribuye para que se esclarezca la verdad, ¡bienvenida sea! La verdad es, lo que la gente busca en su sana rebeldía contra dictados, no va para llenar los bolsillos de los productores.

Para mi Jesús de Nazaret no pierde nada en su credibilidad, si era ?en todo igual a nosotros??, como escribe San Pablo, y casado con Magdalena, como dos Evangelios apócrifas insinúan. Al contrario, me comprometería más en seguirle, llevado por el mismo Espíritu que nos hace hijos de Dios (Mt, 5,45; Jn 1,12; Rom 8,14)). El pretexto evasivo: ?bueno, el era Dios, pero yo ¿quién yo?, ya no valdría. Tampoco valdrían los pretenciones de aquellos que se consideran ?representantes de Cristo??, mientras no bajen de sus tronos y saquen sus mitras, para encarnarse en el pueblo, como hermanos de todos a la imagen de Jesús..

Téngase presente que tampoco los Evangelios son libros de historia o biografías, sino escritos teológicos, basados en hechos históricos, para un laico difíciles para reconstruirlos cabalmente. Nos podemos basarnos sólo en la fe de las primeras comunidades cristianas, de las cuales también los evangelios apócrifos y otros elementos dan pistas e indicios. El resto de la historia es tan humana, como sus protagonistas, largo tiempo bajo el manto de imperios que lograron atarlos delante de su carro político. ¿Acaso el Opus Dei no escoltaba a Franco, a Pinochet, a Videla y, en nuestro caso, a Fujimori? Claro, no sin recompensa.