Enviado a la página web de Redes Cristianas
Estamos en un tiempo donde la comunicación es un tema recurrente en la sociedad: se habla de lo necesaria que resulta una buena comunicación en la política, en los centros educativos, en la familia, en el mundo de la empresa?? Por eso me enfado cuando personas a las que les pagamos con nuestros impuestos, utilizan la comunicación para distorsionar torticeramente la realidad hasta el punto de adormecer las conciencias aunque sea mintiendo. Personas que, además, lucen su parla desde la defensa del orden y la moral; cristiana, para más inri.
Todo empezó con esos miles de refugiados que pedían desesperadamente ayuda a la Unión Europea, perseguidos por mil guerras y pogromos. Entonces aparece García Margallo, investido de ministro de exteriores, y se pone a manipular la realidad a la opinión pública. Sí, manipulando, porque dejó perfectamente difusa ninguna raya con la podamos diferenciar a los refugiados de los inmigrantes a los que estamos acostumbrados frenar en las vallas de Melilla y Ceuta, un día sí y otro también. Los refugiados son otra cuestión, porque pertenecen a una categoría de personas que recoge el Artículo 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (ONU), que dice así de claro: ?En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país??.
Otra cosa es el informe de recomendaciones a España a partir del llamado Examen Periódico Universal de Derechos Humanos en Naciones Unidas, que pone el foco en las devoluciones sumarias y exigen a España que adopte «medidas efectivas» para garantizar los derechos de estas personas y ponga fin a las repatriaciones forzosas, sobre todo en las dos ciudades autónomas. Pero es que este informe, también le recuerda al Reino de España que debe garantizar el acceso a los procedimientos de asilo de acuerdo con la normativa internacional a la que está sujeto, a la que no puede sustraerse por haberla firmado.
El ministro, muy torticeramente, evita hablar de asilados amparados por la ONU, aunque ahora sean varios países europeos quienes claman al cielo para no tener que cumplir sus compromisos con los derechos humanos elementales. Y encima Margallo se escuda para incumplir la ley en el paro existente en España y así justificar que los perseguidos sin nada, deben arreglárselas solos en su nada incumpliendo él las normas humanitarias básicas a las que bien se cuidó de no citar. Pues yo le digo, ministro, se ha comportado usted y quien se lo permite como un desalmado hipócrita. Ojalá no vuelvan los tiempos en que haya que pedir asilo a otros países, y nos contesten con sus maneras refinadas que les importamos una mierda; talmente es lo que han sentido -siguen sintiendo, si aun viven- esos miles que se encuentran en una situación extrema a la espera de un gesto humanitario que les salve literalmente la vida.
La pena es que muchas personas se habrán quedado con la explicación del ministro como una suerte de aclaración bastante desde la responsabilidad que tiene él y su gobierno, en lugar de verla como lo que es. Como una transgresión del derecho internacional más humanitario representado en la Carta de Derechos Humanos, en forma de protección internacional (término que engloba tanto el derecho de asilo como la protección subsidiaria). Esto consiste tanto en la no devolución ni expulsión, como en la adopción de las medidas contempladas en las normas de la Unión Europea y en los Convenios internacionales ratificados por España en virtud de las cuales se les debe conceder el derecho de asilo a esas pobres gentes. Vaya gobernantes que tenemos.