Estas semanas hemos asistido en Egipto a una verdadera y bellísima revolución sin líderes, no violenta. No ha sido ésta una revolución islámica, ha sido una revolución del pueblo y, especialmente, de los jóvenes. Una revolución un tanto incómoda para Occidente: lo que las grandes potencias temen no es al islamismo radical (que tantas veces ha sido apoyado desde occidente) sino al nacionalismo árabe, al estilo Nasser, que es la opción que podría hacerles perder el control sobre el petróleo de Oriente Medio, el gran protagonista de todas las actividades políticas de la zona.
Pero también los colectivos religiosos y, en concreto, los Hermanos Musulmanes, han tenido un papel importante y lo seguirán teniendo. Estamos ante el ascenso de lo que en Occidente llamaríamos el ?Islam moderado?? y ante el fracaso de Al Qaeda y grupos similares. El modelo hacia el que miran los jóvenes en Egipto es, según afirma Tariq Ramadan, Turquía. En este país lleva varios años gobernando con gran éxito un partido de carácter islámico, pero con un papel integrador muy interesante. Su presidente, Erdogan, ha plantado batalla contra el verdadero poder del país: el ejército (como sucede en Egipto). En Turquía, además, estamos asistiendo a una verdadera renovación teológica del Islam.
Independientemente de cómo se desarrollen a partir de ahora los acontecimientos en Egipto, no cabe duda de que estos días han supuesto una profunda experiencia interna para sus habitantes: se han sentido dueños de su propio país, de su propio destino, de forma colectiva.
En contraste, fue patético ver a Mubarak dirigiéndose por televisión a la población ?como un padre habla a sus hijos??, según sus propias palabras. Los egipcios no son niños que necesiten la tutela de un padre: son adultos, forman una sociedad que estos días ha mostrado su madurez y su capacidad para conducirse a sí misma.
Anarquía mística
Recientemente, Abdennur Prado, uno de los musulmanes más interesantes de Europa, ha publicado un libro de intrepidísimo título, El Islam como anarquismo místico (puede bajarse gratuitamente en Internet).
El libro se abre con una cita del Corán que podría resumir su contenido: ?El poder pertenece sólo a Al-lâh??. Abdennur Prado desarrolla en el libro la crítica musulmana a toda forma de tiranía y de dominación de unas personas sobre otras. Pero también realiza una crítica a la propia religión y, más en concreto, a la cosificación de la religión y a la creación de instituciones y jerarquías.
El Islam, según Prado ?y frente a lo que muchos autores afirman?, está en condiciones de poner su grano de arena para una sociedad sin tiranos, sin ?padres??, una sociedad verdaderamente democrática, madura y plural. Y ello, precisamente, proveniente del corazón de la propia espiritualidad del Islam, que no admite otro jefe, padre o autoridad más que Al-lâh. El mensaje igualitario y de radical independencia frente a cualquier tipo de institución recuerda un poco al teólogo cristiano Antonio González.
Los hechos, por ahora, le han dado la razón a Prado. Ha sido un país árabe y de mayoría musulmana el que nos ha regalado estos días una de las revoluciones más hermosas e interesantes que se recuerdan. Las provisionales tiendas de tela montadas por los manifestantes en la plaza de la Liberación han sido más poderosas que los grandes y solemnes palacios y edificios religiosos de Egipto.
Ojalá la rebelión de Oriente Medio camine por el difícil y complejo sendero de la paz y nos ayude a ver el rostro más luminoso del Islam. Insha’Allah.