Domingo 24 de Mayo, la Ascensión del Señor -- José María Castillo, teólogo

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Mc 16, 15-20
?En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: ?Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos??.

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban??.

1. Está demostrado que el evangelio de Marcos termina en 16, 8. Por tanto, Mc 16, 9-20 son conclusiones a??adidas posteriormente a este evangelio. Así lo demuestran los códices más autorizados. No se sabe con seguridad cuándo se a??adieron estas ?conclusiones secundarias?? del evangelio de Marcos. Este relato, por tanto, no es auténtico.

2. La Ascensión del Se??or es la fiesta de la exaltación de Cristo al cielo. Jesús es entronizado a la derecha de Dios. Además, cuando se lee este evangelio en la misa, esta fiesta se ve también como la exaltación del cristianismo, que aquí se nos presenta como: 1) la única religión que salva; 2) la religión universal; 3) la religión que tiene poderes sobrehumanos , ya que ni las enfermedades, ni las serpientes, ni los venenos pueden amenazar a sus fieles. Ahora bien, ni podemos saber qué significa eso de sentarse a la derecha de Dios. Ni el cristianismo es la única religión universal. Ni los cristianos poseen los poderes sobrehumanos que aquí se mencionan. Y en cuanto a que no haya salvación fuera del cristianismo, la teología actual no está de acuerdo con tal afirmación.

3. La exaltación de Jesús no puede presentarse de forma que dé pie a pensar que Jesús se aleja para siempre de este mundo y, menos aún que Jesús se diviniza hasta tal punto que, por eso mismo, nos resulta menos humano. Todo lo contrario: la exaltación de Jesús es, y debe ser, la más entra??able humanización suya. Y también la nuestra.